Eduardo Zapata

Medusa y el Estado peruano

Una burocracia que convierte en piedra todo lo que toca

Medusa y el Estado peruano
Eduardo Zapata
30 de agosto del 2018

 

Para quien recuerde la mitología griega, Medusa —con serpientes vivas en lugar de cabellos— convertía en piedra a quien la miraba a los ojos. Perseo —siguiendo el hilo narrativo del mito— la debía matar. Y debía decapitarla sin mirarla, observando su reflejo en un escudo para evitar precisamente ser convertido en piedra.

El Estado peruano es la gran Medusa. Convierte en piedra, inmoviliza, a quienes se acercan a él. Sea bajo la forma de burócratas, sea bajo la forma de usuarios, y sea también —a lo que parece— bajo la forma de muchos analistas o empresarios. Quien se acerque al estatus del Estado queda convertido en piedra. Ya no puede actuar. Entra en un laberinto sin fin.

Si no, pregunten a las personas. Preguntemos a quienes deben realizar trámites en los que interviene o decide el Estado, desde sacar una partida hasta formar una empresa u obtener una licencia. Preguntemos a aquellos que buscan dar o dan servicios al Estado. Preguntemos a los que legal y justamente esperan algo de él.

Nadie dirá que el Estado funciona. Quien trata con él entra en un laberinto que lleva hasta que uno mismo no pueda hacer nada. Pues es inexorablemente convertido en piedra.

En el Perú —sin que esto sea una solución ideal ni deseable— vemos que para librarse de esto solo se puede actuar “sacándole la vuelta” a este Estado, no haciéndole realmente caso, aunque aparentemente se cumpla con él (corrupción, en cualquiera de sus niveles) o ignorarlo.

Dejando de lado la primera opción (corrupción), ¿dónde estaría o qué sería, por ejemplo, Gamarra si hubiera aceptado lo que el Estado decía y se hubiera dejado petrificar por él?

La vida de muchos peruanos —entonces— discurre al margen de ese Estado, así como las personas vivían su vida sin mirar a Medusa. Si se viviera con el Estado en integridad no habría vida. Si no —insisto— pregúntenle a las personas.

Un Estado —muerto en vida como el nuestro, pero redivivo por sus “pendejeretes” funcionarios— sigue, sin embargo, petrificando a los ciudadanos. Como la cabeza de Medusa, que estando muerto el ser mitológico seguía convirtiendo en piedra a quien la mirara. Igualmente, el Estado peruano, ya muerto en su esencia, sigue volviendo piedra a quien se acerca a él.

Pero no todo —en el relato mítico al menos— es tan negativo. Recordemos que de la sangre de Medusa surgió Pegaso, el caballo alado. Y Pegaso es algo bueno. ¿Acaso no podrá surgir un Pegaso de la muerte del Estado peruano?

 

Eduardo Zapata
30 de agosto del 2018

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