Guillermo Molinari

Los aportes de la neuroeducación en la primera infancia (III)

La importancia de estimular el neurodesarrollo desde los primeros años de vida

Los aportes de la neuroeducación en la primera infancia (III)
Guillermo Molinari
18 de febrero del 2025


Todos los estudios e investigaciones revelan que la primera infancia es crucial en el desarrollo vital del ser humano. En esta etapa se afirman todas las bases para los aprendizajes posteriores, asumiendo que el crecimiento y desarrollo cerebral, resultantes de la sinergia entre un código genético y las experiencias de interacción con el ambiente, van a posibilitar un inigualable aprendizaje y el desarrollo de habilidades sociales, emocionales, cognitivas, sensoperceptivas y motoras, que serán la base de toda una vida.

Las conexiones entre individuos son fundamentales para el crecimiento de los niños, ya que, a través de los adultos, ellos adquieren destrezas emocionales, sociales y cognitivas, además de adaptarse a su entorno. A mayor comprensión que tenga el adulto sobre el desarrollo cerebral en la niñez, mayor será la posibilidad de que impacte positivamente en la primera infancia. 

Aunque nacemos con un cerebro programado genéticamente para obtener de su entorno toda la información que requiere para desarrollarse, así las experiencias vividas o privación de las mismas en esta etapa podemos identificarlas como “periodos sensibles” para determinados aprendizajes, como lo es el caso del lenguaje.

 

El juego: elemento central en el desarrollo del cerebro en la primera infancia

El Dr. Jack Shonkoff de la Universidad de Harvard nos explica qué lo más importante para apoyar el desarrollo cerebral de tus hijos resulta siendo el juego, aliado para fortalecer la relación adulto niño. Los años iniciales son cruciales ya que las vivencias que experimentan los infantes y las conexiones que establecen con individuos significativos en su vida moldean su desarrollo cerebral. Además, esos primeros fundamentos influyen en el aprendizaje, el conocimiento de un idioma, el comportamiento y la salud física y mental en el transcurso de toda su existencia.

El juego en estas edades, genera la interacción “dar y recibir” y ello permite determinar la interacción que va en ambas direcciones. Mientras un bebe da una sonrisa, un balbuceo, un gesto y el adulto sea padre, madre u otro adulto vinculado al niño retorna una respuesta que conecta con lo realizado por el niño. Allí está la clave, el mensaje va en ambas direcciones y en el cómo se responde, cuando se da de comer al niño, cuando se le cambia de ropa, cuando se le baña; resultan ser momentos importantes para jugar con el niño.

Los mejores juegos crean una sensación de seguridad emocional que permite crecer. Por ejemplo, cuando se toma un juguete y se esconde en la espalda y se le pregunta en qué mano está, el niño comienza a dominar el concepto que las cosas desaparecen y aparecen.

Otro factor fundamental, según los expertos, es el reconocer qué alimentos favorecen el crecimiento, desarrollo y salud cerebral del niño. Desde la mirada neurocientífica, la comida es importante para la salud del cerebro, porque los cerebros funcionan literalmente con nutrientes. Nuestros cerebros requieren nutrientes diferentes a medida que vamos desarrollando, creciendo y para la salud mental de nuestro cerebro.

Mosconi afirma “Incluso en los primeros años de vida, el cerebro genera neuronas a la velocidad de la luz”. Un recién nacido tiene todas las células cerebrales que tendrá en su vida. El cerebro de un niño duplica su tamaño durante el primer año. El cerebro de los niños continúa creciendo hasta alcanzar aproximadamente el 80 % del tamaño de un adulto a los 3 años. A los 2 o 3 años, el cerebro tiene hasta el doble de sinapsis que en la edad adulta.

Se han descubierto unos 45 nutrientes fundamentales para la salud cerebral: las proteínas, el zinc, el hierro, la colina, el folato, el yodo, las vitaminas A, D, B6, B12 y los ácidos grasos omega 3. Debemos agregar a este menú la avena, frutos secos, cítricos, legumbres y verduras de colores diferentes. Las frutas del bosque más comunes, como los arándanos y las moras, están repletas de vitamina C y, aunque muchos asocian este nutriente con el sistema inmunitario, el cerebro también lo necesita. Mosconi explica que la vitamina C es un antioxidante, es decir, que desempeña un papel crucial a la hora de neutralizar radicales libres naturalmente presentes que pueden dañar el ADN y las células.

Como apreciamos cuidar la alimentación de los niños en estas edades aseguran un desarrollo equilibrado, pertinente y de pronósticos positivos. Aquellos que en nuestro país tienen que ver con la alimentación y educación de nuestros niños deben convencerse que allí se centra el desarrollo y crecimiento de una nación. 

Los autores Figueroa, Campoverde y Calle (2015) subrayan que la investigación en la etapa de los 0 a 6 años ha sido considerada una prioridad por numerosos especialistas a nivel internacional. En este contexto, es esencial referirse a las ideas de Vygotsky (1939), quien enfatiza la existencia de períodos críticos en los primeros años del desarrollo del aprendizaje humano, atribuyendo esto a la plasticidad cerebral. A partir de estas afirmaciones, se puede decir que no solo es relevante conocer el neurodesarrollo, sino que también es crucial estimularlo desde los primeros años de vida. Esta perspectiva se ve apoyada por la autora cubana Pérez (2008, citada en Figueroa, Campoverde y Calle, 2015), quien sostiene que el contacto físico y emocional en la vida de un niño es fundamental, ya que "contribuye a una explosión de la actividad eléctrica y química en el cerebro, a partir de su organización y maduración neuronal".

Los anteriores planteamientos son respaldados por la investigación de Garza (2014), en la que afirma que “aquellos niños que reciben una estimulación temprana oportuna y pertinente se muestran más seguros de sí mismos, desarrollan empatía y son capaces de superar sus propios miedos a la interacción con compañeros”, para cuando ingresan a la formalidad educativa posteriores a los tres años; preparémoslos desde esta edad y reduciremos las probabilidades que se presente el bullying en etapas posteriores. Requerimos de manera urgente de Políticas Educativas que fijen su atención en esta etapa crucial de la vida de nuestros futuros ciudadanos, no basta con construir locales escolares. Necesitamos leyes que realmente protejan y aseguren el desarrollo de habilidades sociales, emocionales, cognitivas, sensoperceptivas y motoras.

«Los niños observan a sus adultos y aprenden de ellos», explica McCarthy. «Si quieres que los niños coman alimentos beneficiosos para el cerebro, tú también tienes que comerlos».

Guillermo Molinari
18 de febrero del 2025

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