Jorge Varela

La cultura de la extinción

¿Existe la conciencia moral?

La cultura de la extinción
Jorge Varela
12 de diciembre del 2023


El nacimiento y la muerte en tanto realidades correspondientes a las esferas del ser y del no–ser, son dos acontecimientos trascendentes de la vida conectados con la no–vida y con el vacío de la nada. La vida y la muerte representan el alfa y omega, el principio y fin de la existencia.

En una instancia turbia de la historia contemporánea en que no se reconoce importancia a la procreación, gestación, nacimiento, crecimiento y desarrollo de nuevos seres de la especie humana, se ha extendido vertiginosamente la aplicación cruel de políticas que están derivando en prácticas que cuestionan y ponen en entredicho el valor de la vida, como el genocidio, el aborto, la eugenesia, la eutanasia, el secuestro, el abuso y la tortura. 

Sin respeto por la dignidad de las personas, lo maligno ha adoptado nuevas formas de exterminio inspiradas en ideas liberticidas, totalitarias, amorales, relativistas, narcisistas, individualistas, que conciben al ser como mero organismo compuesto de materia (células, tejidos, órganos, sistemas fisiológicos) que funciona mediante energía propia y no requiere de espíritu o elan vital. 

La extinción habita en nosotros 

Con fundamento se puede afirmar que estamos ‘viviendo’, –vaya contradicción–, en plena civilización y cultura de la muerte. Hoy vale más una carga de droga que una persona, un vehículo de alta gama que la vida, una mascota que un niño, un instante de placer que el cuidado de un anciano enfermo. ¿Acaso, no era esta la humanidad que avanzaba hacia un estado civilizatorio superior, y hacía méritos para conquistar el cosmos y dominar el tiempo y el espacio?

¿Cómo definir este estado de contradicción que nos afecta? El instinto agresivo, dice Sigmund Freud, “es el descendiente y principal representante del instinto de muerte que”, junto al Eros (instinto de vida), “comparte con él la dominación del mundo” (El malestar en la cultura). Esta lucha eterna entre ambos resume el transcurso mismo de la especie humana.

Aceptemos entonces la posibilidad de que nuestra extinción no será producto de un eventual ataque proveniente de seres de otro universo o galaxia lejana. La extinción está en las entrañas de la humanidad, solo que no queremos ver cómo avanza por sus vísceras.

¿Existe la conciencia moral?

Esa que se conoce o era conocida como ‘conciencia moral’, ¿existe aún, o murió en la lucha entre los instintos y no nos hemos percatado? Permítaseme una digresión, recuerdo que hace tiempo se argumentaba con orgullo académico que la Universidad era la conciencia moral de la Nación. ¿Qué fue de ella? Los indicios muestran que es una de las grandes víctimas de la lucha cultural contemporánea, aunque no faltan quienes le atribuyen además el rol de victimaria de la situación actual.

Y la autoridad ¿también ha sido derrotada?; porque está demostrado que no se la respeta, ni se le tiene temor reverencial como antes. Es de esperar que no haya muerto para siempre. 

En una sociedad en que nadie quiere sentir remordimientos ni considerarse culpable, ni purgar sus deslices, se explica que la conciencia moral esté en retirada y se la cuestione hasta negarla.

Tiempo de bárbaros

El instinto de destrucción es demasiado fuerte y no se detendrá ante la potencia procreadora del ser y la naturaleza. Lo maligno está siempre presente en la psiquis y en la historia. Goethe puso en boca de Mefistófeles –personaje de su obra Fausto”– la frase: “todo lo que nace merece perecer”

Por ahora no divagaremos acerca del objeto de la vida, pero sí preguntaremos: ¿qué esperan los hombres de la vida? Según Freud: “aspiran a la felicidad, quieren llegar a ser felices, no quieren dejar de serlo” (El malestar en la cultura). 

Pero, ¿y el otro? Ese que está al frente o al lado tuyo, ¿nos interesa?, ¿nos conmueve? o ¿hay que dejarlo fuera de nuestro pequeño mundo egoísta, impregnado de miserias?

En medio de tanta barbarie hemos desertado de la misión cultural civilizadora que nos convocara originariamente a todos y estamos condenados a ser unos bárbaros de temer, irredentos vitalicios. Hemos renunciado a esa tremenda tarea humana de trascender el tiempo, quizás el gran objeto de la vida en este planeta, para convertirnos en devotos de la cultura de la extinción.

Jorge Varela
12 de diciembre del 2023

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