Manuel Gago

Los murales de Josué Sánchez

Los murales de Josué Sánchez
Manuel Gago
28 de septiembre del 2015

Sobre uno de los más destacados artistas plásticos del Perú.

Nelson Manrique ha dicho que “Josué Sánchez es uno de los artistas más cabales de la región central”. Dos mil pinturas trabajadas y expuestas aquí y fuera del país, muestran una vida dedicada al arte, dando testimonio de un profundo amor por sus raíces andinas y empeño por entender con claridad envidiable los valores serranos. Es uno de los pocos pintores con contenido, de los que entienden esos sentimientos que detienen y mueven a los que habitan ese Perú olvidado; unos atrapados en un profundo hoyo y otros con esas desesperadas ganas de salir adelante por voluntad propia, contra la voluntad de esas espaldas de quienes manejan y manejaron por tanto tiempo los destinos del país.

Manuel Baquerizo ha dicho que el arte de Josué se distingue porque representa la vida comunitaria indígena, legados prehispánicos, arte popular y tradiciones cristianas. La variedad de sus colores, a toda luz, es una de las características de cada uno de sus murales y composiciones que se encuentran en libros, revistas, iglesias y salones de todo tipo de edificaciones. Su inspiración cristiana se manifiesta en las escenas bíblicas pintadas en la iglesia de Chongos Alto y en las escenas del juicio final en la iglesia de Morococha. Su obra también llega a lugares tan inimaginables como a la Iglesia del Espíritu Santo, en Aachen, Alemania, a pocos kilómetros de Bruselas, en el mismo corazón de Europa. “Nada es regalado. Le hemos devuelto a Europa años de avasallamiento cultural”, nos dice.

Los murales de Josué son fiel calco de la vida cotidiana de la serranía y Amazonía; de gente trabajando feliz y unida, colaboradora y generosa, ocupada y productiva, donde no hay lugar para perezas y egoísmos, donde la peruanidad se palpa en los callos de las manos y en las mejillas cuarteadas por el sol y donde la vida colectiva es evidente.

De Josué se dice que es hombre cabal, de izquierda, coherente y comprometido, sin poses, vanidades y guaperías, auténtico hombre de pueblo, natural y sencillo como los personajes representados en sus obras, de personas laboriosas, incansables, madrugadoras y esforzadas en sus labores campesinas.

La magnífica obra de Josué también puede apreciarse en el Convento de Ocopa, en Concepción, a pocos kilómetros de Huancayo, en el Valle del Mantaro, lugar donde la orden de sacerdotes franciscanos construyó el centro desde el cual partieron misiones evangelizadoras rumbo a la selva central. Allí se ve, en toda su magnitud, la vida cotidiana del hombre y de la mujer de chacra, de los lugares más recóndito de un país todavía inocente, limpio, ingenuo, crédulo, infatigable y testarudo en su tarea y en su ideal.

El arte neo-figurativo andino y amazónico -  acrílicos sobre lienzo, papel o muro - de Josué Sánchez, de alguna manera moldea una identidad por proteger contra las inclemencias de una modernidad que lo achica todo, que aplasta valores propios y que desprecia riquezas ancestrales.

Josué es huancaíno (1945) egresado de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional del Centro. Una monumental obra suya se expone en la Casa de la Lectura, en la antigua Estación Desamparados, en el corazón del Perú. Su sueño, nos ha dicho, es “un museo de arte popular en el Valle del Mantaro, para hacer que muchas obras dispersas se conozcan mejor y no se pierdan”.

Por: Manuel Gago

Manuel Gago
28 de septiembre del 2015

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