César Félix Sánchez
Lunes Santo con politólogos
Las opiniones de Levitsky sobre Acción Popular

Pensaba dedicar la columna de esta semana a un tema edificante como la Semana Santa, pero lamentablemente con los politólogos topamos. Como ya dije en alguna ocasión, sus cualidades de sicofantes y “expertos” son bastante modestas, y los medios pierden el tiempo invitando a tan kafkianos personajes: “Un análisis político más profundo y una mayor facundia en el uso del castellano habría sido posible con solo invitar a periodistas como Fernando Rospigliosi o Fernando Vivas”.
Ni siquiera se podría decir de ellos lo que Marx decía de Proudhon, que como filósofo era un buen economista y como economista, un buen filósofo. Porque ni historia, ni filosofía, ni economía están en su capacha, sino muy superficialmente. Pero sí “clivajes” descifrados a través de sesudos estudios de tuits. La realidad nacional para ellos no es más que un conjunto de innumerables salones de espejos deformantes y cámaras de eco, desde donde emiten profecías casi siempre fallidas o juicios con pretensión pontificia.
Claro está que sus juicios, cuando no son obviedades o tautologías respaldadas por gráficos en APA, resultan, por lo general, veladas declaraciones de “indignación” contra los extremistas o los iliberales o los populistas o cualesquiera etiquetas difusas que utilizan para calificar a los Grandes Otros que escapan a sus modelos y que han cometido la grave herejía de no pensar ni ser como ellos. Lo más gracioso de todo es que, como ahora está de moda en los pagos progres, gustan de disfrazar sus indignaciones con la toga cándida de la “ciencia”. Pero, como veremos, ni siquiera son mínimamente fieles a datos evidentes y de fácil acceso.
Hace poco más de una semana, Steven Levitsky, uno de los connotados representantes de esta estirpe –que, por razones misteriosas, siempre es consultado como experto en el Perú–, dio una entrevista a Domingo de La República. Ahí, luego de tranquilizar a los bienpensantes respecto al supuesto auge de la “ultraderecha” en el Perú, respondió a una pregunta sobre el misterio inexplicable de cómo un partido como Acción Popular «repudiado por gran parte del país» en noviembre (sic) lidera las encuestas. Y dijo lo siguiente: «Significa muy poco. Nadie sabe qué carajos (sic) es Acción Popular (…). Merino, ¿cuántos años tiene en Acción Popular? Poco tiempo. Es un partido como los demás partidos, es un partido de tránsfugas. Y a Lescano, que tiene un poco más de historia en Acción Popular que otros, tampoco le importa mucho su partido”. Aquí, como buen “politólogo”, Levitsky apenas pudo controlar la furia cuando la realidad escapa a sus predicciones y wishful thinking caviares de hace algunos meses. Pero si la furia puede ser dispensada, la falsedad o ignorancia, mucho menos en alguien que se precie de “científico”, no.
Todo aquel que se haya revisado un poco en la trayectoria de Manuel Merino se dará cuenta de que fue elegido congresista en 2001 (hace veinte años) y que milita en Acción Popular desde 1979. Estar en el mismo partido por 42 años quizá le parezca poco a don Steven. Lescano que, según él, tendría un poco más de historia, empezó su trayecto en AP siendo elegido también en 2001, porque el año anterior había sido un candidato fallido por Perú Posible. Parece que la lampa le trajo suerte.
Pero ¿será cierto que AP es un partido de tránsfugas? Veamos a su máxima autoridad, a su presidente, Mesías Guevara Amasifuén. Es hijo de David Guevara Soto (1932-2018), militante de AP de primera hora y diputado por Cajamarca (1980-1985 y 1990-1992). Mesías prácticamente nació en el partido. Igual que las dos figuras del ala derecha, Víctor Andrés García Belaunde y Raúl Diez Canseco Terry, sobrinos de Fernando Belaunde, y a los que habría que considerar incluso militantes pre-natales de Acción Popular. Es más acertado decir que la militancia es atávica y casi hereditaria en ese partido. Eso lo sabe cualquiera que se haya asomado por algún comité de Acción Popular. Los más cercanos a tránsfugas que alcanzaron alguna notoriedad reciente, Jorge Muñoz y Alfredo Barnechea, compartieron la indignación de Levitsky durante la grotesca fronda adolescente de noviembre y dejaron el partido.
Pero si hay un partido en el Perú que en verdad nadie sabe lo que es y que está conformado por un sinnúmero de tránsfugas es el Partido Morado. Veamos a dos de sus figuras más representativas: Gino Costa, por ejemplo, cuya trayectoria política se inicia en la izquierda universitaria setentera, para pasar luego por Somos Perú, por el gobierno de Toledo, por PPK y finalmente al Partido Morado. Alberto de Belaunde, de ser el joven webmaster de la página primitiva de Acción Popular allá por 2002, pasó luego por Somos Perú, por PPK y finalmente al Partido Morado. El general Daniel Mora, miembro fundador y jerarca del partido, ahora caído en desgracia, pasó, por su parte, de Somos Perú, a Perú Posible y de ahí al Partido Morado.
Sin embargo, el carácter de colector de tránsfugas del Partido Morado se ha acrecentado en la elección actual. Su cabeza de lista, Susel Paredes, pasó del Partido Socialista a Tierra y Libertad del padre Arana, luego a Fuerza Social de Susana Villarán y, después de mil peripecias, a su actual destino. Más curioso es el caso de Gabriela Salvador, hasta hace poco orgullosa fan de Arana, quien ha dado el salto mortal desde el Frente Amplio al guzmanismo. Y mejor ahí nos quedamos, porque los repertorios de tránsfugas entre los morados son tan extensos y cansinos como las genealogías bíblicas.
Pero sobre su identidad política la cosa es aún más complicada. Izquierdistas impenitentes como Paredes y Salvador departen con seudoliberales como Alberto de Belaunde, figuras indescifrables como Costa y Guzmán, fundamentalistas del aborto como Susana Chávez e influencers confesamente apolíticas como Patricia Gamarra y Úrsula Moscoso. A eso se le llama “centro radical republicano”. A veces es el mayor defensor del modelo económico vigente en el parlamento, a veces la papelera de reciclaje de la izquierda marxista, a veces propone una nueva constitución, a veces no.
Por tanto, es hilarante que Levitsky considere en la misma entrevista que el Partido Morado es “el más coherente y más decente” de los partidos peruanos, y que su fundación “es algo muy positivo y muy importante para el bien público”. ¡Si por menos ha crucificado a Acción Popular!(*).
Es comprensible que cada quien tenga sus simpatías. Pero lo que no es serio ni ético en nadie, mucho menos en un investigador, es emitir juicios en base a errores fácticos y a dobles estándares tan grotescos. Más aún si se presenta como un representante de la “reserva moral” intelectual contra las fake news de la extrema derecha.
Parece ser que los fact-checkers también necesitan fact-checking.
* Por otro lado, no es tan difícil descifrar la identidad política e histórica de Acción Popular. No es más que una nueva versión del viejo pierolismo: una combinación del regionalismo sureño con el populismo de la plebe y mesocracia limeñas, con un fuerte componente de transmisión de cultura política intergeneracional en torno al culto de un caudillo. Pero para darse cuenta de eso se necesita estudiar la historia del Perú y observar la realidad fuera de los tres metros cuadrados de lo políticamente correcto. Algo muy fuera del alcance de muchos “politólogos” de moda.
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