Miguel Rodriguez Sosa

Pasando de la política en Madrid

Un comparación entre las coyunturas políticas peruana y española

Pasando de la política en Madrid
Miguel Rodriguez Sosa
24 de junio del 2024


Es uno de mis hábitos leer a diario publicaciones en X y en el Facebook. Y ahora, fuera del país por unos días más, las que conciernen a la escena política peruana, que vista desde adentro parece, por momentos como el de ahora, en fase crítica y terminal; y vista desde afuera, parece necesitar una cruzada salvadora, de esas en las que había que cargar a degüello contra todos, que Dios distinguirá a los suyos.

Hay quienes quieren presentarla como una nueva edición de las siete plagas cayendo sobre el corrompido Egipto y activistas lanzan clamores demandando una movilización social reparadora que no tiene visos de acontecer y entonces resuenan sus lamentos por la apatía ciudadana. Alguien pudiera creer que esos voceríos desgarrados del progresismo zurdo tienen escucha en el exterior del Perú, que son en alguna medida influyentes formando opinión. Estaría en el error.

 Es una tarde soleada y larga la de Madrid en primavera. Sentados en una ventilada terraza próxima a la estación de Puerta de Atocha disfruto unos vermut acompañados por gildas picantes, con mis recientes conocidos españoles y un viejo amigo limeño que reside allí bien plantado desde inicios del siglo; saben que estoy de visita por unos días.

–El Perú es un país donde es poco costoso comer bien y visitar monumentos arqueológicos espectaculares, pero nada más –dice uno de ellos y me mira como demandando un juicio o un gesto mío. Bebo mi copa sin comentar.

Su pareja es una profesional peruana residente en Madrid hace varios años, con familia en Lima, lo que me hacía suponer que el Perú sería un tema doméstico de conversación. Con las horas me di cuenta que estaba equivocado.

–He estado ahí tres veces y siempre disfruté mi viaje, pero hace varios años de eso –habla otro y lo encaro:
 –¿Volverías?
 –Por ahora no. Creo que sería peligroso estar en Lima.
 –¿Por qué?
 –Creo que hay mucha inseguridad por bandas criminales, como en Ecuador o en México.

Compongo una expresión de curiosidad insatisfecha y el madrileño se justifica diciendo que lo ha leído por ahí. Me tomo varios minutos en exponer con parsimonia mi apreciación de la amenaza criminal en el Perú, enfatizando que no es tan grave como en los países mencionados. Nadie comenta ni opina y me queda la sensación de que la información que tienen sobre el tema es asaz superficial, aunque recibo miradas de escepticismo o de suspicacia que obligan al cambio de tema, sin embargo lo hago en modo lancinante.

–¿Y de la situación política del Perú qué opinan?

Mis contertulios cruzan miradas delatoras; es claro que mi pregunta les parece impertinente o tal vez sólo desagradable.

–Hay poco sobre el Perú en la prensa escrita y en la TV. Eso ya te dice algo, ¿no? –capto la sutileza–. Tienen ustedes un gobierno impopular, ¿vale? Su presidenta con muy baja aprobación. –El comentario se escucha como una cortesía forzada ante mi interés.

Mi amigo peruano permanece indiferente al tema y uno de los peninsulares alega.

–Mira, si aquí no nos interesa mucho la política de nuestro propio país, entenderás que menos todavía la de uno ajeno.

–No es que seamos apolíticos, sino que pasamos de discutir la cuestión política porque a nada conduce; no es un tema amable.

–Entre los que hemos crecido en los últimos cuarenta años o algo más, a diferencia de los con más edad y memoria, hay un creciente desencanto con la cosa política, con lo que hacen los políticos –dice otro.

Soy una veintena de años mayor que la mayoría de los presentes y creo entender su desazón, pero intento motivarlos mostrándome interesado en la escena política española y menciono que el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, tiene una desaprobación de dos tercios de los consultados en encuestas, en tanto que esas u otras encuestas muestran un deterioro de la representación política: un 60% de españoles no se siente representado por alguna fuerza partidaria y un 85% percibe que los políticos están desconectados de la vida de los ciudadanos. Mi información es recibida con indiferencia.

–Puede que sea como tú lo dices. Los políticos no son figuras atractivas y puestos a escoger, hablo por mí –dice uno– preferiría ser gobernado por técnicos competentes y no por negociadores de intereses, que eso son los políticos.

 Es una opinión que parece recabar el consenso de los presentes.

–Bueno –aseguro mi posición en solitario– estoy aquí creyente en que personas con estudios y buenas colocaciones como ustedes tendrán una valoración de la situación política en España y en Europa en lo que les pudiera concernir. Supongo que han votado en las elecciones para elegir representantes al Parlamento Europeo.

Me despacho con mi apreciación sobre el resultado de ese comicio para España, la contienda entre el Partido Popular con ligera ventaja sobre el PSOE y resalto que se han “fagocitado” a Ciudadanos y a Sumar, respectivamente. Para rematar expresando la presencia en el Europarlamento del provocador ‘Alvise’ Pérez con su fuerza anti-política Se Acabó la Fiesta. Mis contertulios se muestran imperturbables pero algo rígidos.

El peruano me hace carantoñas moviendo las cejas y entiendo que si sigo con el tema es la amistosa reunión la que se va a acabar. Así que pasamos a otros temas: libros y autores, y se reanimó la conversación con varias rondas de copas y banderillas; yo degustando unos estupendos cigarritos, mientras oscurecía, que en Lima ya no hay donde fumar con unas bebidas.

La reunión termina amigablemente caída la noche, nos despedimos y me retiro acompañado del limeño; caminamos fumando y le comparto mis impresiones sobre la indiferencia de los madrileños acerca de la política. Me da su opinión.

–Es una actitud casi generalizada. No es desinterés sino algo más complicado o tal vez mucho más sencillo, una aversión al discurso político, sea de derechas o de izquierdas. No va con los anhelos de la gente que se está labrando con su trabajo la buena vida que se merece y demanda más satisfacción de sus expectativas.

Lo escucho y marco la diferencia entre su observación de residente y la mía de visitante fugaz.

–En Lima lo que hay es aversión a los políticos, pero hay mucha actitud y opinión política.
–Que hay mucha y alborotada contraposición política e ideológica, quieres decir. Pero con deleznable calidad porque esos elegidos por los electores son tal para cual. Tú me entiendes.
–Te concedo, es probable que en buena parte el rechazo en las encuestas a Dina Boluarte y al Congreso sea una manifestación de transferencia de culpa de los electores, un negacionismo respecto de su propio voto.

Nos detenemos para encender otro cigarrito y él prosigue.

–Tal vez sea eso lo que los amigos españoles han sugerido con su renuencia a comentar sobre la situación política peruana, no por desconocimiento sino por cortesía. No los creo ignorantes; se enteran del asunto por las redes sociales y la prensa tanto como tú y yo.

–Bueno, mi impresión es que les interesa muy poco del Perú y menos de lo que al respecto se exprese en las redes sociales y sus contenidos al alcance de todos. Yo, por ejemplo, me hago una idea del acontecer político español por Twitter. De nuestros acompañantes esta tarde no he tenido alguna referencia a los formadores de opinión sobre la realidad peruana que son residentes en Madrid.

–¿Formadores de opinión en Madrid para españoles o para peruanos?

–Para ambos, supongo.

–No sé de alguno.

–Marco Sifuentes, Ocram, el de La Encerrona o Laura Arroyo de Canal Red, por ejemplo.

–¡Ah, ya caigo! Sé de quienes me hablas. Los veo a veces, cuando no tengo algo mejor que hacer, pero no he oído a españoles comentar de ellos. Si tienen alguna influencia en redes te aseguro que no es en este país.

–Sus contenidos que difunden en medios tienen eco en Lima por las redes sociales. Actúan para formar corrientes de opinión.

–Supongo que tendrás claro que hay diferencia entre pretender y conseguir. Si tuvieran influencia algo habrían conseguido con sus peroratas contra el gobierno, los parlamentarios y los políticos en general. No es así y el hecho es que sus mensajes no tienen efectos. ¡Por favor! Creí que mencionarías a alguien con perfil de periodista u opinante serio y no a activistas de poca sesera.

Estaba amoscado con la réplica de mi amigo y para resarcirme, mencioné que también personajes considerados “serios” como García Sayán eran publicados en prensa española con artículos pidiendo que la OEA le aplique al gobierno peruano la Carta Democrática Interamericana, o rebotaban opiniones de un precandidato presidencial del progresismo como López Chau calificando al gobierno de Boluarte como una “tiranía electiva” y hasta el anuncio del diplomático zurdo Rodríguez Cuadros amenazando con denunciar a la Boluarte ante la Corte Penal Internacional.

–A ver, cómo te explico –habló complaciente deteniendo nuestros pasos para dar fuego a otros cigarritos– ¿tú crees que esos personajes y otros semejantes con presencia mediática obtienen alguna influencia material sobre la situación que cuestionan, aquí o en el Perú, más allá de sus mensajes que se pierden en el espacio?

Me abstuve de comentarle porque advertí que si lo hacía me corría el riesgo de recibir de su entrañable amistad un merecido “¿estás tonto tú?”.

Miguel Rodriguez Sosa
24 de junio del 2024

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