Arturo Valverde

La muerte en “Los miserables”

Momentos decisivos en la gran novela de Víctor Hugo

La muerte en “Los miserables”
Arturo Valverde
09 de abril del 2024


La muerte de los personajes de la novela
Los miserables, escrita por Victor Hugo, merece una lectura serena y especial. Fantine, Javert y Jean Valjean, ¿fallecieron en proporción con la manera en que llevaron sus vidas? ¿Debían morir de otra forma? 

Fantine, aquella joven capaz de perder los dientes y la dignidad, alejada de su hija, a quien jamás volvería a ver, a ella Victor Hugo la lanza a una fosa común, como si fuese cualquier cosa. Fantine ha agonizado largamente, y su final es una desgracia similar a sus días en vida. De ella, dice: 

“Al párroco le pareció que hacía bien, y quizá hizo bien efectivamente, apartando, de lo que había dejado Jean Valjean, la mayor cantidad posible de dinero para los pobres. A fin de cuentas, ¿quiénes eran aquellos dos? Un presidiario y una ramera. Por eso simplificó el entierro de Fantine y lo dejó en lo estrictamente necesario, es decir, la fosa común.

Así que enterraron a Fantine en el rincón gratuito del cementerio que es de todos y de nadie. Menos más que Dios sabe dónde localizar las almas. Tendieron a Fantine en las tinieblas, entre los primeros huesos que había rodando por allí; padeció la promiscuidad de las cenizas. La arrojaron a la fosa común. Su sepultura fue a imagen y semejanza de su cama”.

El caso de Javert, el hombre que vivía para hacer respetar la ley, es diferente. La manera en que acaba con su vida es la de un hombre atormentado por la contradicción. Jean Valjean le ha perdonado la vida, y él ha incumplido su deber de capturarlo. Entonces toma la decisión del desesperado: se quita la vida arrojándose de un puente al río. Dice Víctor Hugo:

“Javert se quedó unos minutos, mirando aquella oquedad de tinieblas; clavaba en lo invisible una mirada fija que parecía atenta. Sonaba el rumor del agua. De repente, se quitó el sombrero y lo dejó al filo del muelle. Un instante después, una silueta alta y negra, que algún transeúnte rezagado había podido tomar por un fantasma, apareció de pie en el parapeto, se inclinó hacia el Sena, luego de enderezó y cayó, erguida, entre las tinieblas; hubo un chapoteo sordo; y solo la sombra supo de las convulsiones de aquella forma oscura que había desaparecido bajo el agua”.

El caso de Jean Valjean, personaje central de esta novela, es la del alma que ha alcanzado la redención de sus pecados, y, para destacar este aspecto clave, Victor Hugo hasta nos describe al ángel que baja de los cielos para llevarse su alma. Este es, sin duda, uno de los momentos más conmovedores.

“Estaba caído hacia atrás; lo alumbraba la luz de los dos candeleros; el rostro blanco miraba al cielo, dejaba que Cosette y Marius le cubrieran las manos de besos; estaba muerto.

Era una noche sin estrellas y profundamente oscura. Sin duda en la sombra estaba de pie un ángel inmenso, con las alas desplegadas, esperando al alma”.

Sentí la muerte de cada uno de estos personajes literarios como si hubiese perdido a un familiar cercano. Y es que, así como el escritor convive con ellos mientras escribe su obra, de la misma manera los lectores los acompañamos hasta el fatal desenlace que los conduce a la muerte.

Arturo Valverde
09 de abril del 2024

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