Manuel Gago
No hay quien doble las campanas
Ante la muerte de Abimael Guzmán

No me alegra la muerte de Abimael Guzmán. A diferencia de los que se regocijan con sus odios públicos, la muerte de Guzmán no puede ser ocasión para el júbilo de sus opositores, que son la gran mayoría de peruanos. No pues, así no se gana la guerra contra el colectivismo y totalitarismo. La lucha no es personal, es política e ideológica. Ninguna muerte puede ser motivo de algarabías, a lo mucho es motivo de reflexión.
La influencia de Sendero Luminoso en la sociedad ha crecido enormemente. De células clandestinas contadas con los dedos a la Presidencia de la República. Según la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), de 520 en 1980 a unos 2,700 a inicios de 1990. En 1992, según el jefe militar de Junín, se valió de sicarios del narcotráfico del Huallaga para ejecutar asesinatos selectivos. No nos engañemos, un importante porcentaje del 19% de los electores que votaron por Perú Libre en la primera vuelta electoral reciente simpatizan con sus organizaciones de fachada. Este avance es responsabilidad de la obtusa dirigencia política, económica y social. Desconocimiento mayúsculo creer que “muerto el perro, acabó la rabia”.
¿Cuándo se entenderá que el senderismo es una ideología y no un simple partido político? El avance del mercado libre, las nuevas clases medias y la disminución de la pobreza no han servido para sepultar al senderismo después de todas las muertes dejadas a su paso. Sigue vivo y coleando. Sus grupos que actúan en la sociedad son su fortaleza, preponderantes en el desarrollo cultural y educativo. Uno de ellos y el más importante –porque de él depende la formación de los niños– es la Federación Nacional de Trabajadores en la Educación del Perú (Fenate), sindicato reconocido recientemente por Castillo, antes Conare (vinculado a Movadef). Los padres no advierten a sus hijos sobre el senderismo; todo lo contrario, encaminados por sus profesores marxistas. El rebrote del senderismo “democrático” se inicia en los colegios y universidades. El plan de Guzmán ha rendido frutos. Sus seguidores están donde usted menos imagina.
El país es víctima de estrategias de penetración ideológica. La ingenuidad nacional le da cuerda a las directivas que surgen de la cúpula maoísta. Es parte de la destrucción de sus adversarios para tener la cancha libre, y la “victoria” de Pedro Castillo es la mejor prueba. En la clandestinidad, donde mejor se mueven los seguidores de Guzmán, han organizado al milímetro el fraude electoral pasado. ¿O no?
Hemos visto al nuevo senderismo en la plaza San Martín de Lima. Envidiable disciplina militar, levantando el puño izquierdo y coreando consignas cuidadosamente elaboradas para evitar ser acusados de apología al terrorismo. El nuevo Sendero Luminoso, el político y no el asesino, cobra vida con la muerte de su líder.
La muerte de Guzmán debe servir para conocer quién es quién. Según Vladimir Cerrón, el dueño de Perú Libre, “mientras existan grupos humanos privilegiados y otros explotados, la violencia encontrará tierra firme”. ¡Ojo, pestaña y ceja! Cerrón le advierte al país que la lucha armada no ha terminado, que nunca estuvo acabada, que está vigente porque existen miles de maneras de argumentar en favor de los explotados y en contra los privilegiados. ¿Pretende, acaso, ocupar el lugar de Guzmán, y ser depositario de su legado?
Este acontecimiento da motivo para conocer quienes permanecen firmes, hasta el tuétano, con los ideales de dolor, odio y muerte. No obstante, el país deberá aprender a convivir con ellos. Los demócratas y libertarios deben aprender a reducirlos con hechos y resultados, protegiendo los pensamientos e ideas de los jóvenes cueste lo que cueste. Es una tarea de todos.
“Nadie es una isla, cada hombre es un pedazo del continente; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida; la muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntas por quién doblan las campanas; doblan por ti.” John Donne, en Por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway.
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