Maria Pia Salinas
Indigenismo: imperio de la involución social
Primeros indigenistas aprobaban el mestizaje
En el espectro socio - cultural, existen muchos temas que forman parte de las etapas históricas más importantes no solo del país sino de ciertos países del mundo, son temas subyacentes, que, de alguna manera, tienen un relevante protagonismo en la evolución post modernista, y es evidente que cada país tiene su propia evolución cultural al respecto.
El indigenismo, se remonta hacia finales del siglo XIX y comienzos del sigo XX, y tuvo su origen central en las Américas. El punto fáctico que abrió el debate fue el interés de comunicarse mejor con los indígenas para tender puentes hacia una nueva etapa sociocultural. No obstante, a mediados del siglo XX se fundaron instituciones indigenistas de reivindicación en casi todos los países americanos, donde el indigenismo peruano y mexicano fueron los más reconocidos.
Es necesario entender, que el objetivo originario y supremo de la atención a este tema, fue la inclusión y la asimilación de la población indígena al renacimiento de una nueva sociedad, a la construcción de una nación mestiza con el enriquecimiento de la cultura occidental y la influencia prominente del cristianismo que trajo con toda seguridad, dignidad a los hombres en sociedades donde aún eran esclavos y tratados como animales. Con esto se buscaba erradicar, y válidamente, toda forma de desarrollo puramente autóctona. Era necesario introducir al hombre indígena al nuevo mundo; hacerlo conocedor de la cultura, de las letras, de las artes, de la moral y la ética que formaban los principios de una sociedad renaciente y culta, así como también ratificar la dignidad humana de los indígenas que aún estaban sometidos a prácticas degradantes y barbáricas. Abolir aquellas costumbres anacrónicas que los reducía a un grupo de personas incivilizadas con nulas posibilidades de poder desarrollarse en el ámbito intelectual.
La perspectiva de la valoración cultural, debió inclinarse hacia una selección crítica, y como ya mencionaba previamente, desestimando todo tipo de vida primitiva que evitaba el progreso cultural, dejando de lado absurdos postulados como el de Gonzales Prada y los primeros representantes de la intelectualidad indigenista, donde se sugería que el problema del Perú debía basarse en los indios, centrando en ellos el futuro y desarrollo del país, segregando a segundo plano la población mestiza e hispanizada. Por el contrario, a lo que estos intelectuales voceros indigenistas afirmaban, la vida indígena debió desaparecer en proporción a la expansión de la cultura occidental en nuestro país, en razón irrefutable de brindarles tanto dignidad como cultura, y promover en ellas las instituciones populares, como el matrimonio o la familia, que son de las cosas más importantes que el cristianismo y la hispanidad trajo consigo.
La idea de preservación era válida, todo en cuanto se refiriese a las tradiciones, folclore nacional, conocimientos ancestrales, como la medicina, arte, agricultura, artesanía, y sobre todo el lenguaje quechua. Siendo lo más representativo y predominante, debió ser reivindicado como idioma escrito a la par del español, ya que es la lengua pre hispana con la comunidad de hablantes más amplia del continente, con 8 millones de personas. Se pudo haber desarrollado amplia literatura quechua, no siendo así, se aisló el lenguaje del quechua a una lengua segregada y olvidada, siendo hablada únicamente por quienes adquirieron este legado lingüístico de manera directa, y generalmente en los lugares más recónditos de nuestro país. Con los años se trató de subsanar este error, con un mayor acercamiento, pero no sirvió de mucho.
Las intenciones que motivaron a estos intelectuales, voceros del indigenismo, a cobijar la permanencia del indigenismo en el país, con un discurso de reivindicación de los pueblos originarios, tiene un matiz con cierto aire paternalista, pero también encierra una clara tergiversación de la filantropía; la necesidad de sentir que protegemos a alguien, es algo natural, sin embargo, el deseo elevado a la soberbia de sentirse superior y perpetuar esa superioridad pudiendo evitarla, son dos cosas totalmente distintas. Fue un error azuzar la trascendencia de un discurso divisorio, incentivando un resentimiento innecesario que pudo haberse trabajado en la unión inteligente de la cultura originaria con la cultura hispana, para generar un equilibrio socio cultural sin que se deje una brecha entre clases culturales que nos sometan finalmente a un quebrantamiento interpersonal imposible de subsanar.
Contrario a la lógica, el movimiento indigenista fue gestado por personas de sesgo intelectual, quienes pertenecían a las urbes limeñas, de clase media y alta, y de provincias, mas no tuvo personas surgidas directamente de los pueblos indígenas como tales; puede decirse con probada certeza, que el indigenismo no es un movimiento de personas pertenecientes verdaderamente a los pueblos indígenas.
Es paradójico que personas que gozaron del privilegio de la cultura hispana, y de grandes dotes intelectuales, hayan elaborado discursos indigenistas promoviendo la idea de preservar una cultura limitada e incoherente con el avance intelectual de aquella época, creando una dependencia que se volvería peligrosa con el tiempo, volviéndolos incapaces de poderse representar con total y absoluta autonomía, perpetrándose la burocracia estatal, así como un canal abierto y servil a organizaciones internacionales que básicamente viven de mantener intacto el indigenismo para favorecer agendas globales, con pactos y negociaciones internacionales donde los menos favorecidos son los indígenas.
Dicho todo esto, resulta irrisorio, que hoy en el Perú vivamos una pesadilla política con el polémico gobierno de turno, quienes irónicamente utilizaron el discurso divisorio e indigenista de los pueblos originarios y de las brechas socioculturales, alzando queja magistral sobre el olvido y relego que sufren; quizá olvidaron convenientemente que justamente la línea izquierdista y mariateguista que siguen, fueron los grandes voceros del indigenismo, así como tantos otros intelectuales de izquierda, quienes se inmolaron por la causa, pero no precisamente para favorecerlos con la asimilación a través de la educación, que se suponía redimiría al indio de la abyecta situación al que el régimen de hacienda lo había condenado. No es en definitiva una grata coincidencia, pero es un hecho que hoy nos presiden quienes se sirvieron de este discurso. ¿Menuda coincidencia?
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