“No”, el día del referéndum

Un importante sector de comunicadores ha dejado de ser lo que es la esencia del periodismo: la conciencia inalienable de la sociedad. Se ha vuelto sumisa, burlona, alcahuete y cómplice. No levanta banderas en contra de los peligros que acechan a la población. No logra distinguir una verdad estricta y firme de otra verdad edulcorada y camuflada. No tiene entrañas acusadoras que le quiten el sueño. Se alimenta y vive de la popularidad. En lugar de alejarse de la política, coquetea escandalosamente por el auspicio estatal y por las veleidades del poder. Escribe y habla para las felicidades personales, de grupo y clase, sin enfrentar las equivocaciones de las turbas. Se regocija con el caído, el incomprendido, el acusado, el maltratado, la víctima y el victimario. Es cruel con el que no es igual a ellos. Cree ser inmortal, inmune y privilegiado. Actúa sin remordimientos. Por los presentadores de radio y televisión, la frivolidad y el consumismo se han propalado peligrosamente.

La noble tarea de comunicar ha dejado de estar relacionada con la educación, la información y el entretenimiento sano de la población. Salvo contadas excepciones, los periodistas y comunicadores han dejado de ser personas educadas y con intenciones buenas. En un tiempo fueron los apóstoles de las comunidades más pequeñas. Como el sacerdote y el docente de la escuela pública, a quienes acudían los pobladores por el consejo sabio, por consuelo y aliento. Para la vergüenza de los pioneros de las comunicaciones, el dinero se impuso sobre la tarea incomprendida de ser el fiel guardián de la honestidad, la libertad y de valores olvidados, como la solidaridad y la colaboración, la cultura del ahorro, la disciplina y el orden.

Las caras bonitas y los apellidos rimbombantes de esta sociedad impostada y esnobista irrumpieron en los medios. Por la fama y los aplausos han transformado la noble profesión de comunicar. En lugar de anunciar a las elites y los pensamientos de los sabios, reflexivos y austeros, recurren a las masas cargadas de odios, frustraciones, resentimientos y apetitos de venganza que inocularon ellos mismos. Las “redes sociales” son ahora su principal fuente informativa.

Una parte de los medios de comunicación está siendo copada por tendencias dañinas a la sociedad. Y son pocas las voces y las plumas discordantes, no porque no existan pensamientos diferentes, sino por estar vetados; por ser un peligro para las torpezas y los vacíos morales e intelectuales de los populares comunicadores, idolatrados por la confusión de las mayorías. El estribillo callejero ha terminado con la rigurosidad de las redacciones, limitadas a satisfacer las ansias de la muchedumbre.

Esta es la prensa que se alinea con Vizcarra y un referéndum que no servirá para combatir los males nacionales ni para mejorar la economía ni la situación de abandono de los pobres. Una consulta popular que solo servirá para perfilar la figura de Vizcarra. No se queje si después la justicia sigue siendo injusta con usted, si el Estado subvenciona a los políticos, si en el parlamento los novatos demuestran sus torpezas y si, además, se aumenta el número de ellos. Tarde o temprano se modificarán las “reformas” insustanciales promovidas por Vizcarra.

Porque los periodistas y presentadores de la radio y la televisión de los medios concertados se han puesto la camiseta de Vizcarra y ocultan las informaciones: cuatro veces “no” el día del referéndum.