Darío Enríquez

¿Qué debe pasar para que reconozcas que la fregaste, pulpín?

Para ti, que no aceptas la contundencia de los hechos

¿Qué debe pasar para que reconozcas que la fregaste, pulpín?
Darío Enríquez
13 de julio del 2022


Te equivocaste, pulpín. Una vez más en tu corta vida. No hay nada más que puedas usar como pobre justificación. Ni eso. Te advertí en todos los tonos. Te aconsejé en todas las formas. Te dije en todos los idiomas a tu alcance. Pero seguiste adelante con tus fobias y tu falsa rebeldía. 

Te crees capaz de cambiar el mundo y no puedes siquiera limpiar tu habitación ni tender tu cama. Insistes en ser la mala copia de un gringo hippie, como dice una de las tantas canciones que tarareas, pero nunca asimilas ¡Esas canciones se hicieron para ti, imberbe! ¡Solo para gente con espíritu corto y ego absurdo, como tú! ¿A quién le has empatado, muchachito del ayer, joven aún?

Sabes que te encuentras en el grave dilema de continuar negando la realidad o de aceptar los hechos y decir: “¡La cagué!”. Pero puede más esa cosa rara que llamas autoestima, eso que el resto sabe que es terquedad. ¡No me digas nada, no me digas nada, es mentira, es mentira!

Sigues leyendo esta carta que es para ti, con la esperanza de encontrar alguna alusión que te haga creer que todo esto es con otro y no contigo. Así de ingenuo fuiste, eres y seguirás siendo. Ya pronto serás como esos otros pulpines cincuentones y sesentones, de los que tú eres calco y copia. ¡Eres como un tronco seco, que aunque lo rieguen no brota!

A estas alturas ya sabes que todas las evidencias te señalan. Peor aún, tu propia conciencia viene diciéndotelo día y noche, desde el día que votaste y hasta festejaste ¡Pulpín, en qué momento jodiste a nuestro Perú! Tenías todo para que tu vida fuese mejor. La anterior generación se sacrificó para que tú recibieras un mundo de oportunidades. Las graves carencias materiales se habían superado en gran parte y solo debías continuar el camino trazado. Te ganó el instinto de autodestrucción ¡Qué pena me da mirarte cuando te miro!

¡Pulpín marchito del ensueño! Ya te quedaste sin nadie a quien echarle la culpa de tus malas decisiones, de tu falsa moral y de tu discurso de odio. Sí, de verdadero odio, no ese otro que inventan tus amigachos posmos (léase CaViaRes) para quienes tú siempre serás un vil y vulgar jurel, aunque te tragues enterito el cuentazo del igualitarismo ¡Dicen que las despedidas son muy tristes!

Me voy despidiendo, pulpín. Eres un caso perdido. Acaso tengas alguna oportunidad de dejar por fin la cita falsa, el orgullo vacío y la pose vana. Tendrás que volver a la vida dejando atrás toda esa cochinada que metieron en tu mente de joven iletrado y ágrafo que pretende ser altruista. El progreso no es la obsesión por la novedad ni el estilo de vida gringo que asumes para ti, aunque al mismo tiempo digas que lo odias ¡Dicen que por las noches no más se te iba en puro llorar!

¡Qué más puedo decirte, muchachito del ayer, joven aún! ¡Mírame cara a cara y sin temores! Rescátate a ti mismo de ese remolino de antivalores en los que has caído. Rechaza esas ideas que te alejan del mundo de la libertad y te someten a esos que juegan contigo como una marioneta desechable. Vuelve a tu familia. Regresa a tus verdaderos amigos, que son la familia elegida. Nadie lo hará por ti y solo tú eres responsable de tus decisiones. Busca ayuda con acercamiento sincero. Recupera el sentido común ¡Regresa aunque sea para despedirte!

Darío Enríquez
13 de julio del 2022

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