¿Los caviares ganaron las elecciones?

No obstante que el Jurado Nacional de Elecciones –dirigido por Jorge Luis Salas Arenas, quien habría sido militante de Patria Roja– aún no proclama a un ganador, la izquierda en pleno aprieta el acelerador para legitimar socialmente a Pedro Castillo como el próximo presidente. Ojo, la política también son imágenes, lenguaje, narrativa, propaganda. Y en esos avatares en la tienda zurda tienen hasta doctorados. Como dijimos, a pesar de que no existe verdad electoral, la posverdad se irradia en línea a lo que quiere la izquierda: Pedro es presidente. Punto.

Para el suscrito, cada día se agiganta la percepción y prominencia que ha alcanzado el sector denominado “caviar”, que no solo ha triunfado sino que acumula fuerzas. ¿Cómo así? Lo explicamos. Como se sabe, el sector de la izquierda caviar, que no obstante ser pequeñito socialmente tiene influencia en medios y redes, apostó sus monedas al triunfo de Verónika Mendoza. No solo eso: como suele ocurrir, en un acto con tufillo clasista, desde el sector caviar se desarrolló la idea que Pedro Castillo y Perú Libre eran la “izquierda aldeana” o “premoderna”. 

El éxito de Pedro Castillo en primera vuelta obligó a la izquierda caviar a tragarse los sapos y apoyar decididamente al profesor, a Cerrón, a Bermejo y compañía. Ante el posible triunfo (que no está asegurado, porque hay pruebas irrefutables de irregularidades, y en las sumas y restas Keiko tiene posibilidades intactas) la izquierda caviar, sus técnicos, sus analistas y periodistas han empezado a desarrollar una estrategia para mandar en corral ajeno, como se suele decir. 

La izquierda caviar parte de una posverdad. De allí reclama tener el “legítimo” derecho de cuotas de poder en un posible gobierno de Castillo. En esa posverdad, sin el apoyo de los “caviares” Castillo no habría ganado, porque su propuesta primigenia era un “disparate económico y sumamente radical”. Además, hay otro detalle: los caviares se sienten los nuevos garantes de la moderación, frente a un sector del empresariado que empieza a planificar su futuro con un posible gobierno del “lápiz”. 

No es la primera vez que la izquierda caviar reclama lugares con derecho propio. De hecho, los caviares tienen una vocación estatal voraz, en el sentido de que su estrategia política ha sido sentarse en los sectores claves de los sucesivos gobiernos, controlando los hilos del poder y desarrollando una abierta batalla cultural en sectores como educación, salud, poblaciones vulnerables y otras carteras imprescindibles. 

Pero la historia es la historia. Árbol torcido, hierba mala, gallina que come huevos, todo ello suena a advertencias. La izquierda de hoy está separada en dos tradiciones irreconciliables. Cerrón es una de estas tradiciones. Y el huancaíno está viendo cómo su cosecha puede ir a otras manos, a los mismos que rechaza porque –cree Cerrón– son parte de una élite, de un establishment que ha gobernado al Perú y sus instituciones claves. Una élite clasista y que apostó por Castillo por el razonamiento siguiente: es domesticable. Nadie sabe para quién trabaja, reza el dicho.

Como las lealtades en política –y sobre todo en la izquierda– son relativas, en las próximas semanas Cerrón corre el riesgo de perderlo todo, a pesar de que se sabe, de primera fuente, que hay una “pax zurda”. Como también la política es el arte de lo que no se ve, a mí, como a todos, me suena extraño que el Ministerio Público –donde un sector se ha rendido a las estrategias caviares– capture a 27 integrantes de una supuesta banda criminal (que creo que lo es) cuyos principales acusados son ¡operadores de Cerrón!; como en el caso de Eduardo Bendezú Gutarra. Sí, Cerrón podría acabar preso. Los caviares ganan así pierdan. No lo olvide.