Por sus actos los juzgaréis

Por las actuales condiciones económicas y políticas que vivimos, no se requiere ser pitoniso para señalar que al final de la pandemia notaremos con claridad los efectos de las políticas asumidas en su tratamiento: mayor pobreza, informalidad, desempleo, quiebra de empresas y proyectos de emprendimiento, capital humano seriamente afectado, descenso de las inversiones, limitaciones de una famélica Caja Fiscal para responder a necesidades de sectores seriamente afectados, e incremento de conflictos. Una situación que debemos asumir todos.

Conociendo las reducidas capacidades del Ejecutivo para asumir esta tarea, se esperaba, en términos autocríticos, una convocatoria a partidos políticos y sectores comprometidos con los destinos del país, a fin de reorientar el errático camino por el cual nos deslizamos, dando curso a la conformación de un gabinete de “amplia base”. Sin embargo, la semana pasada fuimos sorprendidos por una decisión presidencial de cambiar algunos ministros, incluyendo al premier. 

Tras la juramentación y quizá como un “intento de corrección”, Martín Vizcarra afirmó: “Se requiere de unidad y fuerza para sacar adelante al país”; mientras que Pedro Cateriano, deslizó un mensaje de salvación al Congreso, señalando: “Seguir con las interpelaciones afectaría la estabilidad política del gabinete”. Al mismo tiempo mostró su premura, indicando a la prensa: “He planteado al presidente del Congreso un pedido: presentarme ante el pleno del Legislativo para que, de acuerdo a la Constitución, pueda sustentar el programa de Gobierno y solicitar el voto de confianza antes del 28 de julio, en vista de la urgencia que estamos atravesando”.

Acostumbrados al asombro y al destierro de la autocrítica, emerge la duda sobre las intenciones de esta propuesta. Recordemos que en los últimos 40 años los presidentes del Consejo de Ministros han actuado como secretarios de los gobernantes de turno, lo cual hace difícil comprender la premura por presentar el programa de gobierno, cuando en ocho días, y a un año de fenecer su mandato, el actual presidente presentará su “plan de cierre”. 

En ese contexto, resulta oportuno, en primer término, recordar a los congresistas que, en el marco de su autonomía y de las funciones legislar, ejercer el control político del Estado y representar a la Nación, deben entender que en las acciones políticas, la toma prematura de decisiones constituye un error, y a fin de evitar sorpresas, es preferible esperar el mensaje del 28 de julio. En segundo lugar, importa recordar al señor Cateriano, que el principal problema a resolver es la desconfianza en el gobierno y el mal uso de los recursos del Estado, evidenciados en aspectos que generan indignación y protestas: sometimiento de los poderes Legislativo y Judicial, institucionalización y apañamiento de la corrupción, confinamiento de la ética en los diferentes ministerios, mal uso del presupuesto y su orientación hacia ciertos sectores privados, la manera engañosa y poco transparente con que se aborda la actual crisis sanitaria, entre otros. Por tanto, su preocupación, en el poco tiempo que queda, debería estar dirigida al respeto de la Constitución y a mejorar las condiciones de gobernabilidad, para marchar hacia la estabilidad política del país. A fin de disminuir los conflictos que se avecinan y menguar el crecimiento de posiciones antisistema, le corresponde instruir a sus ministros a transitar por el camino de la honestidad, honrar el bien común y trabajar con responsabilidad, pues al final, por sus actos serán juzgados.