Maria Pia Salinas

La cristiandad en tiempos de pandemia

Este año no se realizará la Procesión del Señor de los Milagros

La cristiandad en tiempos de pandemia
Maria Pia Salinas
01 de octubre del 2020


La decisión del Arzobispo de Lima, Carlos Castillo Mattasoglio, quien informó que no se llevaría a cabo la procesión del Señor de los Milagros este año, ha generado cierta frustración entre los fieles devotos. Quizá esta decisión sea prudente, habida cuenta de que tuvimos el porcentaje más alto de mortalidad a nivel internacional frente a la pandemia, y dicha procesión es una de las más multitudinarias del mundo; resulta hasta cierto punto, comprensible. Sin embargo, la gran mayoría de fieles han expresado su disconformidad frente a esta decisión, ya que esta tradición lleva más de 350 años realizándose ininterrumpidamente. Por tanto, algunos consideran que hay un propósito ajeno a los temas de salubridad. Y debido a esto la avalancha de críticas en redes no se dejó esperar. 

La prohibición de la procesión ha sido motivo para prestarle algo más de atención a un derecho fundamental de las personas: la libertad de culto religioso. Y abre una temática para la discusión. Al parecer las cuestiones de fe, en tiempos de crisis, carecen de importancia para nuestras principales autoridades. Craso error. Irónicamente le han dado a la fe un lugar distante. Pese a las mínimas intervenciones que ha podido tener la iglesia en su conjunto, siguen siendo inciertas y casi nulas sus actividades presenciales. Resulta extraño, mantener el toque de queda decretado para los días domingo, día central del culto religioso cristiano, lo que obliga a las iglesias a permanecer cerradas en su día más importante. Seguir manteniendo en incertidumbre las actividades de culto y, no obstante, aprobar ciertas actividades que podrían ser inclusive mucho más riesgosas que asistir a misa con la normalidad con la que se asiste a un centro comercial, da mucho que entender. Cabe entonces la pregunta: ¿qué le espera a la fe en estos tiempos de crisis?

Esta crisis, en definitiva, nos descolocó y trajo un sin número de conjeturas entre los sectores del frente intelectual de derecha y del sector conservador. Entre ellas se encuentra la idea de que detrás de toda esta maraña política generada por coronavirus, está el propósito intermedio y velado de despojar al hombre de su rutinaria vida de fe. Una de las cosas que motivó este pensamiento fue la agresiva medida de paralizar toda actividad de culto religioso. Y es que para un fiel el alimento espiritual es tan importante como el físico. A eso se suma el hecho de imponer el día domingo, como día oficial para establecer el toque de queda a nivel nacional. Habiendo hoy disminuido ostensiblemente el peligro, muchos se preguntan, ¿por qué aún se mantienen esas medidas poco justificadas que impiden, tanto a los fieles como a la Iglesia, realizar sus actividades de culto por tiempo indeterminado? 

Puede parecer un tema muy irrelevante, pero en un país movido por un creciente número de fieles y devotos de la fe católica y cristiana, resulta lacerante para los más fervientes desprenderse de ese derecho, estrechamente ligado a sus convicciones religiosas como firme principio de vida. El mensaje oculto detrás de esta toma de decisiones para algunos está muy claro. ¿Podríamos acaso asociar esto a algo que tenga que ver con una agenda global muy bien premeditada? 

La obstinada lucha de la izquierda pseudo progresista y sus aspiraciones comunistas y globalistas se dejan notar en la línea de quienes desean un mundo sin religión, sin Dios y sin fe. Las violentas protestas feministas, con irremediables actos vandálicos frente a los templos e iglesias, reducen las posibilidades de una razón más inofensiva a tales actos. Y también el constante requerimiento de erradicar el curso de Religión de las escuelas y colegios públicos a nivel nacional. Estos movimientos tan excluyentes, responden claramente a una agenda izquierdista y de afanes globalistas cuidadosamente elaborada que, desde la teoría marxista, ha ido evolucionando a través de distintos autores de la línea intelectual del izquierdismo, que de manera perversa han ido socavando los principales pilares cultural que han sostenido la sociedad por siglos.

El decadente izquierdismo nunca ha estado tan agresivo como lo está hoy en día. Y utilizando el absurdo como sustento de sus “luchas sociales”, pasa inadvertido y sigiloso tratando de lograr su propósito, ¿Podrá el mundo despertar de este letargo? Por lo pronto, dentro de nuestras fronteras al menos debemos empezar por devolverle al ciudadano su valioso derecho constitucional de libertad de culto, con absoluta normalidad. Algo que, estoy segura, tanta falta le hace a nuestra nación en tiempos de crisis como los que vivimos hoy.

Maria Pia Salinas
01 de octubre del 2020

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