Proyecto nacional: ¿quo vadis Perú?

Un amigo me regaló la modesta edición que aportó ideas para el Seminario “Sociedad, Estado y Fuerzas Armadas” (CAEM), coorganizado por el Instituto Peruano de Polemología, liderado por Ernesto Velit Granda, en agosto de 1988. Casi dos generaciones nos separan de esas reflexiones sobre procesos históricos de muy larga duración. Germán Carrera Damas lo destaca en su introducción a los nueve tomos de Historia General de América Latina (UNESCO-TROTTA). En la parte andina-costera del virreinato de Nueva Castilla, surge la idea del Perú, desde la conquista según algunos, y se observa hasta avanzado el siglo XVIII.

Para dicho seminario Pablo Macera aportó un esquema histórico de dos etapas para ver el Perú en términos de proyecto nacional, la autónoma y la dependiente, que lleva a las luchas por ser, tener y valer más. No se había publicado Hacia la tercera mitad. Perú XVI-XX. Ensayos de relectura herética del profesor Hugo Neira Samanez, gran aporte para comprender y amar el Perú.

Es evidente que nunca tuvimos una idea de proyecto nacional, sino dos o más en pugna abierta hasta en momentos de tragedia, como en 1879. Hoy estamos lejos de uno o dos grandes consensos porque la fragmentación es estructural; y en el espectro ideológico político prima la simplificación en favor de un mercado idealizado o de un nuevo intervencionismo de Estado, entre lo que propugnan actores sucesores del senderismo, y seguidores de modelos sobrevivientes del naufragio de la URSS, de la transición cubana o de dramáticos regímenes, como el venezolano.

Mientras los partidos tradicionales siguen desapareciendo o descomponiéndose, han ido surgiendo otros actores como el antaurismo y movimientos locales en zonas de alto valor estratégico para el Estado y todos los peruanos. Más aún, se anuncian proyectos de nación o de Perú con hegemonía indigenista en la sierra y la Amazonía, en medio de una inocultable y creciente urbanización, extensión de patrones “criollos” y diversos mestizajes.

Para nadie es un secreto que agentes, ideas y creencias están atravesados por culturas de informalidad, ilegalidad y trasgresión, lo que ya señalamos en el CAEM en 1971, 1975, 1979, 1980, 1986, y en organizaciones políticas de entonces.

Menor atención se ha dado a la variable religiones e iglesias, a la par que la polarización desde la escena oficial no ha dado aún una respuesta a qué son agrupaciones tan importantes como los fujimorismos y los neosocialismos. Si colocamos sus respuestas a una o más preguntas sobre “proyecto de nación, proyecto nacional, proyecto de país, o proyecto de Estado”, algunos se refugiarán en el Acuerdo Nacional o en formalidades aprobadas, en las que nadie cree o asigna un valor movilizador u orientador; y otros darán diversidad de respuestas, sin un visor estratégico que considere las realidades y tendencias del mundo contemporáneo.

Mientras esto ocurre el espectáculo —el circo y algo de pan, corrupción, delincuencia e impunidad— domina la vida política nacional. Y la gestión de la pirámide estatal, en todos sus órganos y niveles, es “gerenciada” por grupos de privilegio y de poder extranjeros, nacionales, empresariales y de algunas asociaciones no gubernamentales, todos con propuestas de globalización.

En la próxima Cumbre continental, en el supuesto negado de su postergación, ¿veremos expresiones de distintos proyectos de Estado o de Nación, que vayan desde aquellos con negocios reeleccionistas hasta otros de mera sobrevivencia? Habrá antagonistas de los Estados Unidos de América y otros buscarán su apoyo o “aproximaciones convergentes”.