Heriberto Bustos

Licencia para delinquir

¿Un valor de la modernidad?

Licencia para delinquir
Heriberto Bustos
19 de febrero del 2019

 

En los últimos tiempos y a propósito de haberse hecho pública la participación de muchos personajes en el escenario de la corrupción vimos, algunos con alegría y complacencia y otros con preocupación, resurgir a los “colaboradores eficaces, al amparo del Decreto Legislativo N° 975 (Código Procesal Penal). La norma mencionada, en su artículo 472 señala: “El Ministerio Público podrá celebrar un acuerdo de beneficios y colaboración con quien se encuentre o no sometido a un proceso penal, así como con quien ha sido sentenciado, en virtud de la colaboración que presten a las autoridades para la eficacia de la justicia penal”.

Si nos ubicamos en el marco de la efectividad y las facilidades a la justicia, podemos coincidir con quienes agitan la máxima de “el fin justifica los medios”. Pero si lo hacemos desde el lado del verdadero combate contra la delincuencia y la corrupción —vale decir, desde el respeto y defensa de los valores— veremos esta acción como atentatoria justamente con lo que se trata de erradicar. No olvidemos jamás que las sociedades se mueven hacia delante cuando sus miembros cultivan de manera individual valores.

En ambos sucesos nuestras opiniones se ubican al margen del compromiso o participación en los hechos. No obstante, si nos situamos en  el primer escenario, sin habernos propuesto conscientemente, estamos avalando una acción que no condice los fundamentos de lo ético. Y ello es así porque el “colaborador”  ha sido partícipe de un hecho o situación que afectó los derechos o propiedades de otros, usó en beneficio propio recursos públicos y se mofó del sistema jurídico, policial y mucho más. Y luego, paradójicamente al amparo de las normas existentes, logra beneficios con nuestra anuencia, menguando su pena al compás de diversas notas, delatando a quienes lo acompañaron en su acción delictiva.

Ciertamente que existen una serie de leyes que rigen la sociedad, pero si las personas no tienen valores no las cumplirán. Y sin con la idea de corregirlas ignoramos esos valores, estamos construyendo una sociedad donde la corrupción, por su inmensidad, tendrá en los delatores los mejores ejemplos de moralidad.

Al margen de sus efectos inmediatos que en verdad importa, el hecho de que la justicia haya elevado la figura del delator, soplón, acusónchivatochismosoconfidente a la de “colaborador eficaz” resulta, por decir lo menos, preocupante. Y nos lleva a plantearnos algunas interrogantes: ¿no será que estamos creando una especie de personajes siniestros, otorgando socialmente licencia para delinquir?, ¿qué valores estamos realmente trasmitiendo a las futuras generaciones?, ¿no resulta oportuno y válido socialmente revisar esta figura?

En tanto los valores constituyen un sistema de creencias que posibilitan el juzgamiento de lo que está bien o mal en nuestras vidas, en la familia y en la sociedad, resultan juicios colectivos de lo que en verdad vale la pena hacer. En esa línea, no se trata solo de conocer cuáles son los valores, sino de asumirlos a cabalidad, haciendo de ellas una cualidad personal para la vida en colectividad.

 

Heriberto Bustos
19 de febrero del 2019

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