Oscar Silva Valladares

Pasividad militar de San Martín en el Perú

Los notorios errores estratégicos del Libertador del Perú

Pasividad militar de San Martín en el Perú
Oscar Silva Valladares
25 de julio del 2024


El desempeño militar de San Martín durante la campaña libertadora en el Perú es polémico. Por un lado se ha resaltado su anterior labor pionera en la formación de cuerpos profesionales de caballería desde 1812, esfuerzo que se materializa años después en la victoria de Junín en 1824. También se resalta su visión y perspicacia al aceptar en 1814 la gobernación de Cuyo en Mendoza al percibir su importancia geográfica en las futuras contiendas por su cercanía a Chile. Se dice que a su salida en 1822 el Perú contaba con un ejército de 10,000 plazas “fuerte, bien organizado y capaz de resistir con provecho a sus enemigos”, y había creado la armada peruana que contaba con 8 buques de guerra.

Sin embargo, fuera de la captura de la Esmeralda en noviembre de 1820, labor ejecutada por Cochrane y que San Martín pretendió haber conducido, y de la desaprovechada victoria de Arenales en Cerro de Pasco en diciembre de 1820, no hay otro mérito militar significativo durante su estadía en el Perú. Se afirma que San Martín, con mayor audacia, pudo concluir la independencia del Perú. Su falta de decisión cuando rehusó atacar al general español Canterac en Retes en enero de 1821 causó gran disgusto y frustración en su jerarquía militar, especialmente porque las tropas españolas estaban disminuidas por el gran número de desertores.

A principios de julio de 1821 San Martín frustra una oportunidad histórica al no haber tomado la iniciativa contra las debilitadas tropas españolas que evacuaban Lima y al ordenar el alejamiento de las tropas del general Arenales destinadas a hostigar a los realistas. Arenales recibió de San Martín instrucciones de no arriesgar sus tropas si no tenía garantía segura de victoria. Este incidente (agravado por otras órdenes de San Martín previniendo a las guerrillas la hostilización de las tropas realistas durante su retirada y ordenando a Arenales el repase de sus tropas hacia el otro lado de la cordillera) es el más criticado del desempeño de San Martín y en gran medida oscurece y minimiza la proclamación de la independencia en Lima días después de la retirada realista.

Dado el fortalecimiento de sus tropas en la sierra luego del armisticio de Punchauca, Arenales estuvo convencido que el ejército español podría haber sido completamente aniquilado de haber sido atacado a su salida de Lima, y su crítica al liderazgo de San Martín en el contexto de este evento es punzante al recordar una frase de Napoleón: “jamás di instrucciones a mis generales; les mandé marchar y vencer.” Como epílogo de este evento, merece recordarse el comentario de Canterac a Sucre luego de la batalla de Ayacucho mencionando que no se explicaba cómo no fue atacado por las tropas independentistas a su salida de Lima en 1821.

Las consideraciones políticas y el rol de su ministro Bernardo Monteagudo en la prevención de acciones militares han sido también cuestionadas, por ejemplo al emitir San Martín en setiembre de 1821 contraórdenes a su jefe de estado mayor Juan Gregorio de Las Heras durante su persecución a Canterac luego del frustrado intento de éste sobre Lima y el Callao, aunque se dice también que la renuencia a perseguir a Canterac fue causada por disensiones internas de la jerarquía militar independentista que ya conspiraba contra San Martín. En ese momento, San Martín desaprovechó la oportunidad de batir decisivamente a Canterac, por haber hecho el general español una retirada precipitada e ineficiente, y de atacar también a La Serna cuyas fuerzas eran comparativamente débiles. Esta renuencia de San Martín ocasionó la protesta y renuncia de Las Heras.

Cochrane es uno de los más severos críticos del accionar militar de San Martín en el Perú, resaltando en sus Memorias la vacilación y reticencia del rioplatense a enfrentar a las tropas españolas desde su llegada. Cochrane cuestiona también el armisticio de San Martín con La Serna de mayo de 1821, ya que según él cortó el impulso de las tropas independentistas y la posibilidad de atacar Arequipa, aunque contrariamente a la opinión de Cochrane, Arenales afirma que el armisticio permitió a los independentistas dedicarse al entrenamiento, reclutamiento y aprovisionamiento de sus tropas en la sierra central. San Martín fue también acusado por Cochrane de propiciar la defección de marineros de la flota chilena mediante presión al no pagar sueldos devengados e inclusive impidiéndoles regresar a sus naves cuando estaban en recreo, y algunos historiadores alegan que la razón de San Martín al propiciar la deserción de los marineros era establecer una flota peruana. 

La pasividad militar de San Martín tiene diversas y contradictorias explicaciones. Por un lado se dice que reflejaba una estrategia basada en cambiar la opinión pública en favor de la independencia a través de la propaganda y ejecutar una guerra de estratagemas destinada a desmoralizar al ejército realista manteniendo la integridad del ejército independentista. Puede aducirse también que San Martín impidió el ataque de Arenales a Canterac a la salida realista de Lima en julio de 1821 para evitar acontecimientos que podían oscurecer o trabar su decisión política de proclamar la independencia en Lima días después. Finalmente, se dice que su conducta solo reflejaba su deterioro físico y mental: Cochrane explica la influencia de Monteagudo en el gobierno como resultado de las limitaciones de San Martín dado su abuso del alcohol y opio. También se señala que el ambiente y la molicie de Lima debilitaron no solo su juicio sino además la disciplina de sus tropas.

Se afirma también que la conducta de San Martín reflejaba sus intereses monárquicos y, por ello, la necesidad de no llegar a una confrontación abierta con los realistas y preservar su fuerza militar para facilitar sus motivos políticos ulteriores. Desde esta óptica, su inercia fue el resultado de una expectativa de llegar a un acuerdo con los realistas respecto a su iniciativa monárquica la cual habría requerido contar con el apoyo de las tropas españolas ante el temor a un colapso social que no era atractivo ni a los realistas ni a las fuerzas independentistas. Las negociaciones con La Serna iniciadas en Punchauca en abril de 1821 continuaron luego de la desocupación de Lima por los realistas a inicios de julio de 1821, lo cual parece explicar la renuencia de San Martín de atacar a los realistas durante la evacuación.

Como conclusión de este análisis, la proclamación de la independencia del Perú en julio de 1821 es interpretada como una formalidad y resultado de una transacción temporal entre los realistas, el ejército libertador y la élite limeña. Otra explicación de su inactividad son los escollos de política interna que tuvo que enfrentar y sus expectativas respecto a la llegada de tropas colombianas. El intento de San Martín de iniciar una expedición naval conjunta peruano-chilena en la península ibérica después del triunfo de Pichincha en mayo de 1822 es un hecho curioso sin mayores repercusiones.

El envío de tropas en ayuda de Sucre para la campaña de Quito a inicios de 1822 es considerado asimismo como un gran desacierto al haber este hecho forzado a San Martín a la inmovilidad frente a la continua amenaza española. En abril de 1822 la derrota independentista en Ica (Macacona) es atribuida a la errónea decisión de San Martín, en su afán de promover liderazgo militar peruano, de dar el mando a Domingo Tristán, militar sin mayores méritos fuera de su prominencia social quien fue ascendido a general luego de haber sido coronel de milicias, y a Gamarra, quien hasta ese momento no merecía confianza dado su anterior desempeño mediocre a las órdenes de Arenales.

Otro hecho de menor importancia militar aunque de cierto significado cultural, y que no parece haber sido investigado en detalle, fue la orden de San Martín de otorgar atención médica y luego libertad para marchar a España en beneficio de Ricafort, militar español que cae prisionero en agosto de 1821 y que era conocido por su crueldad cuando había sido intendente de La Paz a finales de 1816 y durante la represión a los indígenas de Cangallo en diciembre de 1820.

San Martín incurrió en triple ignorancia sobre el valor de Lima, el potencial de los recursos indígenas en la sierra y el medio geográfico que permitió flexibilidad a las operaciones realistas. El error estratégico de sobrevalorar la importancia de la ocupación de Lima fue demostrado por el carácter prescindible de la capital al haber sido ocupada con intermitencia por los realistas y los independentistas hasta el final de la guerra. Los recursos disponibles y el medio permitieron que las tropas realistas se rehicieran y consolidaran en la sierra, ocasionando la recuperación dramática del poderío militar español y ofreciendo una resistencia formidable que solo pudo ser vencida con la intervención de Bolívar.

En una comunicación a Santander en setiembre de 1822, Bolívar hace una crítica sutil a San Martín al decir que en Lima más se había pensado en poner las tablas del trono que en liberar los campos de la monarquía.

Oscar Silva Valladares
25 de julio del 2024

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