Jorge Varela
La democracia liberal aún no ha muerto
Es necesario fraguar un nuevo pacto social
“¿Democracia muerta?”: es el título del último libro de Juan Pablo Luna, cientista político uruguayo-chileno, dedicado a analizar la estabilidad democrática en países de la región, entre ellos Perú, Argentina, Brasil, Ecuador, Chile. La tesis central de Luna expuesta en este libro es que “los problemas de la democracia actual son problemas externos a la política institucional”, (en general estructurales), pues van más allá de lo que pueden hacer los dirigentes políticos y de las reglas que definen su acción. Luna piensa que “nuestras democracias no mueren, languidecen”. “Para entender los problemas de la democracia es necesario entender a las sociedades y su profundo proceso de transformación” (¿Democracia muerta? Chile, América Latina y un modelo estallado. Editorial Planeta Chilena S.A. Octubre de 2024)
Cómo poner término a la fragmentación
El planteamiento de Luna se distancia, eso sí, de la avalancha de opiniones, declaraciones, artículos, columnas, que postulan en Chile una reforma política que mejore la gobernabilidad, ponga término a la fragmentación y polarización que afectan actualmente el funcionamiento y vitalidad del sistema democrático. A su juicio, “la polarización a la que hoy asistimos tiene causas más estructurales que contingentes” (columna “El Centro”. La Tercera, 24 de noviembre de 2021).
Precisamente hace pocos días la idea de emprender dicha reforma acaba de cristalizar mediante un proyecto de reforma parcial a la Constitución presentado por senadores pertenecientes a dos partidos que pertenecen al conglomerado oficialista conocido como Socialismo Democrático y a tres colectividades que integran la coalición opositora Chile Vamos. El número excesivo de partidos con representación parlamentaria, -superior a la veintena-, es uno de los antecedentes considerados para suscribir el proyecto referido. Se trata de una iniciativa que será resistida por partidos jibarizados que se encuentran en estado agónico y por diputados camaleónicos que cambian de color según la ocasión.
El diagnóstico está mal
Luna expresa que “el problema democrático en América Latina es una crisis (¡permanente’!) de la representación política”, dado que los partidos están bajo asedio o se han debilitado de modo significativo. Hay una tendencia al colapso de estos.
La muerte de la democracia como preocupación ha sido asociada al auge de liderazgos populistas y a la polarización. Mas el autor discrepa del diagnóstico extendido que afirma que la raíz del problema estaría en algunas deficiencias como la polarización y la fragmentación del sistema político, por lo que parece sensato cambiar las reglas del juego, buscando por ejemplo, fortalecer los partidos e incentivar a los actores políticos para que apuesten al consenso y la cooperación. “Esos ´males´ no son la enfermedad, sino el síntoma”. En su opinión, “la enfermedad está mal diagnosticada y el fármaco que se propone… ocultará los síntomas sin sanar al cuerpo” (Introducción del libro ¿Democracia muerta?).
Existe un conflicto social invertebrado
Juan Pablo Luna, quien ha sido muy cercano a Gabriel Boric y al partido gobernante (FA), señala que en el caso de Chile “el problema del Frente Amplio” y también de sus rivales, “es la falta de arraigo y conexión con sectores que se han vuelto más politizados, pero que al mismo tiempo son portadores de una vocación destituyente de quien detenta el poder”.
Uno de sus argumentos principales es que “el conflicto social está invertebrado”. “Lo que el gobierno de Boric no ha logrado hacer es vertebrar el descontento y canalizar productivamente el conflicto hacia las arenas institucionales”. Los distintos vehículos electorales (partidos, movimientos y colectivos) pueden movilizar el descontento, pero no pueden estructurarlo y canalizarlo desde las posiciones de gobierno a las que acceden.
“El problema de Chile radica en la imposibilidad de institucionalizar en el tiempo procesos moderados de cambio y transformación social que logren al mismo tiempo incorporar y vertebrar políticamente a los sectores populares, sin necesariamente destituir completamente a los poderosos” (“Alucinando con el oasis perdido”. Tercera Dosis”, 18 de marzo de 2023).
Reinventar la democracia
“De esto no salimos introduciendo reformas institucionales convencionales” (capítulo 6, “Reinventar la democracia”, del libro citado). A estas alturas Luna dice que: “es imposible reinventar la democracia sin reinventar el tipo de sociedad en que vivimos”. Enseguida, en un momento de realismo y de racionalidad luminosa, agrega: “Asumamos que parte de la solución pasa por reinventar la democracia liberal… el régimen político menos malo que ha logrado implementar la humanidad” (pág. 287). Viniendo esta confesión de alguien que cuestiona la inoperancia de las elites tradicionales, y se destaca por ser crítico del modelo neoliberal, no deja de ser trascendente.
Otra de sus propuestas enfatiza “la necesidad de fraguar un pacto social “acompañado de políticas de Estado que permitan comprar algo de tiempo e intentar mitigar los desafíos que hoy enfrenta el país.
COMENTARIOS