Manuel Gago
La verdad nos hará libres
Dominio universal por parte del marxismo
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), con un buen desempeño macroeconómico y un crecimiento del per cápita sostenido de 4.6% al año, antes del 2030 Perú sería una economía de ingreso alto. No obstante, la ilusión de ser parte del primer mundo quedó estancada con las elecciones de Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski para la presidencia de la República. El antifujimorismo elegido en los últimos 20 años no ha servido para transformar el país. Ya son dos quinquenios perdidos, y hay un próximo en camino si el elector vuelve a creer a pie juntillas en las encuestas y titulares de los medios antis.
El triunfo político del anti no ha reducido la anemia en los niños en edad escolar ni ha mejorado el nivel educativo en los colegios públicos. Tampoco ha mejorado la infraestructura del país. Todo lo contrario, se han acentuado la ineficiencia y la corrupción en el Estado. El número de empleados públicos, en menos de 20 años, ¡ha crecido 75%! La decencia y honestidad están desapareciendo en la vida pública. La judicialización de la política sirve para neutralizar al adversario y al que piensa diferente.
No hay lecciones aprendidas. La historia reciente es olvidada de inmediato. Los ataques al mercado libre y a la inversión privada no son hechos aislados, provienen del marxismo. El poco y hasta nulo interés por entender la política en su real contexto, vuelve masa a los ciudadanos. La individualidad y sus pensamientos desaparecen. Ser parte del rebaño es moda. Los distintos callan por temor a los señalamientos groseros.
Hace 40 años, el filósofo y escritor francés Jean-Francois Ravel, en sus columnas publicadas en La Prensa de Arturo Salazar Larraín, anunciaba una cultura mundial uniformizada y “miamisada”. Sin teléfonos móviles e Internet y sin viajes internacionales tan intensos, Ravel hacía referencia a la globalización de hoy. Su olfato de periodista y observador advertía una hegemonía universal. Ese predominio, aparentemente interesado en el bienestar mundial, es organizado por el marxismo del siglo XXI. Están en marcha el control de instituciones internacionales y estados y, con el tratado de Escazú –por el momento no aceptado en el país–, el comunismo pretende apoderarse de los recursos naturales para crear dependencia en la población.
Más Estado para más sometimiento. Los protocolos inventados durante la pandemia, denunciados por las organizaciones democráticas y libertarias, han servido para hacer simulaciones de control ciudadano. Y la masa ni enterada. Por el contrario, hace suyos y frecuenta los canales de dominio. Con la pandemia se profundiza la idea de consolidar los poderes y pensamientos únicos. El terror es parte de la estrategia por capítulos. Sin sustento científico creíble o induciendo a la reflexión, las “olas” de contagio y enfermedad continúan.
En este escenario de incertidumbre, engaño y manipulación de las informaciones, el cristianismo recurre a “la verdad los hará libres” (Juan 8:31), y los científicos sociales a “la ignorancia genera miedos” (E. F. Schumacher). Verdades desconocidas por las masas sin tener por qué saberlo. “Por la pandemia del coronavirus nada volverá a ser igual”, se dice. Y también “una nueva normalidad transforma la humanidad”.
Y así, el triunfo del colectivismo estaría a la vuelta de la esquina. Los individualismos arrinconados. El triunfo del terror es el triunfo del marxismo. La pandemia apuntala sus planes. La demonización de las clínicas y universidades privadas, y la falta de oxígeno en los hospitales son parte del diseño.
El miedo hace olvidar la ineficiencia de las autoridades para resolver la informalidad de nuestra economía, los ingresos bajos, la ausencia de reformas estructurales y la falta de diversificación de nuestra producción. La población no es escuchada, reclama mejores servicios públicos y pulcritud con los presupuestos. La trampa del ingreso medio se cumple al milímetro en el país. Después de 20 años, el anti continúa como si Toledo, Humala, Kucsynki, Villarán, Santos, Aduviri, Cerrón y más, jamás hubieran sido autoridades. La masa sin memoria, adormecida y dominada.
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