Juan Sheput
Qué solos se quedan los muertos
Las mentiras sobre el número de víctimas peruanas del Covid-19

A inicios de la semana una noticia conmocionó a todo aquel que tuvo acceso a ella. Uno de los medios más prestigiosos del mundo, el Financial Times, señalaba que la cifra real de fallecidos por el Covid-19 en el Perú ascendía a 40,100 y nos los 12,000 que indican las cifras oficiales. La diferencia es abrumadora, escandalosa y no admite ningún tipo de cuestionamiento por parte de los especialistas. De parte del Gobierno, en cambio, no hay explicaciones, esquivan las preguntas referentes a ello y simplemente se hacen, literalmente, de la vista gorda. Es decir se actúa con un desprecio absoluto por las víctimas de la inacción del Gobierno en relación a la pandemia.
No se puede confiar en un Gobierno que oculta sin escrúpulos el fallecimiento de 40,000 personas. Un Gobierno que actúa así, mintiendo, es capaz de cualquier cosa. No se puede permitir, por un mínimo de respeto a los deudos, que intente subestimarse el tema banalizándolo, convirtiéndolo en una cifra anecdótica. Opaca, con este gesto, a entidades que hacen bien su labor como Essalud, contaminándola con la inacción de la gestión del Minsa. En otros países –como España, Francia o Chile– las diferencias entre las cifras de fallecidos que arrojan los cálculos oficiales y lo que plantean los especialistas han sido motivo de cuestionamientos, investigaciones y destituciones de los principales responsables. En el Perú, la indiferencia gubernamental, o el afán por la mentira o la desinformación, se acepta indignamente. Sólo un puñado de personas reclaman por la verdad, y su reclamo es silenciado por los que deben comunicar de manera imparcial. Es una situación vergonzosa.
La pandemia del coronavirus está sacando a la luz lo peor del país. No considero que sea la informalidad el mal que más nos perturbe. Todo lo contrario, existe un fin noble en ese desorden y movilización social. Lo peor es la complicidad, el silencio; pero no aquel que es producto de una convicción, sino el que es resultado de la prebenda, del beneficio económico, el simple canje de ocultar la verdad a cambio de un beneficio. Ese es, entre otros, el peor de los males que viene aquejando al país en los últimos años. El Perú, a pocos meses de su Bicentenario, está peor que nunca. Y de su deterioro es responsable el presidente Martín Vizcarra.
La poesía refleja el alma de las sociedades decía, hace siglos, Quevedo. Cuánto de cierto hay en ello cuando recordamos a Gustavo Adolfo Bécquer en el final de su rima LXXIII “Qué solos se quedan los muertos”: “¡No sé; pero hay algo que explicar no puedo, que al par nos infunde repugnancia y duelo, al dejar tan tristes, tan solos los muertos!”
De nada sirve ofrecer transparencia y honestidad si se permite que se engañe al país brindando cifras de fallecidos muy menores a las reales, ocultando la muerte de 30,000 compatriotas y metiendo la cifra burdamente debajo de una alfombra. Si el gabinete quiere tener algo de credibilidad, que empiece sincerando las cifras de fallecidos, indemnizando a los deudos por la infame inacción del Gobierno.
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