Liberar Las Bambas

En toda sociedad hay períodos de mayor o menor conflictividad. Lo cierto es que cuando el escenario social es conducido hacia la agudización de las tensiones, el resultado siempre es negativo. En los países donde la historia registra ciclos de confrontaciones violentas, y el Perú ya ha pasado por estos momentos, el “logro” ha sido el atraso, la pérdida de vidas humanas y la postergación del desarrollo, que es la base de una vida mejor.

Las tensiones sociopolíticas que se registran en la mina Las Bambas son hechos lamentables que no deben continuar ni repetirse, porque implican el quebrantamiento del principio de autoridad, garantía de una convivencia pacífica y armoniosa que ha hecho posible que los pueblos progresen. En el Perú, la minería es una actividad económica que ha permitido que las localidades y regiones donde está presente avancen —en términos sociales y económicos— de manera significativa, especialmente con relación a las regiones donde no hay o existe limitada actividad minera. Por eso resulta importante y trascendente.

La minería genera recursos económicos que permiten hacer obras de infraestructura socioproductiva para cerrar las brechas sociales existentes en educación, salud y nutrición. También ayudan a apuntalar a otros sectores, mediante la construcción de represas, canales de irrigación, etc., infraestructura que fortalece el desarrollo agrícola y pecuario del país.

La inversión realizada en los proyectos mineros, por su magnitud, genera miles de empleos productivos, capacita el recurso humano local e impulsa el emprendimiento, porque requiere de una cadena de proveedores de bienes y servicios por un largo periodo. Ese horizonte es el que garantiza el crecimiento, y ese periodo es el que resulta trascendente si se emplean con sapiencia los recursos generados por la minería.

Recuperar Las Bambas implica también dar la lucha en el ámbito del debate de las ideas. Un escenario muchas veces soslayado por las empresas, pero que el extremismo aprovecha para soliviantar, desinformar y engañar a las comunidades que se ubican en el entorno de las operaciones mineras o de cualquier otro emprendimiento trascendente (antes lo hicieron con el gas de Camisea).

Al extremismo ideológico no le interesa una solución satisfactoria en el corto plazo. Ellos apuestan por la confrontación, por la pérdida de vidas humanas para denunciar al “Estado agresor”, a los “detentadores del poder” y al “imperialismo” venga de donde venga. Lo que menos les preocupa es el desarrollo de las comunidades, que están siendo utilizadas como parte de un esquema político mayor.

Lo que debe quedar en claro es que las condiciones en que viven las comunidades no puede continuar. Tampoco la percepción de que son las empresas las responsables de esta situación, cuando son ellas las que generan los recursos económicos con los que se financia el desarrollo. La lógica estatal tiene que ser la del mantenimiento de la unidad territorial, el rechazo a todo intento de convertir al Perú en un archipiélago sin orden ni concierto, la promoción del desarrollo socioproductivo y el aprovechamiento racional del ambiente. Tengamos presente que valores como la ley y la libertad son los que garantizan el progreso de los pueblos.

Faltó visión política al momento de decidir si se construía una vía férrea o una carretera; efectivamente, parece que eso sucedió. Ojalá, en el futuro, las autoridades actúen con visión de largo plazo para generar una base integradora en la diversidad, y que todos empecemos a trabajar por el bienestar y la consolidación del país. Sin exclusión de ninguna de nuestras potencialidades.