LIBERALIZAR MÁS PARA CRECER

El gran problema de EE.UU, no es la desindustrialización

Donald Trump, quien el viernes pasado se estrenó como el 45° presidente electo de los Estados Unidos de América, cumplió su promesa electoral de iniciar el retiro de su país del Tratado de Libre Comercio del Asia-Pacífico, el mayor mercado del mundo. Sin lugar a dudas es popular manifestar que consumiremos lo que produciremos, pero está obviando el hecho de que cada país tiene características y potencialidades que los singularizan frente a otros. En consecuencia, pretender competir exitosamente frente a ellos es una Crónica de una muerte anunciada.

Es cierto que la producción manufacturera de los Estados Unidos había emigrado hacia países donde el costo de la mano de obra era menor; por lo tanto, al disminuir el costo laboral, subsecuentemente, el valor de venta del producto final también lo hacía. Las empresas norteamericanas se hicieron más fuertes y competitivas, produciendo a menores costos en el exterior e inversamente, logrando una mayor porción del mercado mundial de consumidores.

El problema de los Estados Unidos no es la “desindustrialización”, sino el no haber convertido a la postindustrialización en el motor de una dinámica económica que debe ocupar a la mayor parte de su población. La gran pregunta es: ¿estarán preparados para asumir el desafío? Recordemos que las exportaciones de servicios son las que ocupan un segmento mayor del comercio mundial, demostrando inclusive ser menos vulnerables al impacto de las crisis.

Lo que resulta mandatorio en la actualidad son las cadenas de valor mundial, porque los países que tienden a especializarse en aquello que constituye su ventaja comparativa, ya no pretenden fabricar un producto final partiendo en el primer tornillo. En la actualidad, se exportan productos terminados que pueden tener en su interior cientos de componentes importados, procedentes de las más diversas nacionalidades, como consecuencia de la contribución generada entre las cadenas de valor.

Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), la crisis financiera mundial del 2008, ocasionada por la burbuja hipotecaria en los Estados Unidos, hizo que en el 2009 las exportaciones mundiales de mercancías cayeran 22%, en tanto que las exportaciones de servicios comerciales lo hicieron en 9%. El 2010 la historia cambió de rumbo y las exportaciones de mercancías crecieron 14%; pero entre el 2012 y el 2014 la tasa de crecimiento del valor de las mercancías fue de 1%, y en el 2014 de 0.5%. Todo ello como consecuencia de las tensiones políticas ocasionadas por la Primavera Árabe, la crisis europea y el alza de los precios del petróleo.

¿Qué pasó con los servicios? Están aumentando de manera sostenida hasta alcanzar el 5% en el 2014. En adición, la OMC estima que “el comercio internacional de servicios es superior a las cifras globales que reflejan las balanza de pagos”. En consecuencia, la participación de los servicios en el comercio mundial está subvaluada.

Tomar acciones para distanciarse del comercio mundial, pretendiendo una reindustrialización del gigante norteamericano —para cumplir con una oferta electoral de generar nuevos puestos de trabajo— podría resultar ilusorio y hasta contraproducente para los propios intereses de ese país. En 1995 la relación entre el comercio (las exportaciones e importaciones de mercancías y servicios) y el Producto Bruto Interno Mundial (PBI) era de 20%. Transcurridos 20 años, el 2014, la participación del comercio mundial es de 30% del PBI. Y, si se analizase la expansión del comercio mundial, con relación al crecimiento del PBI, veremos que éste último avanza gracias al dinamismo del primero.

El 2011, la contribución de las cadenas de valor en los Estados Unidos alcanzaba el 40% de su economía; mientras que en países como Alemania, Reino Unido, Irlanda, Singapur y el cercano Chile ya habían superado el 50%. Quizás lo que requiera los EE.UU. sea liberalizar más para seguir creciendo.

Por Guillermo Vidalón del Pino