Las izquierdas no están en caída

Progresistas y comunistas saben lo que hacen; y ciertamente cada vez menos guiados por sus entrañas, pero en apariencia convencidos del valor de sus ideales desfasados y demostradamente fracasados. A ese “hacer” ayuda la millonaria propaganda disfrazada de supuesto intelecto desplegada por las oenegés, dizque “sin fines de lucro”. Y claro está, también de fondos provenientes del narcotráfico, la minería ilegal y de otras criminalidades como el tráfico de terrenos y contrabando de madera, asentado en los bosques amazónicos. en donde la presencia del Estado desapareció o nunca estuvo. Con el vuelto o plusvalía de lo recibido se vive a lo burgués.  

La izquierda logró aprobar el financiamiento estatal de los partidos políticos, y subrepticiamente manejan presupuestos de ministerios (Cultura, de la Mujer, del Ambiente), Defensoría del Pueblo, gobiernos regionales y municipalidades. Los resultados fueron a pedir de boca: ¡lluvia de millones!        

Esa izquierda no está de brazos cruzados frente a las victorias de las derechas. Los intentos de desprestigio contra Milei, Bukele y López Aliaga son intensos. En Buenos Aires demostraron su descontento con violencia extrema. No obstante, preguntamos, ¿está en caída el dominio de la izquierda global frente a una mayoría de eurodiputados derechistas recientemente elegidos y por el probable retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos? ¿La respuesta sería acaso acudiendo al viejo dicho “una golondrina no hace primavera”? Aún cuando las derechas y los centristas ganaran elecciones y espacios públicos, el virus socialista fue esparcido en gran medida. A pesar de las evidencias contrarias a los intereses nacionales, los medios permiten que el izquierdismo se despache a su gusto con su nociva palabrería. 

En las ferias de libros predomina el verbo socialista. En las provincianas se hace abiertamente apología al senderismo. Siempre hay más de uno presentando obras destinadas a manipular la imaginación y la realidad; obras auspiciadas por ministerios y hasta privados, con reconocimientos y premiaciones organizados por ellos mismos. 

En política nada es casualidad. Las “narrativas” perniciosas influyen en la sociedad, mediatizan a la población, la conmueven con cascaron y herrumbre. La atontan para dominarla. Lo consiguen, siendo el resultado clarísimo: polarizan las elecciones, destruyen los partidos y, con el cuento de “no me representan” alientan la proliferación de remedos partidarios, auténticas agrupaciones caudillistas y potencialmente criminales. Alcaldes y gobernadores regionales de izquierda, de antes y ahora, son acusados, procesados y sentenciados por corrupción.  

Las izquierdas no están de caída. Tienen recursos y maneras de sobrevivir. No olvidemos que la marcha de los cuatro suyos fue alentada soterradamente por el senderismo. Bastaba la mecha encendida y activaron, aunque decaído, todo su poder. Los actos terroristas de Sendero Luminoso fueron vencidos, pero no sus ideales y su capacidad de actualizarse. Diez años antes, los ¡viva! a Fujimori eran ensordecedores. Pero con el derrumbe de la memoria colectiva. los buenos se convirtieron en malos. Del sonsonete “dictadura” usado contra Fujimori pasaron a “guerra política”, “prisioneros de guerra” y “delitos de lesa humana”, útiles para moldear a su gusto a la sociedad. Entendidos e ignorantes los aceptaron a pie juntillas. Hoy, la moda progre es un hecho. Fue un gran error ningunear la fibra izquierdista. 

Hoy el origen de la convulsión social es la criminalidad. El “vandalismo” defensor de Castillo es un intento subversivo. La delincuencia organizada es una estrategia comunista. El vendaval bolivariano anunciado en Caracas se cumple. La inestabilidad social se ha convertido en inseguridad ciudadana planeada en Cuba y Venezuela con fines desestabilizadores. 

¿Qué hacer? Alentar y capacitar nuevos y auténticos liderazgos, establecer alianzas. Y sobre todo, demandar de los liberales, democráticos, defensores del mercado y capital, seriedad y compromiso frente al enemigo principal.