Minería, escenario de encuentro

 

La actividad minera en el Perú representa la mayor fuente de ingresos del país.  Además, vincula la economía local a la internacional para satisfacer principalmente una demanda de los países del primer mundo, y opera bajo estándares socio-ambientales del siglo XXI.

No obstante, la minería establece relaciones con pobladores cuyos sistemas productivos corresponden a varios siglos atrás.  Esta disparidad per se genera conflictos, los cuales no necesariamente deben llegar a situaciones de crisis; empero, muchas veces los conflictos son aprovechados e incentivados por quienes ven en ellos una oportunidad de lograr ingentes recursos dinerarios. En lugar de propiciar escenarios de encuentros satisfactorios que impulsen la valoración mutua del aporte de cada una de las partes.

¿Resulta razonable mantener a poblaciones bajo sistemas productivos del pasado? Evidentemente no.  El respeto a las prácticas culturales y el fomento a la interculturalidad entre el pasado y las actividades del siglo XXI van por cuerdas separadas; aunque algunos precisan que las actividades productivas son también expresiones culturales. Una interpretación extensa de la cultura las incorpora. Pero lo cierto es que en el proceso evolutivo siempre surgen espacios de interculturalidad, de re-creación de la cultura, de sumas y restas, de incorporación de valoraciones de lo anterior, así como también de lo nuevo.

El pasado, como el presente y su proyección futura, traen consigo aportes sustantivos.  Por ejemplo, las intensas lluvias producidas en el sur del país, durante el primer trimestre del año en curso, ocasionaron el desborde de los ríos, así como la necesidad de su encauzamiento para evitar que produzcan más daño. En el caso del río Moquegua, fue reencauzado gracias al empleo de maquinaria de gran envergadura, usada  en la actividad minera propia del siglo XXI.

Podemos imaginar ¿qué hubiese ocurrido si en Moquegua se mantuvieran condiciones de productividad semejantes a las de hace algunos siglos? Se habrīan perdido muchas vidas humanas, hectáreas de cultivo, viviendas, etc. Son los altos niveles de productividad los que permiten disponer de herramientas adecuadas para hacer frente a eventos de gran magnitud, como un deslizamiento de tierras, un sismo, un desborde, etc.

En el pasado también se han registrado hechos de la naturaleza que constituyen un desafío; pero en la actualidad, estos son más fáciles de conjurar que antes.  Nadie desea que vuelvan a ocurrir desastres naturales, pero su potencialidad está latente y ante ellos la necesidad de generar escenarios de encuentro resulta indispensable.

Afortunadamente, la conflictividad en torno a la mina Las Bambas no se debe a su presencia en sí misma, sino al incumplimiento de compromisos asumidos por el Estado; sin embargo, sí constituye un escenario de encuentro donde el aprovechamiento de algunos debe ser superado mediante el fortalecimiento de las actividades productivas locales denominadas ancestrales, como la agricultura y la ganadería local.  Esto significa capacitación y fomento de emprendimientos para que la población local conozca, se informe y aproveche las ventajas que ofrece la economía del siglo XXI.

Diferente es el escenario que enfrenta el proyecto minero Tía María, donde la mayoría de la población ve una oportunidad para consolidar sus expectativas de desarrollo conjunto entre la agricultura, la minería, la ganadería, la pesca y el turismo. Desafortunadamente, también existe un grupo minoritario muy activo que ve en el proyecto Tía María una oportunidad para demostrar presencia política, pese a que su debilidad es cada vez más notoria

Ante sucesos como los comentados, la actuación de las autoridades debe darse de manera pronta, sin esperar que los niveles de conflictividad escalen innecesariamente. Y priorizando las oportunidades que generan los escenarios de encuentro.