Juan Carlos Valdivia

Prensa y corrupción

Prensa y corrupción
Juan Carlos Valdivia
15 de diciembre del 2014

El premio nacional de periodismo otorgado a destapes de corruptelas en el poder

La corrupción salta ahí donde pongamos el dedo, como decía el viejo González Prada. Saltamos de una denuncia a otra, de un gobierno regional a las adquisiciones de la FAP que nos informan desde Estados Unidos, y no llegamos a ponerle fin.

La primera conclusión que podemos sacar es que los sistemas de control del Estado no han funcionado. Y en algunos casos han sido cooptados, como lo han demostrado lo sucedido en Ancash y otros gobiernos regionales. La Contraloría llega tarde. Debería ser el médico clínico que detecta la infección, pero cuando aparece solo puede ser el forense que realiza la autopsia.

El Congreso tampoco cumple su papel de control político. La oposición siempre tuvo una excusa para no actuar con firmeza, y cuando parecían dar una señal, siempre aparecían los disidentes que terminaban apoyando al gobierno. Las comisiones investigadoras llegan tarde y parecen no tener una conclusión concreta ¿qué pasó con la investigación a Alexis Humala y su viaje a Rusia usurpando funciones? ¿Y la realizada con Alejandro Toledo y sus mentiras públicas en el Congreso sobre Ecoteva? Nada, porque al gobierno no le interesa. Solo la Megacomisión, por también interés del Gobierno, ha mostrado algún resultado.

Por eso es importante el papel que viene jugando la prensa libre en el país. Sin negar los excesos que en el día a día se cometen, con esos noticieros que bañan en sangre nuestras pantallas y con esos reporteros guiados por el más banal escándalo, o diarios que han encontrado en las redes sociales a su editor. Pero junto a ello, un trabajo esforzado de investigación con escasos recursos, y por ello la necesidad de resultados, que han podido descubrir las más diversas modalidades en que la corrupción nos ataca.

Hay que celebrar por ello el esfuerzo de Instituto Prensa y Sociedad y la Universidad Católica, con el apoyo de la empresa constructora Odebretch, de organizar el Premio Nacional de Periodismo, que ha premiado a los trabajos publicados en el año en diversas categorías. Ahí aparecen los casos del resguardo a Oscar López Meneses, realizado por Cecilia Valenzuela y Willax TV, el del seguimiento a la organización de Orellana Rengifo, hecho por el equipo de Caretas, la denuncia sobre el boom inmobiliario de Alejandro Toledo trabajada por Oscar Libón en los diarios Correo Y Peru21, y las investigaciones sobre la mafia que asaltó Ancash a cargo del diario La República.

Y muchas otras más que debieron estar entre las premiadas y que un jurado compuesto por personalidades de la prensa nacional y extranjera (más de 50 personas) no pudo incluir. Por ejemplo el trabajo de Utero.pe sobre Apdayc, y el de Marco Vásquez de Panorama sobre Ecoteva en Costa Rica. Todo ello muestra un periodismo vivo, con gente de experiencia y nuevas generaciones que ya toman la posta, que está cumpliendo con su deber de denunciar los excesos del poder, ahí donde se descubren.

Pero el periodismo cumple un papel en la sociedad que no debe reemplazar el de las instituciones del Estado. Ni los medios deben suplir la tarea de intermediación que tienen los partidos políticos, ni los periodistas el control de la corrupción que le competen a la Contraloría. Y menos aún el de juzgar, como muchas veces se pretende. Quedan tareas por hacer, pero el Premio Nacional de Periodismo nos ha mostrado que hay una buena base donde trabajar.

  Por Juan Carlos Valdivia 

(15 - dic - 2014)

Juan Carlos Valdivia
15 de diciembre del 2014

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