Carlos Rivera

La patria y la vida

El patriotismo implica emotividad, deber moral y códigos de conductas

La patria y la vida
Carlos Rivera
20 de octubre del 2022


Los peruanos tenemos la costumbre de demostrar nuestro amor a la patria de las siguientes maneras: 1.- cuando juega la selección de fútbol. 2.-cuando hay elecciones. 3.-cuando el calendario marca 28 de julio 4.- Cuando uno viaja al extranjero y el sentimentalismo por el terruño provoca lacrimógenas performances. Entonces aflora el amor, el sentimiento patriótico y la identificación con la simbología que ello conlleva: bandera, héroes, hazañas, música, comida y todo lo que uno, desde su idiosincrasia, condimenta para darle mayor realce al asunto. Es decir arropamos a la patria con subjetividades (emocionales, sicológicas y culturales) para capturar su esencia.

A diferencia de otros conceptos como la nación, territorio y Estado que implican interpretaciones acorde a un constructo más elaborado sobre su nomenclatura en la Constitución Política del Perú –explicitada en su capítulo II del Estado, Nación y Territorio– los conceptos antes mencionados, más el detalle de la patria es una mención a su simbología y nada más. Asumimos –desde esa perspectiva positiva– que la patria es una síntesis, una emoción colectiva, un sentido de pertenencia, una utopía de país, un grito desde las entrañas de sus ciudadanos. ¿El patriotismo es bueno? ¿Conduce hacia algún lugar la exaltación de la patria por doquier? ¿Y si tenemos tantas expresiones patrióticas por qué adolecemos de civismo?

Todo en exceso es malo y la redundancia o utilización del patriotismo en grado superlativo arranca posiciones cerradas y justifica nuestras derrotas como país en amparo de creernos victimas de intrigas históricas o de maldiciones. Nuestro patriotismo no es victorioso sino resentido, producto de angustias, miserias e incontables crisis que solo con una ficción intentamos aplacar. Nuestro patriotismo de julio tiene dos aristas: la juerga y lo marcial. Los horrorosos desfiles escolares corresponden a dicha concepción. Luego de los desfiles, acabada la exhibición de marcialidad la gente (profesores, padres de familia y parroquianos) se pierden en la insuperable juerga evocando desde la embriaguez la exhibición de los estudiantes como soldaditos.

El patriotismo implica emotividad, deber moral, código de conductas sobre el terruño. Un acto de fe como decía el buen Jorge Luis Borges.
No hacemos patria haciendo marchar a los escolares, yendo a la parada militar, cantando “Contigo Perú” o maldiciendo a los chilenos, o llorando de nuestra herencia hispana. 

Hacemos patria cuando no votamos basura en la calle, respetamos los semáforos, cuando nos indigna el hecho que coimeen a los policías de tránsito, cuando respetamos las instituciones y a las autoridades, cuando entendemos la cultura de nuestros pueblos. Es decir, cuando respetamos todo aquello –desde lo minúsculo hasta lo más grande- que amamos y de lo cual somos parte.

Hacemos patria cuando enseñamos a entendernos en nuestras diferencias y coincidencias. Queremos ciudadanos que amen la patria sin la superchería que implica el patrioterismo barato.

Carlos Rivera
20 de octubre del 2022

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