¿La trampa de la transición vizcarrista?

Martín Vizcarra, en su último mensaje a la nación, ha convocado a las fuerzas políticas a construir un “nuevo acuerdo básico llamado Pacto Perú”. A reglón seguido, Vizcarra ha indicado a este pacto como un “proceso de transición”. Dos conceptos claves en lo que resta del gobierno de quien fuera llamado por su adláteres como “el presidente hecho para las crisis”.

No obstante lo poco relevante en líneas generales del mensaje, la propuesta de un pacto y una transición llega en un momento de tres crisis: la crisis sanitaria, la crisis económica y una crisis política. Este es un momento de depresión económica que se ha tragado el PBI, en dos dígitos, con miles de muertos sin sincerar y con un país que aumentará pobreza como no se había visto en las últimas dos décadas.

Vale indicar que antes de la pandemia Vizcarra había concentrado una legitimidad y un poder tal que pudo cerrar un Congreso de mayoría opositora y ostentar altas aprobaciones casi siempre. A pesar de todo ello, los tremendos yerros de su Gobierno (que no vale la pena repetir) en la contención de la Covid-19 han terminado de deslegitimar al vizcarrato. Y esa fortaleza y poder que tenía podría decirse que se han pulverizado. Todo lo sólido se desvanece en el aire, tarde o temprano.

Los pactos y las transiciones casi siempre son el resultado de una “correlación de debilidades” cuando la cosa ya no funciona y tienen como marco –casi siempre– una crisis política y sobre todo económica. Hoy, como mencionamos, se le agrega la crisis sanitaria. En ese sentido, si hoy el presidente Vizcarra convoca a un pacto y a una transición lo hace con la seguridad previa de que el relato que le daba legitimidad, fortaleza y poder se ha quebrado. Quizá el “momento estelar” en el que perdió por completo la fuerza fue aquella primera votación en la que un Congreso envalentonado retiró la inmunidad parlamentaria, presidencial y de otras primeras autoridades. 

Pero un pacto y una transición también son estratagemas políticas. Vizcarra tiene un ojo puesto en la próxima segunda votación del pleno del Congreso, que si sale adelante podría traerle muchos problemas. Por tanto la judicialización de la política podría extenderse también a él en los próximos meses. De allí que podría decirse que, de llegar a buen puerto, un pacto y una transición lo salvaría de una eventual “persecución política”. La posible creación de una Comisión de la Verdad es una advertencia de aquello que podría suceder. 

Ahora, ¿con quién podría pactar el presidente si ha abierto frentes por todos lados? Por ejemplo, hasta antes de este último mensaje, y sobre todo la entrada de Cateriano como premier, el vizcarrato estaba reacio a reconocer el apoyo vital del sector privado; no solo para atender los estragos de la Covid-19, sino también para una reactivación económica que llegó primero desde el mundo informal. También ha abierto un frente con el otrora poderoso Fuerza Popular y el aprismo (partidos cuyos líderes fueron judicializados y aplanados mediáticamente); y tiene una oposición balcanizada en varios grupos en el Congreso, que le pedirán cuentas y tirarán contra él para ganarse los aplausos de aquellas “desconcertadas gentes” que antes alababan las medidas del moqueguano. ¿Y la izquierda? Es obvio que con su salida del gabinete ministerial queda desequilibrada. Y tendrán que ser malabaristas para articular un mensaje coherente y que justifique su soterrado apoyo al Gobierno durante los últimos meses. Queda por ver la actitud de Acción Popular y Alianza Para el Progreso.

En suma, es altamente probable que el Pacto Perú y la transición vizcarrista sea una estrategia para ganar tiempo, de ese que no tiene, para reposicionarse en el debilitado ajedrez político. Quizá Vizcarra ya piense en el apoyo a algún candidato que le asegure la sobrevivencia política luego del 2021. Y como para terminar, estén por seguros que si el Ejecutivo hubiera tenido cierto éxito enfrentando la pandemia no hubiese existido un amague de pacto o de transición.