Minería y turismo

Durante las últimas dos décadas la actividad turística registró un gran crecimiento en el Perú. Los principales propulsores del sector fueron la pacificación del país y el crecimiento de la economía nacional. Mayores rutas de vuelo facilitaron el acceso a los visitantes extranjeros y estos –ávidos de turismo de aventura, cultural y paisajístico– empezaron a conocer de la gran variedad y calidad de los productos agropecuarios del mercado local. Si a ello le añadimos el auge de la gastronomía, dejamos de ser vistos exclusivamente como el país de los Incas para ser reconocidos también como aquél que alberga una cultura viva que se renueva constantemente.

Todo iba tan bien con el turismo, al punto que algunos imaginaron erróneamente que podíamos prescindir de algunos motores de la economía nacional. Empezaron a afirmar, por ejemplo, que la minería no era sostenible, cuando la realidad demuestra que mientras más actividad extractiva se lleve a cabo mayor será el volumen de reservas que se incorporan al registro nacional. Inicialmente son calificadas como probables y, conforme avanza el proceso exploratorio, pasan a ser identificadas como reservas probadas. 

Cada vez queda más claro que para hacer sostenible una actividad se requiere que se consolide. Así como la atracción de visitantes extranjeros impulsa el turismo, la gastronomía y el desarrollo del sector servicio impactan favorablemente en el número de empleos; indirectamente, también generan otros empleos que estimulan el consumo interno. 

El turista que conoce el Perú y que ha tenido experiencias positivas durante su permanencia, generalmente lo va a recomendar como destino; así como recomendará consumir comida peruana en los restaurantes que se han abierto paso por el mundo. El impacto de ello es que se generará una mayor demanda de productos y se beneficiará a toda la cadena productiva agroexportadora. Beneficios similares han sido generados en países cuyos gobernantes actuaron con la convicción de que se requiere impulsar todas las actividades económicas, porque una complementa a la otra, y todas en conjunto benefician a la ciudadanía.

La minería, por ejemplo, permite explorar el país, tomar contacto con espacios geográficos recónditos y de difícil acceso, con poblaciones a las cuales el Estado solo ha llegado con una escuela multigrado y unidocente, y que viven empleando sistemas productivos que han sido superados en otros escenarios. La minería llega en función al descubrimiento de un yacimiento, construye sistemas de caminos o vías de acceso, electricidad, telefonía, Internet, etc. Convive con la población y genera recursos económicos que –bien empleados– resultan inmensamente favorables para un grupo de personas numéricamente pequeño. 

En la actualidad, con la presencia de la pandemia del Covid-19, el turismo ha demostrado su vulnerabilidad, los US$ 5,000 millones que se esperaba genere en el presente año no existen más. Y quizás tengan que pasar dos o más años para recuperar el número de visitantes que arribaron en el 2019. ¿Quién está parando la olla de la economía nacional? La industria extractiva, la cual también es vulnerable al coronavirus, ya se encuentra recuperada y operando al 100%. Si se hubiesen desarrollado más proyectos mineros, los encadenamientos productivos serían mayores, fortaleciendo a la industria nacional. Y, por otro lado, el Estado dispondría de más recursos para atender la pandemia e implementar una estrategia de digitalización más vasta como para reemplazar el circulante –uno de los medios de transmisión del COVID-19– y fortalecer la seguridad ciudadana y el programa “Aprendo en casa”, que no tiene previsto llegar a todos los estudiantes de las escuelas rurales.