Jorge Varela
Políticos ineptos en el camino sudamericano
Cada vez hay más truhanes, mentirosos y bufones
¿Qué pasa en derredor? ¿Por qué esa pertinacia nihilista que conduce al conflicto, al desencanto moral y nos empuja estrepitosamente al vacío?, a sabiendas de que la nada es el no-ser. ¿Por qué darse vueltas en torno al mismo eje, como si no hubiera alternativas éticas, ni opciones racionales de salida? ¿Por qué esta atracción por repetir el ayer maldito? ¿Por qué volver al tiempo ido? ¿Cuál es el afán de recuperar lo que fue y ya no es?
Tiempo de esperanzas muertas
¿Será que se espera el desenlace de una tragedia? ¿O será que se espera a alguien con un aura diferente? ¿Quién será él o la que ha de venir? ¿Habrá espacio y tiempo suficiente para nuevos salvadores? Un conocido expresidente chileno dijo que era necesario reemprender el camino; pero si él lo reemprendió y fracasó. Políticos de países vecinos también lo han intentado en nuestra América: los peronistas Menem y Kirchner en Argentina, Lula en Brasil, Morales en Bolivia, Maduro en Venezuela, incluso Bachelet y Piñera en Chile.
Acontece que millones de ciudadanos del vecindario sudamericano se cansaron de que les anunciaran buenas nuevas que pronto devinieron en tragedias viejas; no quieren más redentores, ni milagreros, ni profetas falsos, ni cínicos, ni payasos, ni mentirosos maquiavélicos. Durante décadas han visto cómo al final del camino las promesas abandonadas aparecían muertas y resecas, en medio de un trayecto que no tenía destino.
Falta luz, más luz
¿Cuándo llegará ese momento en que el cielo nuboso se abra para dar paso a la luz y al viento limpio? Es lo que están esperando con ansiedad los nacidos en Bolivia, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, México, Venezuela…
¿Será suficiente con restablecer el diálogo, como se ha propuesto? Para generar confianza y construir acuerdos, no basta con reconocer culpas, desvaríos, diferencias y errores; tampoco con ingresar a una zona de silencio expiatorio. La improvisación discursiva, en tanto instrumento artesanal propio del orador soberbio, es un recurso que puede hundir a cualquier charlatán en situación psíquica de indigencia, al percatarse tardíamente de sus carencias y de que solo cuenta con apoyos míseros.
En circunstancias deprimentes y complejas ni mil discursos de frases cortadas entre resuellos, ni un simple dispositivo electromagnético que lo auxilie oportunamente, ni una malla protectora de comunicadores, servirán para impedir el resbalón del personaje que erra o miente. Es el costo inevitable de bailar al ritmo de tantas volteretas: perder el equilibrio y precipitarse de bruces al suelo de la adversidad o en última instancia permanecer atascado para siempre en algún pasaje del laberinto político.
Así funciona la democracia
Si un jefe de gobierno, mientras intenta reflexionar, divaga confundido entre sus lecturas y la real-realidad que lo atenaza, sin poner en orden su mente y sus ideas y sin evitar que sus actos entren en contradicción, su futuro será de color oscuro difuso y es posible que el abismo lo succione si insistiere en acercarse a la orilla de la inconsecuencia donde el riesgo de caer es inminente.
Para dialogar con seriedad se requiere actitud moral, voluntad recta, honestidad espiritual, consecuencia entre lo que se dice y lo que se hace, ponderación, estatura y credibilidad ética. Es decir, virtudes escasas en el ágora y en el mercado multicolor de estas tierras.
La opinión formada y juicio positivo de aquellos ciudadanos que conforman el cuerpo político respecto de la sapiencia y criterio del gobernante elegido como autoridad superior, al que han decidido otorgar mandato temporal, es esencial para establecer ese vínculo de confianza mínima indispensable para construir unidos el bien común general. De ahí que cuando cesa la credibilidad en quien depositaron un poder transitorio, es porque el cordón umbilical que les ataba se ha cortado para siempre.
Por eso si incluso los compañeros del jerarca cuestionado, después de vilipendiarlo y de pedir su renuncia, cambiaron impúdicamente de opinión y decidieron volver a apostar por él, significa que el estado de confusión mental también se ha radicado en ellos y debieran someterse a exámenes psiquiátricos.
¿Será posible que los acontecimientos tomen una senda distinta? Esta es la democracia en toda su desnudez y esplendor, estimado lector. Así funciona este sistema de convivencia llamado democracia: es su fisiología. Digámoslo de otro modo: es su naturaleza, su esencia, quizás su alucinante e incluso delirante razón de ser y no ser a la vez.
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