Guillermo De Vivanco

Kommunalka

Una ley que amenaza a la propiedad privada

Kommunalka
Guillermo De Vivanco
20 de julio del 2021


La mayor amenaza contra la libertad individual y contra la propiedad privada no la vivimos ni con la Reforma Agraria de Velasco ni con la confiscación de los medios de producción y de prensa durante el gobierno militar; ni siquiera con el intento de estatizar la banca a finales de los ochenta, durante el primer gobierno de García. La ley Sagasti, la más comunista de la historia contemporánea, se ha publicado sin mayor aspaviento el pasado 9 de julio en el diario
El Peruano. Mediante esta ley ( ley 31264) no observada por el presidente, se permite a las autoridades que “ante necesidad por emergencias sanitarias o por desastres, a facilitar el ingreso de las autoridades competentes a la unidad inmobiliaria para la ayuda que se requiera ante la emergencia...”. ¿Quién determina el concepto de emergencia sanitaria o desastre? ¿Quién autoriza el ingreso de las autoridades? Ha quedado abierta la puerta de tu casa para que amparado por “una norma” o por una declaratoria de emergencia puedan meterse dentro de tu casa, edificio o propiedad.

La kommunalka, o apartamento comunal, era el tipo de vivienda más común en las ciudades soviéticas, en el que varias familias, aun contra su voluntad, convivían en un mismo departamento, compartiendo cocina, baño y letrina. “En Moscú y Leningrado tres cuartas partes de la población vivían en apartamentos comunales. Su propósito no sólo fue resolver un problema de vivienda sino asestar un golpe a la vida privada, y extender los poderes de control del Estado en el espacio privado del hogar familiar”. Según narra el historiador Orlando Figues en su libro “La Revolución Rusa” (1891-1924): “Los comités estaban formados por los antiguos porteros y sirvientes domésticos de la casa, quienes sentían a menudo un deseo de venganza muy fuerte; ocupaban las mejores habitaciones de las casas, mientras que sus jefes anteriores se veían obligados a mudarse a los cuartos de la servidumbre” (pág. 585).

Estamos cumpliendo doscientos años de vida republicana. Las últimas dos décadas crecimos a niveles envidiables, redujimos la pobreza en un 40% y mantuvimos ininterrumpidamente la alternancia democrática; luego llegó la pandemia que desnudó un Estado fallido, un presidente golpista, corrupto y mentiroso, y una prensa que no solo abdicó su deber fiscalizador sino que se convirtió en caja de resonancia de un régimen dictatorial. Catorce meses después una sociedad empobrecida, engañada, quebrada y sin vacunas fue convocada a elecciones generales. Es en este contexto de ingenuidad y buena fe que el comunismo irrumpió controlando las mesas de votación y las instituciones encargadas de darle confianza y veracidad al proceso electoral. 

Lo que vino a continuación fue una serie de declaraciones de los líderes de Perú Libre; Castillo, Cerrón, Boluarte, Bermejo y Torres amenazando con la insurgencia en caso de no ganar la segunda vuelta. También fuimos invadidos por matones que con machetes y látigos en mano y ante la pasividad de las autoridades se pasearon por las calles de Lima, agrediendo e intimidando a la población. En el colmo del cinismo se robaron un féretro de un velorio para exhibirlo como si fuera una víctima de la violencia Fujimorista. Cuestionar el libre mercado, las importaciones, la propiedad privada, la minería, las empresas agroexportadoras, la prensa libre e instituciones como el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo y el mismo Congreso ha destruido la confianza, producido una masiva fuga de capitales y encarecido el dólar. A Peru Libre le debemos el alza de precios de la canasta familiar. Su discurso irresponsable lo están pagando los más pobres. 

Lo que hasta hoy hemos visto ha sido un mensaje de odio, y un deseo cruel de venganza. Es inaudito que la Fiscalía abra investigación preparatoria contra los periodistas que opinaron y cuestionaron la transparencia del proceso electoral. Eso sucede solo en dictaduras, es inadmisible en un país libre. Hasta ahora no se ha planteado ninguna propuesta económica que genere confianza y luche contra la pobreza. Cuándo entenderán los comunistas que el saqueo del Estado y las empresas tiene un límite, y que un Estado solo es sostenible en la medida que genere confianza, empleo y riqueza.

El discurso electoral tiene que dar paso a la racionalidad y a propuestas que incentiven la inversión y el desarrollo. La alternativa es Cuba o Venezuela, sociedades secuestradas bajo los lemas de igualdad y justicia social. El peruano es emprendedor, laborioso, individualista y religioso, jamás va a claudicar en la búsqueda de la libertad y la democracia. La calle ya no está sola!

Guillermo De Vivanco
20 de julio del 2021

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