Martin Santivañez
La quinta columna y el Bicentenario
Busca liquidar el régimen político por motivos ideológicos

Vamos a decirlo de una manera provocadora: la izquierda moderna en el Perú no existe. Aquí en vez de izquierda democrática, hay quinta columna. Mariátegui, el único hombre con la fuerza moral para construirla, fue liquidado por el destino. Sus herederos encarnaron, en grado sumo, todo lo que no era el Amauta: “intelectuales de panteón”, que “exhiben su ramplona bisutería ideológica en los escaparates de las librerías de lujo” (San Isidro-Miraflores). La izquierda ha desempeñado un papel disolvente y refractario. Fue por ello que Víctor Andrés Belaunde identificó al marxismo como un elemento desintegrador de la peruanidad. La irrupción del marxismo y su difusión durante el primer centenario de la Independencia crearon una nueva polarización política que definió la estructura y la capacidad del Estado durante el siglo XX.
Si a lo largo del siglo pasado el marxismo fue un elemento desintegrador, el neomarxismo y el socialismo del siglo XXI son las nuevas corrientes destructoras del ethos republicano. Nuevas en el sentido temporal, no esencial. El neomarxismo cultural es la gran amenaza a la que se enfrenta la República de cara al Bicentenario. Si bien los principios son semejantes, la táctica es distinta. Gramsci ha terminado por imponerse a Stalin. La Constitución de 1993 fue la partida de defunción del terrorismo de Sendero Luminoso. El contrato social señaló las bases del modelo que ha brindado estabilidad y democracia al país. Hoy las izquierdas pretenden acabar con la Constitución y refundar el orden político inspiradas en el chavismo tropical, aunque presenten sus reformas como el fruto del consenso de socialdemócratas y liberales. El voluntarismo ideológico, la pulsión autoritaria, la destrucción de la oposición y la metodología populista son mecanismos harto conocidos por los latinoamericanos y, aunque los rostros difieran, las intenciones clarifican el origen y el objetivo de los neomarxistas y sus aliados.
Para ello utilizan los mecanismos democráticos. Se trata de destruir la democracia republicana y el equilibro de poderes desde el interior del sistema. En suma, estamos ante la actualización del viejo sueño jacobino de ahorcar a la oposición con una cuerda fabricada por ella misma. En su búsqueda de poder, las izquierdas han infiltrado los medios de comunicación, la academia y la sociedad civil. El frente quintacolumnista aspira a refundar el sistema vendiéndonos gato por liebre. No es reforma, es revolución. En sentido estricto, se trata de la implantación de un socialismo estatolátrico solapado, funcional a los anhelos intervencionistas de esa nueva clase dirigente que busca apoderarse de los tres poderes del Estado.
Esta quinta columna es esencialmente golpista, pues busca liquidar el régimen político por motivos ideológicos, no pragmáticos. Véase, por ejemplo, la terquedad desnudada en la imposición de la ideología de género. En la imposición ideológica, el frente quintacolumnista no cederá. Como es natural, la mayor parte de su despliegue político girará en torno a la implementación de su programa ideológico. Y ello repercutirá negativamente (ya lo hace) en la solución de los problemas reales de la población. ¿Será la eficiencia el motivo que nos haga reaccionar?
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