Pedro Corzo
Perú, otra vuelta de tuerca
Autoridades que ven el poder como un trofeo personal

El electorado tiene una abierta inclinación a elegir gobernantes sin historial partidario, individuos que pudieran identificarse como ajenos al sistema político tradicional o abiertamente antisistema. Pero esos sufragistas están jugando con un fuego particularmente peligroso que los puede conducir a no elegir más, sino simplemente a refrendar la voluntad de los autócratas.
No es que los políticos tradicionales hayan actuado bien –al contrario, considero que tienen una gran responsabilidad en las frustraciones de los votantes–; pero sí se aprecia en ese sector una mayor comprensión de las diferencias, más tolerancia y una inclinación a la alternabilidad. Algo que les falta a los “exploradores políticos”, que ven el gobierno, el poder, como un trofeo personal, y no consideran que fueron electos como representantes de la sociedad, sino como cazadores exitosos de una presa que resultó ser más fácil de lo que imaginaban.
Recuerdo que en la Cuba de los años sesenta, incluso en el presidio político se denostaba de la política. Decir en aquellos predios de que te gustaba la política era incurrir en herejía porque paradójicamente para muchos de los encerrados, lo correcto era expresar que eras revolucionario. Algo similar al lenguaje oficial del régimen.
La política era ampliamente rechazada por un sector de la sociedad cubana. Las experiencias de muchas personas en ese campo habían sido negativas; y es que no puede negarse que es una actividad en la que un pillo puede prosperar rápidamente. Muchos lo han hecho, si acceden a un electorado ingenuo e incapaz de defender sus prerrogativas. Sin embargo, tengo la convicción de que la maldad de estos políticos empalidece ante la disposición de los depredadores del populismo por cambiar el mundo y transformarlo en estrecho y propio, contrariamente a lo que pregonaba el peruano Ciro Alegría.
Escribo esto pensando en Perú y en su flamante presidente Pedro Castillo. Tengo la certeza de que el pueblo peruano eligió su peor futuro, y ojalá me equivoque. Todo indica que tomaron la ruta en la que los electores no vuelven a errar, porque a partir de ahora es probable que solo haya votaciones.
Castillo en su toma de posesión hizo recordar a dos déspotas inolvidables: Evo Morales con sus rituales que evocaban una coronación y Hugo Chávez con su cambio de constitución. Estos dos sujetos instrumentaron un discurso de odio y sectarismo en todo el hemisferio. Usaron los conocimientos acumulados de más de cuarenta años del totalitarismo castrista para promover un proceso de desestabilización de las democracias que estaremos padeciendo por mucho tiempo.
La humildad del nuevo Presidente peruano quizás sea sincera, pero ese es un sentimiento que muta rápidamente a soberbia, asumiendo entonces la convicción de que sus orígenes le confiere el derecho de cambiar la vida de los otros porque la suya cambió. Ejemplos de esta soberbia presidencial sobran en este hemisferio; y es que el poder, no solo el absoluto, tiende a envilecer a muchas personas que disfrutan actuando como señores feudales.
Según la autoridad electoral peruana el pueblo eligió a Castillo, un campesino, un maestro, uno de los suyos, un hombre que recordó en su último debate presidencial que él sí sabía lo que era barrer una escuela. Algo importante que ojalá no lo conduzca a poner en posiciones claves gubernamentales a otros barredores escolares, como ha ocurrido históricamente en todos estos regímenes que ponen de cabeza al país, situando a personas ineptas en la dirección del mismo. Ese fue el caso cubano, donde un asesino en serie como Ernesto Guevara fue designado presidente del Banco Nacional y firmaba en los billetes “Che”, una afrenta al país.
Otra característica de Castillo es su estribillo “palabra de maestro”, con la que cierra sus argumentos. Maestro es una condición muy especial en cualquier sociedad, siempre y cuando el Presidente no se haga la idea de que esa categoría le confiere atributos especiales y conocimientos únicos.
Por último, la elección de Pedro Castillo ha sido un factor que ha estimulado a la izquierda latinoamericana, aunque por suerte para el Perú no cuenta con la mayoría en el Parlamento. No obstante, hay una maniobra que puede ejecutar: la convocatoria a una asamblea constituyente originaria, tal y como hizo Hugo Chávez, lo que le generaría nuevos espacios de poder.
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