Carlos Adrianzén

La lógica del chavismo

Cada día el Perú se parece más a Venezuela

La lógica del chavismo
Carlos Adrianzén
12 de agosto del 2019

 

Las noticias que nos llegan diariamente de Venezuela (con sellos de genocidio, hambruna, dictadura y avasallamiento al terrorismo y narcotráfico global) son enervadas por una migración de casi un millón de llaneros. Nos llegan a diario, convivimos con ellos, pero no llegamos a comprender lo que les pasó y lo verosímil que resultaría hoy que los peruanos caminemos entusiastas hacia el mismo precipicio. Un precipicio (como lo podemos apreciar ponderando el abierto apoyo ruso-chino-cubano-iraní) de muy difícil escape.

Para entender cómo fue que cayeron los venezolanos en tamaña desgracia resulta útil —además de ponderar sus garrafales errores de manejo económico— descubrir su desenvolvimiento político. Y es que el chavismo como fenómeno no solo implica la consolidación del corrupto estilo cubano o soviético, de régimen socialista y mercantilista extremo. Implica nuclearmente la prostitución y el desmantelamiento de las instituciones que garanticen las libertades políticas.

Hagamos memoria. Pocas naciones en la historia mundial han experimentado un declive económico tan destructivo y continuo como el de Venezuela. La siguiente figura contrasta cuánto se ha hundido Venezuela. Derrumbarse desde registrar el 70% del producto por persona de un norteamericano a inicios de los años sesenta, al 10% de la actualidad —y en declive— es algo raro. NI conflictos prolongados causan tal declive. Otro indicador implacable de ese hundimiento enfoca su tasa de inflación el año pasado: 1.37 billones por ciento, según el Fondo Monetario Internacional. El dinero local en Venezuela hoy es algo muy parecido a una papa muy caliente.

Un punto de partida en la comprensión cabal de este fenómeno nos lo da reconocer que el derrumbe venezolano tuvo largos antecedentes. Fue una nación destruida por una sucesión de gobiernos con crecientes sesgos represores, socialistas y mercantilistas, uno a continuación de otro. Cada año Venezuela profundizó su desmanejo de la mano con el deterioro de sus libertades políticas. Eso sí, la cúspide de irracionalidad y corrupción se consolida con el régimen chavista.

La explicación de esta debacle nos refiere a una observación implacable: cuando se destruye la Libertad Política se arruina la Economía. Cuando se van demoliendo las instituciones que garantizan los derechos políticos y las libertades civiles, no solo se consolida un régimen totalitario, emergen también implacables el populismo, el mercantilismo. Y por supuesto, el siempre ignoto negocio de sus burócratas ladrones. Se registra también la retroalimentación los de errores de política económica, entre fases de populismo exacerbado y subsecuentes ajustes parciales. 

Y todo esto, con la complicidad de la izquierda sudamericana y global. De hecho, el entusiasta y financiado apoyo de agrupaciones de izquierda como Podemos en España (una creación chavista) y los negocios impresentables con China, la España de Zapatero, Cuba, Irán o Rusia no son precisamente raros. Aquí resulta ilustrativo entender que tanto el auge sesentero de Venezuela cuanto su sostenida caída no se asocian directamente a la evolución del precio internacional del crudo. No importa aquí cuánta renta se recibió por la exportación de petróleo. Bajo la depresión de la libertad política, todo inició un proceso de deterioro continuo. Incluso la política económica. Pronto llegó el proteccionismo estratégico, el miedo al mercado, la corrupción masiva de sus burócratas; e implacable, el hambre y el atraso. 

Aquí, las cifras no pueden ser más meridianas. Y todo esto, haciendo a los electores locales una suerte de adictos a las dádivas gubernamentales. De hecho, hasta un día antes de caer presos, morir por represión o desatenciones —o tener que migrar desesperadamente al exterior— pedirán algún regalito. Vale la pena insistir. El país llanero pasó desde ser la nación más políticamente libre de Sudamérica y tener los estándares de desarrollo relativo (el índice de Illarionov) de España actual en 1960, a ser una de las dos naciones latinoamericanas más esclavas o reprimidas, y acercarse hoy al penoso nivel de desarrollo económico boliviano.

A toda abultada dotación de recursos naturales se le ha etiquetado indistintamente tanto como una bendición (cuando sus instituciones implican libertad política) cuanto como una maldición (cuando el respeto a los derechos políticos y libertades civiles no les permitieron despertar). El caso venezolano ajusta bien en la etiqueta de maldición. Aquí, con petróleo supuestamente abundante hubo para todo tipo de errores y personajes. No entendieron que estos recursos se agotan si no existe libertad política; ergo, inversiones. Nunca fue el petróleo. El auge fue explicado por su ambiente de libertad política y el desvanecimiento gradual de esa libertad. Primero gradual, luego drástico. Y es que bajo una institucionalidad amante de la libertad, los recursos naturales implican mayor inversión. Con una institucionalidad hostil a la libertad —en cambio—, estos implican gasto público con corrupción y subsecuente atraso. 

Nótese —en la figura tres— que a pesar de que ambos indicadores (la renta petrolera o la tasa de inversión) se asocian positivamente con la evolución de su producto por persona a lo largo de cinco décadas consecutivas, existe una sustancial diferencia en el ajuste estadístico de sus coeficientes de determinación. Esto, a pesar del deterioro de la calidad de la inversión venezolana, cuando se profundiza el chavismo.

Entendámoslo, la izquierda cubana en Venezuela ha creado su más ambicioso proyecto de perpetuación política en la región. Polarizando y erosionando las libertades políticas para mantenerse en el poder. Un estado de cosas en el que el fracaso económico llega a ser casi irrelevante. No importa cuánta corrupción y pobreza generen; si la libertad se elimina, ellos se quedarán. Y de paso, solo ellos (sus cúpulas), se enriquecerán y seguirán impunes. La etiqueta peruanísima de caviar, referida a un miembro de la cúpula que difunde ideas progresistas y que hace gala de sus carísimas preferencias de consumo, no es casual. Es aspiracional.

Así las cosas, cabe destacarse otra característica del chavismo. Este se desarrolla con facilidad cuando resulta muy popular erosionar y luego quebrar las libertades políticas. Quebradas y canjeadas estas con ofertas populistas, lo económico cae lentamente. Este detalle lo hace un fenómeno fácil de replicar y de mantener.

Ayuda mucho, en la tarea de comprender este fenómeno, revisar el último reporte de Freedom House (en adelante FH) y su inquietante hallazgo. El año pasado, el planeta registró el decimotercer año consecutivo de disminución de la libertad mundial. Diversos países hoy están prefiriendo las ofertas de dádivas estatales (irrespeto a la propiedad privada y regalos a las empresas). Es decir, votan o toleran por regímenes represores de la libertad por propuestas populistas que elevarían sus comodidades. 

En el caso peruano, las encuestas sobre los derechos políticos (que capturan la penosa gestión local de los procesos electorales, de pluralismo político y de participación ciudadana, funcionamiento del gobierno) y las libertades civiles (que enfocan los cada vez más pisoteados respetos a la libertad de expresión y creencias, a los derechos de asociación y organización, al Estado de derecho y a la autonomía personal y derechos individuales), ex ante a las reformas constitucionales de Martín Vizcarra, confirman que —aún manteniendo el 2018 el estatus de nación Libre- cada día nos acercamos más a Venezuela (y nos alejamos de Chile).

Sí, estimado lector, la batahola de reformas constitucionales de estos días no luce inocente. No es original ni es casual. La tendencia enfocada por FH —y las lecciones que nos deja ponderar la lógica del chavismo venezolano— explica los suspicaces afanes de introducir cambios populares en las áreas de gestión local de los procesos electorales, de pluralismo político, de participación ciudadana, funcionamiento del gobierno, de respetos a la libertad de expresión y creencias, a los derechos de asociación y organización, al Estado de derecho y a la autonomía personal y derechos individuales. Todas con un claro sesgo depresor de nuestras libertades. No podemos reelegir congresistas, tenemos que mantener paridades sexuales, los partidos deben respetar imposiciones burocráticas, etc. 

Vale la pena destacar que todas son iniciativas populares dado el demoledor financiamiento fiscal de los medios de comunicación y financiamiento foráneo de ciertas directivas. Todas ellas además de corte tremendamente similar a las aplicadas por Chávez, Maduro y sus secuaces. Todas muy enfocadas en erosionar libertades políticas.

Y una reflexión para el estribo. Los regímenes totalitarios como el chavismo se consolidan gota a gota, con el apoyo de los izquierdistas y los izquierdistones, y con mucha retórica y pocos datos a su favor. Por décadas se sostuvo que la democracia más avanzada de Sudamérica era la venezolana. Muchos repiten esto hoy en el caso peruano. No nos confiemos. Están avanzando, si no miren el abierto sustento burocrático a las protestas de Tía María.

 

Carlos Adrianzén
12 de agosto del 2019

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