Giovanna Priale

Loreto: una realidad evidente

Una de las regiones más pobres del país

Loreto: una realidad evidente
Giovanna Priale
21 de mayo del 2020


La región Loreto ocupa el puesto 22 (de 24) en el
ranking de competitividad de las regiones que publicó el Instituto Peruano de Economía (IPE) en el 2019. En este mismo análisis, Loreto aparece en el último lugar en acceso a salud y educación. Hace unos años hice parte de mi trabajo de campo en algunos pueblos alejados de Loreto. El único medio de transporte en la mayoría de estos casos consiste en un “peque peque”, con el que podíamos trasladarnos al centro de la zona poblada, una (ciudad, el cual también se encuentra alejado de las casas de muchos de nuestros compatriotas, quienes se demoran entre 2 a 3 horas caminando para llegar a la ciudad. 

En muchas de estas zonas pobladas, la calidad de la tierra es muy pobre y los productos que se pueden cosechar son básicamente de “pan llevar”. Enorme reto, sobre todo ahora: elevar la capacidad productiva del poblador agrícola y garantizar el acceso a educación y salud de calidad, con la finalidad de promover la movilidad social. Hoy compartiré un par de reflexiones con respecto a cómo se generan los ingresos en estos centros poblados, ambas tomadas del trabajo de campo que realicé hace un par de años, en Loreto.

Ingresos bajos. Entre los entrevistados, 5 de cada 10 señalan mencionan que perciben ingresos por debajo de la remuneración mínima vital (RMV)(1) y solo 3 de cada 10 superan los S/ 1,001, pero por debajo de S/ 2,000. “Yo gano con las justas para vivir, aquí no hay trabajo”. “Lo que vendo me alcanza solo para algunos pagos, mis hijas trabajan en la ciudad y me envían dinero”.

Los ingresos bajos están directamente relacionados con la calidad de la tierra de la parcela del poblador y su poca productividad; también con sus competencias; y estas, a su vez, son el resultado de la educación de baja calidad que suele ser la realidad en las zonas alejadas de las grandes ciudades. Este hecho se agudiza porque el mercado laboral local es pequeño y le ofrece pocas posibilidades al poblador de encontrar un empleo bien remunerado. 

Los factores señalados son consecuencia, en gran medida, de acciones de política pública poco inclusivas, que terminan propiciando la migración y la informalidad como reglas sociales válidas de movilidad social o de sobrevivencia.

Emprendimiento. Todos los entrevistados han desarrollado algún emprendimiento, sea por necesidad (35%) o por seguir la tradición familiar (29%). “Mi familia ha tenido tierras desde hace años y continúo con la tradición”. “He tenido que pensar cómo aumentar mis ingresos y, por eso, nos hemos juntado para producir café”.

En general, el emprendimiento, que resulta de baja productividad y genera ingresos reducidos, está muy asociado a la informalidad. Esta última se convierte, entonces, en una herramienta de subsistencia que acompaña las urgencias del poblador para generar ingresos adicionales, necesarios para su sostenimiento y el de su familia.

No es sorprendente que en algunos lugares alejados las actividades ilegales, como la tala o la minería, se conviertan en mecanismos de sobrevivencia, aunque se realicen en condiciones de vida paupérrimas para la población que trabaja en ellas. Algunos economistas podrían pensar que los programas de asistencia condicionada, como Juntos o Pensión 65, son cruciales; pero lo cierto es que si revisamos Repensar la pobreza de Banerjee y Duflo, nos queda claro que estos requieren una clarísima reingeniería.

Cuando tú les preguntas a nuestros compatriotas en estos centros poblados, ¿cuáles son sus principales demandas al Estado?, ellos reclaman apoyo para mejorar la calidad de su producción (asociación de productores para comprar semillas y diversificar cultivos de acuerdo con los protocolos de los expertos en manejo de suelos), vías de transporte para el acceso a mercados que les paguen precios más elevados por sus productos; y acceso a educación y calidad para ellos y sus familias. 

Tenemos que entender que una agricultura de subsistencia, acompañada de programas también de subsistencia, reducen enormemente las posibilidades de movilidad social en las zonas más alejadas del país. Y solo ratificando reafirman la migración como una forma de movilidad social y de sobrevivencia, frente a un entorno político y económico adverso. 

No obstante, ya sabemos que miles de migrantes que trabajaban en Lima vivían en la completa informalidad y precariedad. Por esta razón hoy han tenido que regresar a estos centros poblados, en los que si no cambiamos el rol del Estado, del asistencialismo puro a uno promotor, no lograremos reducir las enormes las brechas de las desigualdades en nuestro país, país de enormes contrastes.

1 En ese momento, una RMW equivalía a S/ 750 mensuales.

Giovanna Priale
21 de mayo del 2020

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