Jorge Varela
Peruanos en Chile
Su aporte a la unión de nuestros pueblos

La cercanía de un próximo aniversario de la hermana República del Perú me ha parecido la ocasión propicia para tributar un merecido homenaje a tantos de sus hijos que han dejado huellas en Chile, cuyo valioso aporte a nuestra cultura es uno de esos legados mejor guardados de su paso por la vida. Algunos de ellos llegaron en momentos difíciles para su existencia y para nuestras naciones, buscando un destino nuevo con la esperanza puesta en encontrar acogida, amor y amistad. Otros anhelaban entregarnos el tesoro de su arte, de su música, sus conocimientos, su experiencia.
Artistas de renombre
Comencemos por los artistas, entre los cuales es imprescindible nombrar a María Isabel “Chabuca” Granda, compositora de “La flor de la canela”, la del puente de la Alameda limeña, quien ha sido homenajeada mediante una estatua ubicada en Recoleta en la ciudad de Santiago; a Lucho Barrios, sus valses, boleros y canciones en las que destaca “La joya del Pacífico”, verdadero himno-emblema del puerto de Valparaíso que él internacionalizara con acento distinto; a Luis Garreaud de Mainvilliers Fernández, conocido como Lucho Córdova, tremendo actor, dramaturgo, director de teatro y cine. Este portento de los escenarios colaboró en los años cuarenta con Pedro de la Barra en poner los cimientos del Teatro Experimental de la Universidad de Chile. Al final de sus días su voz estaba desgastada, casi inaudible, después de tantas actuaciones geniales.
Chefs y empresarios gastronómicos
En el curso de la historia reciente no es admisible omitir a un grupo valioso y numeroso de embajadores de la gastronomía peruana que nos conquistaron con sus delicias y cambiaron el gusto de nuestros paladares. Entre ellos hay que mencionar a: Gastón Acurio uno de los chefs más famosos del mundo; a Emilio Peschiera; a Marco Barandiarán, el mismo que expresara: “la sociedad existe en el mundo gracias a la comida, el día que los hombres descubrieron el fuego, dejaron de ser nómades y recolectores. Hicieron el primer asado, conversaron, luego comieron, e hicieron la primera sobremesa de la historia. Así nace la sociedad. Esto es sólo el comienzo del gran cambio que viene”. Su idea: unir Chile y Perú por el estómago. (“The Clinic”, 26 de septiembre de 2012)
Un párrafo especial para Ciro Watanabe, ese ‘maestro’ de la cocina muerto tan tempranamente, quien en 2018 realizó en conjunto con la Junaeb (Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas) un proyecto para incluir platos de las comunidades migrantes en el menú estudiantil. A Ciro se le pidió adaptar al paladar de niños chilenos una receta de ají de gallina de su compatriota Gastón Acurio. Se trataba de un proyecto que le apasionaba. “Me gusta cocinar en olla, porque es la comida que más me gusta, y sobre todo porque mi ají de gallina lo comerán niños cuyos padres nunca podrán venir a mi restaurante”. (diario “La Tercera”, 6 de junio de 2020) Su sentido del humor y sus carcajadas fuertes y contagiosas aún resuenan en estas tierras.
Intelectuales, políticos y periodistas
En medio de tantos sabores, de condimentos, de enjundia, de tanto amor, se nos viene a la mente ese primer aluvión anterior de grandes intelectuales que nos trajeron luces, razones, ideas, lenguaje, buena escritura y dicción, cuando ni siquiera corría la media centuria pasada.
Cómo olvidar a Alberto Wagner de Reyna, destacado filósofo, discípulo de Heidegger, diplomático de fuste que estuvo acreditado en Santiago entre los años 1949-1961; al gran Luis Alberto Sánchez, tres veces rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, autor entre otros libros de “Visto y vivido en Chile”, (Editorial Tajamar, Santiago, 1975); a Manuel Seoane Corrales el “Cachorro”, político y periodista cofundador del APRA junto a ese gigante andino Víctor Raúl Haya de la Torre. Hacia 1936 Seoane era director de la revista chilena “Ercilla”, en la que trabajaron otros destacados peruanos. El equipo traductor de “Editorial Ercilla”, contó con el escritor Ciro Alegría, el poeta Alberto Hidalgo, además del mencionado Manuel Seoane, y tuvo como Jefe de Talleres al prestigioso editor limeño Fernando Rosay.
Otro ser brillante fue Julio Lanzarotti, también director de “Ercilla”, del semanario “La Voz” y de la revista “Desfile”. En opinión del periodista chileno Luis Alberto Ganderats: "este hombre tímido, enemigo del estrépito, mezquino con su imagen y su nombre, ha influido como ningún otro –creo yo– en el buen periodismo masivo de Chile. Desde cerca o desde lejos, por competencia o admiración, los discípulos le han ido brotando sin que él se lo propusiera. La influencia suya se ha hecho sentir por más de 45 años y seguirá multiplicándose. Está presente aunque él no se lo proponga, y seguirá ocurriendo lo mismo aún si fuera cierto que él ha muerto, como algunos andan diciendo”. (texto de 1984, año del fallecimiento de Lanzarotti) (“Maestros del Periodismo”, Juan Ramón Silva y Alfonso Calderón, Editorial La Noria, Santiago)
En otra vertiente ideológica, ¿qué decir de Eudocio Ravines?, autor de los libros “El camino de Yenán” traducido como “La gran estafa”, “Capitalismo o socialismo, La disyuntiva del siglo” y “El rescate de Chile”, (publicado el año 1974). Desilusionado del marxismo estalinista su mensaje resuena fuerte a través del tiempo.
Líderes del APRA en Chile
Muchos apristas lograron enriquecer y transformar la escena político-cultural chilena. Antes que comenzara la década de los cuarenta Chile se convirtió en un ámbito político seductor y cosmopolita para muchos exiliados del continente.
El vínculo de Haya de la Torre con el continente y, en especial, con Chile, fue destacado por un gran dirigente del APRA. Según Luis Alberto Sánchez, Haya de la Torre expresó lo siguiente: “chileno y vendido al oro chileno me llamó la prensa de Leguía en 1923. Yo sé que un día, –como lo dije en Chile en 1922–, la unión de nuestros pueblos será una realidad”. “Entonces, el ridículo sangriento envolverá a los hombres que han hecho la plataforma política de un odio que jamás han sentido”. (Sánchez, 1934) (“Apristas en Chile: circuitos intelectuales y redes políticas durante los años 1930”, Sebastián Hernández Toledo, “Revista de Historia y Geografía Nº 31, Santiago, año 2014)
Por todos estos testimonios nacidos del alma, demostraciones de cariño, de afecto y mucho más, a todos mis hermanos andinos les ofrendo este reconocimiento humilde, sincero y fraterno. ¡Viva el Perú!, en sus 202 años de Independencia. ¡Viva Chile!
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