Jorge Valenzuela

La voz, el viento y la escritura

La voz, el viento y la escritura
Jorge Valenzuela
25 de febrero del 2015

Testimonio y género en los estudios literarios peruanos 

La publicación del libro La voz, el viento y la escritura. Representación y memoria en los primeros testimonios de mujeres en el Perú, de Eduardo Huaytán Martínez (1983), es un buen motivo para reflexionar sobre la importancia del testimonio en los procesos de democratización dentro de los cuales la producción de discursos, y su legitimación, son esenciales. 

En primer término resulta sorprendente descubrir, a partir del libro, que es recién en la década de los setenta del siglo pasado que las mujeres pueden (a través de un gestor que construye el discurso y trabaja el nivel de la enunciación), dar cuenta de sus vivencias y de sus intereses en un país como el Perú, en el que tradicionalmente les fue negada la producción de un discurso propio. 

Los testimonios elegidos para el análisis son los de Agustina Huaquira Mamani tomado del libro Huillca: habla un campesino peruano (1974) producido por Hugo Neyra; el de Asunta Quispe Huamán incluido en Gregorio Condori Mamani. Autbiografía (1977) gestado por Ricardo Valderrama y Carmen Escalante; los testimonios colectivos de Ser mujer en el Perú (1977), elaborados por Esther Andradi y Ana María Portugal, y los testimonios de Cinturón de castidad. La mujer de clase media en el Perú (1979) producidos por Maruja Barrig. 

Huaytán se aproxima a los textos con las armas que le proporciona, de un lado, la crítica de género y, de otro, la teoría desarrollada en Latinoamérica sobre el testimonio como forma discursiva netamente política. En ese sentido lo que busca el libro es establecer las relaciones entre el género testimonial como discurso y el género femenino como construcción social y cultural, en el entendido de que las aproximaciones anteriores a este tipo de textos solo privilegiaban las cuestiones relacionadas con la condición de clase y el origen étnico de las testimoniantes. ¿Esto significa que el testimonio posibilita, mejor que otros géneros, como la novela o el cuento, la expresión o la representación de la mujer y sus intereses? ¿Sirve mejor el testimonio a los propósitos de la representación de la mujer solo en el caso de circunstancias como las propiamente latinoamericanas, en donde la mujer necesita emanciparse del yugo masculino? ¿Es pertinente hablar de la superioridad de un género sobre otro? 

Una segunda cuestión importante y discutible tiene que ver con la siguiente hipótesis: el testimonio supera, de un lado, las limitaciones de la antropología culturalista ligada solo a la investigación del hombre andino y, de otro, al indigenismo literario, en tanto en el testimonio sí se hace presente la voz “real” del indígena y no se construye un simulacro, una ficción que lo deforma y desvirtúa. En este caso cabría preguntarnos: ¿es posible hablar de “superación” cuando confrontamos al testimonio como género no ficcional y al indigenismo literario de raigambre ficcional? ¿Se está hablando de la superioridad del testimonio en términos de representación al margen de las condiciones que imponen las reglas de la ficción? 

De otro lado, el libro logra situarnos eficientemente en la perspectiva adecuada para observar el desarrollo histórico del testimonio de mujeres en el Perú. En esta dirección establece dos momentos claves en los años setenta. El primero, con la aparición de voces femeninas del ande aún invisibilizadas por el protagonismo de sus esposos, momento en el que carecen aún de una agenda personal y social propias. Y un segundo momento, en el que el testimonio asume la voz colectiva desde un lugar de enunciación: el discurso feminista de las mujeres de clase media, políticamente articuladas al marxismo. 

Para concluir, diremos que el libro de Eduardo Huaytan se constituye en una de las más completas aproximaciones al testimonio de mujeres en el Perú gracias al manejo de un sólido marco teórico y una talentosa capacidad para el análisis discursivo de textos que buscan construir una imagen más justa y democrática de nuestra sociedad.   

Por Jorge Valenzuela
25 - Feb - 2015  

Jorge Valenzuela
25 de febrero del 2015

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