La caída de Martìn Vizcarra y de la república morada

La noticia de que un grupo liderado por el presidente Martín Vizcarra –en el que figura su familia, actuales funcionarios públicos, y varios personajes afines a la administraciòn Sagasti– fueron vacunados secretamente contra el coronavirus, ha sorprendido e indignado a la mayorìa de los peruanos. especialmente porque buena parte de los involucrados callaron en mil idiomas. Uno de los casos más graves, sin duda, puede ser el de la ex ministra de Salud Pilar Mazzetti. quien incluso dijo que ella sería la última en aplicarse la vacuna.

Es casi seguro que este affaire entierre las posibilidades políticas de Vizcarra, así como las de Julio Guzmán que, a pesar de las piruetas, no ha podido desligar su candidatura presidencial de la actual administración Sagasti. Podría decirse, entonces, que la pandemia empieza a enterrar de manera directa a sus primeros muertos electorales. En todo caso, eso es a corto plazo.

Todo indica que el “vacunagate” también es una bomba nuclear contra la “república morada”. ¿A qué me refiero cuando menciono lo de la repùblica morada? A la siguiente aproximación: en el Perú hay un sector integrado por políticos, académicos, intelectuales e integrantes del Poder Judicial que, con vocación estatalista, han afianzado su posición desde la llegada del humalismo hasta el hoy gobierno de Sagasti. Se podría decir que todo el Estado y el aparato del gobierno de los últimos casi diez años ha sido gestionado por esta coalición de intereses, que ha llevado al país a la quiebra institucional, económica y social. Y que ha llevado al Perú a uno de los peores momentos de su historia republicana. 

Este sector, en el que comulgan desde supuestos liberales progresistas hasta marxistas de todos los pelajes, ha privatizado el Estado para sí y lo ha convertido en un modelo de lo que ellos son. Un estado indolente e ineficiente, incapaz de poder comprar vacunas o mascarillas. La explicación de la emergencia y el declive de una república morada está en la radicalización de la guerra política. Vizcarra y sus aliados llevaron hasta el límite esa guerra, hasta el punto de convertir a sus adversarios en enemigos políticos. La república morada es, entonces, también la república del veto.

El desconcierto que generan las últimas noticias nos hacen recordar las tragedias nacionales; no obstante, ni la guerra con Chile nos remite a un momento como este. Aquí están permitidas todas las licencias a los amigos, en tanto que a los enemigos se le aplica la ley de la manera más rígida. Los corruptos son corruptos siempre y cuando no sean mis amigos.

En el Perú no funciona el Estado. La tecnocracia de la República Morada ha naufragado.