Lo público, lo controversial, lo difícil

El Perú está de duelo por la muerte de dos valientes jóvenes que perdieron la vida defendiendo nuestra democracia. A pesar del enorme dolor de sus familias, este hecho, que nos conmueve hasta lo más íntimo de nuestro ser, nos hace recordar que sí hace sentido trabajar por la cosa pública, por lo controversial, por lo difícil. 

Sí es importante tomar partido por algo en lo que creemos. Pero siempre debemos ser empáticos y humildes para aprender, para compartir, para dar lo mejor de nosotros. Sin odiar al que piensa diferente, pero cuestionando siempre si los servicios pueden mejorarse: más eficientes, más competitivos, que tomen más en cuenta al ciudadano.

Empecé mi carrera trabajando en cómo desarrollar un sistema de pensiones para todos los peruanos, leyendo Envejecimiento sin crisis, del Banco Mundial; pensando en cómo lograríamos un esquema de pensiones inclusivo y equitativo. Una tarea aún pendiente de alcanzar como sociedad, y en la que seguimos propiciando la conversación necesaria a fin de lograr consensos para que todos los peruanos tengan acceso a una pensión mínima universal. 

Luego me moví al Ministerio de Trabajo y aporté un granito de arena en el desarrollo del programa de empleo para jóvenes de bajos ingresos, estableciendo nexos entre oferta y demanda de empleo, usando la capacitación laboral, como el eje transmisor de valor.

Después trabajé en el lanzamiento de un área destinada a atender las demandas de los ciudadanos. Y el equipo lo hizo tan bien que el tema creció interna y externamente con tal fuerza que contribuyó a que la inclusión financiera, la educación financiera y la supervisión de conducta de los mercados financieros se convirtiesen en parte de la política y gestión pública en materia financiera.

Ninguna de esas tareas fue sencilla, porque eran novedosas en su momento y suponían cambios culturales al interior de instituciones antiguas. Y al mismo tiempo se requería convencer a los funcionarios mayores (en edad y en posiciones) en que ese era el camino correcto: siempre la cosa pública al servicio del ciudadano.

Posteriormente, en la esfera de la investigación, aposté por estudiar el impacto de la inclusión financiera en zonas rurales. Y recorrí el país, conectando con las demandas de la población más vulnerable. Conversé con la gente más pobre de nuestro país y sentí cómo valoraban aprender cómo usar el dinero para sus emprendimientos, cómo hacer un flujo de caja y cómo asociarse para salir adelante. 

Soy una firme creyente de que siempre podemos aprender de los demás mejores formas de hacer las cosas. Pero creo que para eso debemos ser mucho más tolerantes, empáticos y constructivos. Es por eso, que siempre seguiré defendiendo que la voz del ciudadano sea escuchada y que sea la discusión alturada y experimentada la que proponga espacios de diálogo entre las empresas, la sociedad civil y el Estado, a fin de tomar decisiones en bien del país. 

Y hoy ese espacio claramente nos centra en dos ejes cruciales: la salud y la reactivación económica. Ese debería ser el cuadrante de las acciones de nuestro Gobierno de transición, porque son esenciales para recuperar la senda del crecimiento económico y humano.