Javier Agreda

Novelas no realistas

Una tendencia en la narrativa peruana del siglo XXI

Novelas no realistas
Javier Agreda
09 de noviembre del 2017

El escritor peruano Miguel Gutiérrez solía decir que existen básicamente dos tipos de narradores: los tolstoianos y los dostoievskianos. Los primeros son aquellos interesados en hacer en sus obras un retrato de la sociedad, la cultura y el momento histórico en el que viven. El mejor ejemplo en nuestro país serían las novelas de José María Arguedas o Mario Vargas Llosa. En cambio, los escritores dostoievskianos son aquellos que están más interesados en la psicología y el mundo interior de sus personajes. Como en algunas novelas de Alfredo Bryce y cuentos Julio Ramón Ribeyro, para seguir con los ejemplos cercanos.

Por supuesto, en este tipo de polarizaciones siempre surgen terceras opciones. Y en el contexto de la novela peruana del siglo XXI una de esas terceras líneas está constituida por aquellos autores que parecen huir de su contexto y desarrollan sus obras en mundos alternos, ya sean otros momentos históricos, universos literarios o fantasías puras. No se trata de novelas históricas ni de ciencia ficción, sino de novelas “no realistas” (por darles un nombre), ficciones que crean sus propias realidades.

En esta línea, el autor que tiene una mayor trayectoria es Luis Hernán Castañeda (Lima, 1982) quien debutó con la novela Casa de Islandia (2004), una fantasía metaliteraria en la que los personajes conviven con su autor, llamado Pierre Menard (como el personaje del famoso cuento de Borges). Su siguiente novela, Hotel Europa (2005), literariamente más arriesgada, está más cerca del universo del cómic. Las siguientes novelas de Castañeda —El futuro de mi cuerpo (2010), La noche americana (2011) y La fiesta del humo (2016)— cuentan con una mayor dosis de realidad, pero siempre mantienen aspectos irreales, fantásticos o metaliterarios.

Las obras de otros autores son el principal referente para los personajes de las novelas de Irma del Águila (Lima, 1966). En Moby Dick en Cabo Blanco (2009) la protagonista trata de recrear la visita que en 1956 hiciera el escritor norteamericano Ernest Hemingway a esa playa del norte del Perú. Y en La isla de Fushía (2016), la misma protagonista (un evidente alter ego de la autora) va tras las huellas no de un escritor, sino de la persona en la que se basa un personaje de ficción: Juan Fushía, de La casa verde (1966) de Mario Vargas Llosa. Pero la mejor novela de Del Águila es El hombre que hablaba del cielo (2011), un relato histórico que cuenta la vida de Esteban Quintero, un marino peruano tomado prisionero por los corsarios holandeses en 1615.

El escritor Sandro Bossio (Huancayo, 1970) se hizo conocido con su primera novela El llanto en las tinieblas (Premio BCR 2001), un relato ambientado en el puerto del Callao de hace trescientos años. Pero es su segunda novela, La fauna de la noche (2011) la que más se ajusta a la línea narrativa que estamos siguiendo. Se trata de un thriller cuyas acciones se desarrollan tanto en la violenta Lima de los años noventa como en la del siglo XVI. Pero la Lima más actual en esa ficción es una versión casi caricaturesca de la Lima real, demasiado recargada de truculencias y estereotipos. La más reciente novela de Bossio es El aroma de la disidencia (2017) ambientada en el Perú de inicios del siglo XIX.

Carlos Herrera (Arequipa, 1961) está identificado con la generación del noventa, pero en el presente siglo publicó la novela Claridad tan obscura (2011), que está también dentro de la línea que estamos siguiendo: una curiosa unión de novela histórica y relato “futurista”. Se narra la vida de Antonio Ruiz de Montoya (1585-1662), el jesuita peruano reconocido por su épica labor en las misiones de Paraguay; un personaje histórico lleno de contradicciones (de ahí el título del libro). Pero esta historia se cuenta desde una narración “marco” postapocalíptica: el autor de la biografía de Ruiz de Montoya que estamos leyendo es uno de los únicos cinco sobrevivientes después de una misteriosa catástrofe mundial. Así, Claridad tan obscura combina elementos de la épica clásica, las crónicas de la conquista, la ciencia ficción y la metaliteratura posmoderna.

Javier Ágreda

Javier Agreda
09 de noviembre del 2017

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