Darío Enríquez

¿La monarquía es el mejor sistema político?

A propósito de la muerte de la reina Elizabeth II

¿La monarquía es el mejor sistema político?
Darío Enríquez
14 de septiembre del 2022


Hace unos días falleció la reina Elizabeth II, y con su deceso desaparece físicamente uno de los protagonistas estelares de nuestra historia reciente. Es el mundo que emergió de la posguerra, la consiguiente guerra fría, la posterior caída del socialismo real y la batalla cultural que vivimos en el siglo XXI.
 

Debo aclarar, en principio, que suscribo plenamente los principios republicanos, bajo el modelo de democracia liberal clásica: separación de poderes, principio de no-agresión, igualdad ante la ley, libertad de expresión, diversidad de partidos políticos e ideas, economía de libre mercado, intercambio voluntario y coexistencia pacífica pese a las diferencias.

Se verifica en redes digitales un desborde de desconocimiento, desinformación y hasta infantilismo cuando, debido a la muerte de Elizabeth II, se trata el tema de la monarquía. Nada personal, solo hechos. La praxis muestra evidencias incontestables. El problema es que desde la ignorancia, hay muchos que valoran la monarquía teniendo como ingenuos parámetros los cuentos de hadas o la farándula paparazzi. Diez de los doce países más prósperos son monarquías parlamentarias: Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Suecia, Noruega, Dinamarca, Países Bajos, Luxemburgo, Bélgica y Japón. ¿Casualidad?¿Coincidencia?¿Azar? 

Algunas monarquías del mundo musulmán y otras del sudeste asiático tienden al absolutismo. Pero no nos referimos a ellas, sino a las que se han establecido en buena parte del mundo libre; es decir, las monarquías parlamentarias en tanto democracias exitosas, bajo el principio de “El rey reina pero no gobierna”.

Recordemos que en las monarquías parlamentarias, la Corona no es gobierno sino Estado. Esa diferencia es muy importante, y la mezcla "sucia" (léase corrupta) de gobierno y Estado explica en buena parte la debacle de la América Hispana. Basta ver el fracaso estruendoso de nuestros países, con repúblicas fallidas y desquiciados en cada esquina que piden “mano fuerte”, expropiaciones y estatismo salvaje. Una desgracia monumental.

No olvidemos que la realidad muestra en forma contundente que la integridad territorial y la estabilidad política son mucho más eficaces bajo un régimen monárquico. Los hechos están allí. Los países occidentales que en su momento salieron de la monarquía parieron al Terror de Robespierre y Napoleón en Francia, a Hitler en Alemania, a Mussolini en Italia y la guerra civil más cruenta de Occidente en España.

En América, solo Estados Unidos (EE.UU.) forjó una república institucional, próspera y exitosa. Brasil consolidó un gran territorio con base histórica en su período monárquico local, ya desafectado de la corona lusa. Con todos sus problemas, Brasil destaca nítidamente en el hemisferio sur. Nuestra América hispana se dividió en tantos territorios como sus caudillos pretendían, y después de dos siglos aún seguimos lidiando contra el riesgo de inviabilidad. 

Es cierto. Hay sangre, horror y terror en la historia del mundo y las monarquías (imperiales) forman parte de eso, muchas veces protagonizando tales sucesos. Es el proceso de evolución cultural de la civilización humana. Como todo proceso de esa naturaleza trae consigo idas y venidas, contradicciones, barbaridades, tensiones. Así es la historia. Ni ángeles ni demonios, sólo seres humanos con sus grandezas y sus miserias. Pero los hechos son categóricos. Vida, Libertad y Propiedad como sustento civilizatorio, se respetan en mayor grado e institucionalidad en países que siguen el modelo de democracia liberal y dentro de ellos, las monarquías parlamentarias lideran prácticamente en todos los guarismos.

Probablemente nos encontremos en el crepúsculo de este sistema político. Charles III como sucesor de Elizabeth II propicia un escenario más que incierto. Tal vez el modelo ya tomó camino hacia la extinción. Pero el juicio de la historia está allí, con la fuerza de los hechos. Por sus resultados, nos guste o no, en su versión parlamentaria y constitucional, la monarquía muestra ser el mejor sistema político. Mayor libertad, prosperidad y respeto a la ley marcan sus más notables características.

Darío Enríquez
14 de septiembre del 2022

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