Pedro Olaechea

Lo siento, te odio

Cuando la política se basa en epítetos

Lo siento, te odio
Pedro Olaechea
31 de octubre del 2018

 

Se están acabando las ideas y estamos llegando al “tú eres culpable porque te odio”. Si somos más los que odiamos, mejor, porque quiere decir que “democráticamente” tenemos la razón. Así es como en nuestro actual contexto político células de fanáticos comienzan a ubicar a quiénes dirigir su odio para, una vez encontrados, expresar todo tipo de imprecaciones contra ideas con las que no comulgan. Estamos llegando a no tolerar ninguna expresión contraria a nuestras creencias. Así aparecieron los camisas pardas de Rohm en épocas del nazismo, también los bolcheviques y todos los movimientos totalitarios. ¡Qué camino estamos tomando!

A nuestro panorama político se añaden los trolls. Conviven con nosotros en las redes sociales en calidad de alimañas, sacando a relucir sus peores complejos de inferioridad y bajas pasiones. Insultar y amedrentar es la consigna. Buscan almas proclives al morbo o el escándalo. ¿Cuál era la verdad? ¡Qué importa! Como diría un periodista en un tuit: “A mí solo me interesa hacer daño”. ¿Eso queremos para las opiniones que forman el destino de nuestro país?

Es importante, mi estimado lector, señalar que esto solo es posible si uno puede costear la logística de última generación. Eso permite aparentar que no cientos, sino miles de seguidores se pronuncien como una “horda indignada” respecto a una opinión, llenando de insultos a quien ose enfrentarse al “entendido” que propugna tal o cual candidato.

Cuando se puso en debate la Ley de Financiamiento de Partidos Políticos advertí sobre esta modalidad, que ha venido afectando de manera silenciosa las opiniones de los ciudadanos. Esto se puede evidenciar con la evaluación de la injerencia de los trolls que habrían generado tres empresas rusas en las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016. Aparecieron, en diversas redes sociales, millones de opinantes que no eran reales. Así se ha ido generando un mapa de orientación y de formas políticas de horror. ¿Cuál es la verdad? Nuevamente, ¡qué importa!

Estamos ante lo que temía James Madison*: que la injerencia de la participación de “turbas” en las decisiones de gobierno terminen afectando la democracia. Ya no interesa si la información es correcta. “Fake news”, les llaman a las noticias con información errónea. Poco a poco vamos convirtiendo la democracia en una experiencia en la que los que creen tener mayoría no respetan la libertad de expresión del que está en desacuerdo con ellos. Sin embargo, en realidad se hacen pasar por una mayoría que no representan ni remotamente. Se comienza así a prostituir la democracia nacional, tanto en su contenido como en su forma.

La polarización en la que está cayendo la política peruana también pone en riesgo importantes avances para superar los distintos problemas que enfrentamos hoy. ¿Pueden las encuestas, turbas apostadas frente de locales públicos y trolls sugerir o indicar cómo debe actuar un juez o un fiscal? Como señalé en una entrevista hace poco, este solo hecho —en latitudes en las que existe una real división de poderes y el debido proceso— seria suficiente para posponer el juicio hasta un momento en que el entorno de imparcialidad esté asegurado.

Flaco favor hacen estos grupos al país en la misión de recuperar a prófugos de la justicia para que expliquen sus tropelías, que implicaron daños importantes tanto a la moral como al erario nacional. ¿O es qué hay interés de enredar estos casos? Y no solo es un problema en el Perú. En Estados Unidos se comienza a analizar el efecto de las redes sociales en la política y la fuerte polarización en la sociedad americana, que nunca ha estado en niveles tan altos.

¿Qué podemos hacer? Varias sugerencias, además de las ofrecidas en el artículo que cito, que es particular para el caso de EE.UU. Es importante advertir a los participantes de la redes el riesgo que tienen al frente, con las cuentas “fake”. Que comprendan que es importante filtrar la información que encuentran, porque pueden ser fácilmente influenciados en distintas corrienes de pensamiento por información que no es real.

¿Qué se puede hacer desde el Congreso? Tenemos que elevar el debate, dejar los insultos y calificativos. No me voy a cansar de decirlo: tenemos que entrar en el debate de ideas. La población lo exige. Recurrir a ataques personales no nos va a ayudar a mejorar como peruanos. Discutir ideas y tener debates de fondo nos puede poner más cerca de vivir en un mejor país para todos. Tenemos que poner el ejemplo de que es posible estar en desacuerdo y mantener la cordialidad. Además, necesitamos un mayor estudio del impacto económico de las iniciativas legislativas, del efecto de las normas en el desarrollo del país. Mucha de la legislación actual solo ve el interés de grupos particulares que pueden ejercer presión por sus intereses.

El peligro, pues, es latente. La libertad de expresión pierde ante estos impostores financiados por sabe quién, que quizá ni estén domicialidos en el país. Lo que es claro es que entre sus intenciones, el último de los beneficiados sería el Perú y sus ciudadanos. Estamos advertidos.

 

* America está viviendo la pesadilla de James Madison. ¿Está muriendo la democracia? Octubre de 2018 “The Atlantic journal Politics and policy”. Autor: Joeffry Rosen.

 

Pedro Olaechea
31 de octubre del 2018

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