Darío Enríquez

Los mitos de la falsa igualdad

Cuando lo emotivo pretende liquidar lo racional

Los mitos de la falsa igualdad
Darío Enríquez
17 de agosto del 2021


El término "igualdad" se ha sobredimensionado y sobreutilizado de tal modo que sus alcances, lógica y significado se han diluido en discursos extremadamente subjetivos, emocionales y militantes. Tratando de desarrollar esta temática con cierto orden, de las múltiples aristas que se desprenden de ella, proponemos en las próximas líneas hasta tres casos, entre los más diversos que enfrentamos en el mundo postmoderno que vivimos hoy : 1) Igualdad de oportunidades; 2) Igualdad salarial; 3) Igualdad de género.

Antes, establezcamos nuestro punto, si se quiere filosófico: en un contexto de libertad, lo que procede es la igualdad frente a la ley. Cualquier otra aproximación a la problemática de la igualdad que prescinda de este principio básico –o peor aún, que descarte este principio civilizatorio en nombre de otros valores (falazmente) más elevados– precariza a la sociedad que asume y permite tal postura.

El mito de la igualdad de oportunidades La mayor parte del tiempo, los militantes del igualitarismo pretenden igualdad de resultados. Por naturaleza, los seres humanos somos diferentes. Ni siquiera puede garantizarse los mismos resultados a gemelos idénticos que hubieren gozado de las "mismas" oportunidades. Cuando se observa resultados diferentes, los militantes del igualitarismo lo atribuyen a una supuesta desigualdad de oportunidades y claman por intervención estatal para redistribuir resultados e igualar oportunidades.

Todo esto suena bien si no fuera porque las premisas detrás de tal pretendida intervención son falaces, poco coherentes e incluso hasta contradictorias. Unos conocidos versos del gran Nicomedes Santa Cruz –el más grande poeta popular que ha teniso nuestro Perú– extraidos de la décima "A cocachos aprendí", son muy apropiados en este contexto. Empiezan con esta cuarteta: 

A cocachos aprendí
mi labor de colegial
en el colegio fiscal
del barrio donde nací

Don Nicomedes relata en esta décima, las idas y venidas de un joven que no logra tener un buen rendimiento colegial. Vemos en las escenas que sugieren sus versos, un grupo de jóvenes con las "mismas" oportunidades. El remate final es muy claro, no todos aprovechan esas oportunidades:

Con esa nota mezquina
terminé mi Quinto al tranco,
tiré el guardapolvo blanco
(de costalitos de harina).
Y hoy, parado en una esquina
lloro el tiempo que perdí:
los otros niños de allí
alcanzaron nombre egregio.
Yo no aproveché el Colegio
del barrio donde nací... 

Lo importante es que tengamos acceso cierto a esas oportunidades, algo muy diferente a la pregonada "igualdad". No podemos forzar tal igualdad por irreal, va desde el ambiente familiar y la capacidad financiera, hasta las aptitudes, actitudes e intereses de quienes deben aprovechar las oportunidades. Es imposibleforzarla.

El mito de la igualdad salarial

Se dice que hay desigualdad salarial cuando "por el mismo trabajo, unos ganan más que otros". Esta aseveración también es muy atractiva de asumir si es que somos supuestamente perjudicados por ello. Pero es irreal. Si eso fuese cierto, en condiciones de total libertad, los patrones contratarían a los más baratos, siguiendo la lógica común de maximizar ganancias.

Las cosas no son como pretenden los militantes del igualitarismo salarial. Revisemos las premisas. "El mismo trabajo" no es necesariamente un dato claro y objetivo. Es el patrón quien lo determina y siempre bajo la perspectiva de ganar más. Llegaríamos a la paradoja de que quienes son discriminados con menores salarios serían preferidos, mientras entre los favorecidos con mayores salarios cundiría el desempleo. La lógica más elemental liquida este mito igualitarista, pero se insiste con él hasta la saciedad y resulta emocionalmente inconmovible.

El mito de la igualdad de género

Hombres y mujeres somos biológicamente diferentes. Ni mejores los unos, ni peores los otros, solo diferentes. Esa diferencia no puede ignorarse a favor de una falsa igualdad. Eso sí, compartimos la causa de la igualdad frente a la ley. De hecho, el feminismo de la primera ola tuvo esa bandera como elemento fundamental de su propuesta.

Las diferencias biológicas favorecen al hombre cuando se trata de emplear fuerza bruta y a la mujer cuando nos remitimos a la interacción social, como tendencia. Hay también, lógicamente, factores culturales y ambientales, que agregados a lo biológico, configuran un escenario de convergencias y divergencias que no tiene por qué llevar a conflicto ni enfrentamiento, sino a interacción voluntaria, de complementación y coexistencia pacífica. Esto no solo aplica a la relación "entre géneros", sino a todo tipo de interacciones en una sociedad civilizada, pacífica y próspera.

En todo aquelarre que arman los militantes igualitaristas, se juega flagrantemente con las palabras y se trituran unos significados para imponer otros. No es casual el término "desigualdad", que sugiere una injusticia y coloca sobre la mesa un ideal estatus de igualdad que las argucias y conspiraciones de los hegemones quiebra impunemente. Como cuando las feministas de tercera ola invocan al 3 "patriarcado", del mismo modo que los antiguos atribuían la tempestad al dios del trueno. No debemos confundir "desigualdad" con "diferencia".  Y no toda diferencia es injusta, como se sugiere. Al contrario, muy pocas lo son. En la batalla de las ideas debemos estar siempre atentos a la manipulación comunicacional, mediática y ciberflaútica.

Darío Enríquez
17 de agosto del 2021

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