Carlos Adrianzén
Lamento boliviano
Refutando el “milagro económico” de Evo Morales
La performance económica del Gobierno boliviano es un asunto espinoso. Tanta plata se movería en la masiva campaña presidencial del preso hermano de Ollanta Humala que hacerlo despierta reacciones histéricas en las redes y sus trolls locales. Y esto es algo comprensible. Los principales íconos de la izquierda en la región (Lula da Silva, Nicolás Maduro, Cristina Fernández o Daniel Ortega) han resultado consistentemente envueltos en hediondos episodios de perpetuación totalitaria, estancamiento y corrupción burocrática.
De las más destacadas excepciones a esta regla —la Señora Bachelet y el viejito Mujica— podemos decir que no pudieron consolidarse ni reelegirse gracias a la institucionalidad de sus países y al ejercicio ciudadano de su gente. Aunque en términos de éxito económico no resultaron nada parecido a regímenes de Oceanía o el sudeste asiático. Abajito, el caso del prieto régimen humalista en el Perú, confirma que —a pesar del escandaloso flujo de financiamiento bolivariano recibido y nuestra deficiente institucionalidad— los peruanos, cuando tomamos conciencia, algún ejercicio de rechazo podemos ejercer.
Pero vayamos al punto, de a poquitos. El éxito económico de una familia o una nación no implica exclusivamente indicadores de corto plazo. Por ejemplo, progenitores indisciplinados, regalones o poco frugales pueden ser muy populares entre sus hijos por un tiempo e incluso ser reconocidos temporalmente como políticamente correctos, flexibles y generosos. Pero luego, inexorablemente, llegan las deudas, el empobrecimiento y la frustración familiar. Incluso estos mismos progenitores configurarán una pesada carga para los hijos.
A nivel de una nación la figura es —grosso modo— similar. En el caso de ciertos “milagros”, determinados indicadores de corto plazo pueden destacar en comparaciones sesgadas con los promedios de una región de perdedores (me refiero a la Latinoamérica de estos tiempos). Sin embargo, sus índices de desarrollo terminan registrando tendencias deprimentes. Y este es el caso del actual dictador boliviano. Evo Morales, personaje cuyo nombre implica la versión masculina de dos Eva(s) diferentes. Tanto la que lideró el proceso de deterioro económico argentino el siglo pasado cuanto el personaje bíblico cuya recomendación nos sacó del paraíso.
Pero… ¿cómo es posible que siquiera me atreva a referirme al Gobierno de Evo Morales como un desastre? Lo hago simplemente porque luego de más de 12 años de gestión —avasallando instituciones y recibiendo un enorme subsidio petrolero venezolano— la performance económica boliviana registra una evolución deplorable. Gracias a Evo, sus mercaderes amigos, sus colaboradores y sus propagandistas dentro y fuera de Bolivia, el llamado Alto Perú luce estancado.
- Sí. A pesar de todos los bonitos reportes escritos por organismos multilaterales que destacan las políticas públicas desarrolladas en la gestión de Evo Morales, una comparación básica de este régimen con gobiernos pasados encuentra que el PBI boliviano —equivalente apenas al 14.2% del peruano— ni siquiera recupera sus niveles de 1998, cuando equivalía a la mitad del peruano.
- Asimismo, consolidadas sus políticas y a pesar del indeterminado subsidio petrolero recibido de Venezuela, el nivel actual de desarrollo relativo de Bolivia persiste mediocre. Así, el PBI por persona de un boliviano equivale apenas al 41% del de un peruano, y se ubica —globalmente hablando— a niveles africanos (si tomamos como referencia el PBI por persona de un país desarrollado). De hecho, a lo largo del periodo 2006-2018, el PBI por persona de un boliviano se ubica entre 4% y 5% del producto por persona norteamericano. Muy lejos de confirmar alguna ganancia significativa en estos últimos 12 años (ver gráfico uno).
- Similarmente, aun comparando el ideológicamente sesgado Índice de Desarrollo Humano del PNUD de un país nublado como el Perú, el índice boliviano se ubica consistentemente un 9% por debajo.
- Refuerza adicionalmente esta perspectiva considerar las tendencias pasivas 2006-2018. Se registra también un cada vez mayor alejamiento del PBI por persona respecto a los PBI por persona de un peruano y —mucho más marcadamente— de un estadounidense (ver gráfico dos respecto al caso peruano). Bolivia se mantiene crecientemente subdesarrollado.
- Una nación crece asociada a su desarrollo institucional y a los flujos de comercio exterior, mientras estos se asocian a sus patrones de inversión privada. Si incluimos en estas observaciones, la evolución de su Formación de Capital resulta aún menos auspiciosa. A lo largo de los últimos doce años, el sector privado boliviano invierte apenas un magro 7.5% de su PBI, mientras de su gasto de Inversión Estatal alcanza el 11%. Cualquier parecido con lo sucedido en el Perú en los aciagos días del gobierno de la izquierda unida y el APRA no es coincidencia.
- El gráfico tres de este lamento —económico— boliviano compara los niveles de apertura económica al exterior de dos naciones mediterráneas: Suiza y Bolivia. Ambas íconos globales. La primera de riqueza y desarrollo, la segunda de todo lo contrario. Que no le vengan con que Bolivia no tiene mar y por eso es pobre. Es pobre meridianamente porque sus manejos e instituciones económicas son oscuras y mediocres. Una comercia, la otra se cierra. Y quizás porque una es gobernada por Evo, sus mercaderes y sus burócratas. La otra tiene instituciones. Hay astronómicas diferencias en niveles de vida: un producto por persona treinta veces menor.
- Finalmente, en perspectiva, el llamado milagro boliviano 2006-2018, desarrolla un lamento en comparación a tendencias bolivianas previas a 1975. Si con Evo la tendencia pasiva lineal de su PBI por habitante siquiera se hubiera mantenido… este sería hoy 39.4% mayor al actual. De milagro económico la gestión de Morales solo tiene el marketing.
Usted se preguntará ¿por qué es relevante para nosotros los peruanos enfocar a una de las naciones más pobres y atrasadas de la región? La respuesta es dual. Primero, porque —maquillajes ideológicos afuera— Bolivia hoy es un referente de fracaso, y no debemos olvidar lo tóxico de gobernarse en forma demagógica. Bolivia hoy grafica un régimen donde un personaje exótico decide qué privados florecen (mercantilismo) y donde la burocracia es la que redistribuye la pobreza (socialismo). No importa cómo sobredimensionemos sus logros parciales. No ha avanzado casi nada en sus tasas de crecimiento y acumulación (como lo hizo efímeramente el Perú entre el 2001 y el 2012).
Segundo, porque la flor y nata de la izquierda limeña —incluyendo sus candidatos violentistas— sobrevenden a Evo Morales y su gestión como referente de éxito sudamericano. Particularmente en Puno y Cusco, y con la complicidad de la burocracia limeña. Es importante que no le vendan a nuestra gente cebo de culebra. A pesar de la ineptitud del gobierno actual (OH=PPK=MV), replicar las prácticas del régimen de Morales en nuestro país serían una desgracia. Implicarían menos crecimiento, mucha más pobreza, mucho más atraso y por supuesto, más corrupción burocrática. A las cifras me remito.
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