Manuel Gago

Poseídos

Fechorías y maldades azotan a la sociedad

Poseídos
Manuel Gago
31 de enero del 2024


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La caída (Der untergang, 2004), la película sobre los últimos días de Adolfo Hitler, del Tercer Reich y de la Segunda Guerra Mundial. La cinta contiene escenas dramáticas. Allegados al Führer pidiéndole seguir al frente de una guerra perdida, implorando de rodillas al jefe y guía. Y también el escalofriante proceso de envenenamiento de los hijos de Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi. 

Según la crítica, la película es hasta el momento la más impactante de su género. Los hechos en el búnker de la cúpula alemana están basados en recuerdos de la secretaria de Hitler. La cinta muestra también un Berlín devastado por las bombas lanzadas antes de la entrada de los rusos a la ciudad. Los fanáticos nacionalsocialistas completan las atrocidades. Los pobladores que intentaban escapar del asedio eran fusilados y ahorcados.     

Los actores transmiten una realidad espantosa: sumisión absoluta al jefe y guía. Enajenación brutal. Las maldades existentes y por experimentar fueron desencadenadas y multiplicadas por gente poseída por un liderazgo arrollador, no solo en Alemania sino también en otras naciones europeas. Más de cinco millones de judíos fueron asesinados con la complicidad de hasta niños y jóvenes ganados por el nazismo. En nombre de una supuesta limpieza y hegemonía raciales también fueron perseguidos gitanos con la venia popular.  

La película actualiza las distintas maneras de sujeción humana. Un ejemplo cercano son los cuadros senderistas que entregaron su voluntad al Partido Comunista del Perú y a su líder Abimael Guzmán. La comparación no es caprichosa ni exagerada. Recordemos como Elena Iparraguirre –después de la captura del cabecilla del senderismo– intentaba impedir que Guzmán sea tocado por los policías. Para ella sería un sacrilegio contra la venerada y proclamada Cuarta Espada del Marxismo. Debía evitar semejante ofensa. Si bien los coches bomba, los tiros de gracia, los juicios populares, las extorsiones, las amenazas a dirigentes izquierdistas, los asaltos de autobuses y espionajes a parientes, amigos y vecinos se distancian del suicidio en nombre del Führer, la lealtad al senderismo trasciende, sobrevive, es perpetua, llega hasta la muerte. Es la ideología en lo más profundo de las entrañas.   

Un Guzmán bailando el tema de la película Zorba el griego en medio de su cúpula consentidora es siniestra por la media luz del lugar y los vestidos oscuros de los personajes. Ciertas escenas de La caída –borrachera, orgías sexuales, balazos despiadados, esvásticas y cruces de hierros en uniformes pulcros y maltrechos de la oficialidad y tropa– van de la mano con esa media luz maoísta. Entre aplausos, la plana mayor del senderismo alentaba los chasquidos de dedos de un Guzmán que se dejaba llevar por la música.   

Por la debilidad humana y la entrega de su voluntad, otros con ese poder adquirido deciden los destinos de la población. El dominio de Hitler llegó al extremo de inducir al suicidio a sus seguidores. Bastaron panfletos y exposiciones públicas para extender rápidamente esa ideología de odio. 

Y así como el nazismo, el senderismo y fundamentalismos políticos y religiosos se sostienen por almas poseídas. La delincuencia que azota a la sociedad es también consecuencia de una enajenación. La naturaleza pecaminosa del hombre, sin necesidad de mayor argumentación, conduce a la destrucción de la humanidad. Liderazgos provenientes del narcotráfico –la madre de todas las criminalidades– aliada de proyectos políticos dedicados a extremar la convulsión social con fines de destrucción económica, social y política, son tan peligrosos como el nazismo y senderismo. En todos ellos, como la historia lo demuestra, la crueldad no tiene límites. Hoy, por los medios a disposición, los caminos hacia la criminalidad son muchos y diversos. Sujetos sin respeto por la vida hacen de sus fechorías y maldades un modelo para otros.

Manuel Gago
31 de enero del 2024

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