Darío Enríquez

¿Nos ganará la decadencia del siglo XXI?

Por momentos parece que no hay salida

¿Nos ganará la decadencia del siglo XXI?
Darío Enríquez
23 de agosto del 2022


Estamos viviendo una época de cambios. O como otros anotan, haciendo un juego de palabras, se trataría más bien de un cambio de época. La diferencia más importante con otros momentos de nuestra historia es que nunca, como hoy, hemos tenido una sociósfera y una infósfera extremadamente globalizadas. Nunca.

Lo curioso de esto es que la corriente de pensamiento que pretende ser hegemónica (en buena parte ya lo logró) es aquella que niega en forma sistemática, absurda y suicida los fundamentos de nuestra civilización. Y lo hace en forma explícita y abierta, tratando de controlar, dirigir y modelar un proceso que debiera ser espontáneo en sus raíces.

Si revisamos anteriores procesos de cambio en nuestra historia, es la primera vez que se enfrenta un mundo globalizado e interconectado casi al 100%. Ciertos eventos de nuestro quehacer cotidiano son propalados y difundidos –ahora sí– a todos los rincones de nuestro planeta. Se ha hecho realidad la fórmula urbi et orbi.

Desde el punto de vista filosófico, estaríamos viviendo la muerte de la razón y la lógica. En lo que parece una versión perversa de aquellas místicas visiones orientales de ascetismo, espiritualidad y autorrealización, se niega la razón y la realidad poco importa, puesto que nos aseguran que podemos modelarla según nuestra autopercepción. Relativismo puro y duro, llevado a niveles distópicos cuando se pretende erigir el “nuevo orden mundial” sobre esas bases.

Lo cierto es que, en ese “nuevo orden mundial”, se pretende eliminar la esencia de nuestros valores y nuestras virtudes. La cultura del trabajo asociado al talento y al esfuerzo está siendo liquidada. Esa cultura que fue protagonista central de los últimos 300 años en que nuestra civilización humana alcanza el mayor desarrollo material que pudimos alguna vez haber soñado. Se nos propone derechos (falsos y artificiales) sin que se cumpla con deberes que sustenten esos derechos. Peor aún, al no ser derechos que emergen de nuestra propia dignidad humana, sino caprichos constructivistas del poder de turno, estos “derechos” son “otorgados” por un Estado supremo, monstruoso y deificado.

Es entonces desde el estatismo salvaje que vemos ponerse en peligro las libertades humanas que fueron decantándose en 5,000 años de civilización. Ya no emanan de nuestra dignidad humana, y por lo tanto no son inalienables, sino que se trata de “constructos” sociales que el Estado supremo te quita y te da, a voluntad de los políticos encaramados en el poder.

Debido a ello es que ese principio fundamental de “poder limitado” para el Estado se invisibiliza cada vez más. Por eso se va perdiendo el concepto clave de una Constitución que nos defienda a los ciudadanos de seguros abusos que más temprano que tarde surgen desde el ejercicio del poder. Los falsos derechos que un Estado otorga dadivoso a ciertos grupos en desmedro de otros, son en verdad privilegios para los primeros y opresión contra los otros. 

Si no somos conscientes de cómo es que avanzan con las preparatorias para ese “nuevo orden mundial” que es estatista, opresor y liberticida, no podremos enfrentar con éxito la batalla sociocultural. Es precisamente ese escenario en el que los hegemones de ese nuevo orden pretenden liquidar a nuestra civilización. Saben que nuestras fortalezas están allí. Pero saben también que el bienestar material ha debilitado a las nuevas generaciones, quienes han perdido de vista el talento, esfuerzo y dedicación que implica producir bienes y servicios. Estas nuevas generaciones tienden a una visión aspiracional reducida a la de cómodos y a veces irredentos consumidores que poco o nada producen.

Defendamos la vida, la libertad y la propiedad como valores fundamentales. Volvamos a levantar el estandarte de Dios, patria y familia. Quienes legítimamente no son creyentes, deben ver con objetividad cómo es que terminarán sometidos al Estado-dios si no se unen a los creyentes en esta batalla sociocultural. Luego procesaremos nuestras diferencias en paz.

Darío Enríquez
23 de agosto del 2022

NOTICIAS RELACIONADAS >

Sunedu y la calidad de la educación universitaria

Columnas

Sunedu y la calidad de la educación universitaria

En el debate serio sobre la educación superior hay consenso &nd...

11 de abril
Fue una guerra civil, no de Independencia

Columnas

Fue una guerra civil, no de Independencia

Veamos hoy algo de historia. En verdad tenemos algunos hechos largamen...

05 de abril
¿De qué violencia hablamos y a quién defendemos?

Columnas

¿De qué violencia hablamos y a quién defendemos?

En principio, queremos compartir con nuestros amables lectores que est...

28 de marzo

COMENTARIOS