Úrsula Letona

Institucionalidad, no populismo

Para superar la grave crisis que estamos atravesando

Institucionalidad, no populismo
Úrsula Letona
06 de agosto del 2018

 

Lo que viene aconteciendo en las últimas semanas con la severa crisis del sistema de justicia —la corrupción destapada— y el enfrentamiento político de los dos últimos años han puesto en tela de juicio y mermado significativamente la credibilidad y legitimidad, ante la ciudadanía, de todas las instituciones fundamentales del Estado de Derecho. Sin embargo, son justamente las crisis las que ponen a prueba la institucionalidad, puesto que de no respetarse sus principios y procedimientos, es posible que nos enfrentemos a una ola de populismo y radicalismo que pretenderán acceder al poder en sintonía con el descontento de los ciudadanos. En esta situación, será un reto para la clase dirigente de nuestro país lograr que la crisis se convierta en una gran reto que permita la consolidación de nuestra democracia y de sus instituciones.

Las diversas crisis que hemos enfrentado, como la corrupción endémica evidenciada en el escándalo Lava Jato y su vinculación con la renuncia del expresidente PPK, han generado un distanciamiento de los diversos poderes del Estado con la ciudadanía, y esta situación se agrava hoy con la crisis puesta al descubierto en el sistema de justicia. En esta situación resultaría fácil ponerse a tono del unísono de la colectividad y de gran parte de la clase política y tomar determinadas decisiones al margen o incluso contrarias a la ley y sus principios, so pretexto de que “así lo reclama la ciudadanía” o por tratarse de “medidas políticas correctas para una coyuntura de crisis”. Eso implicaría poner a un lado la institucionalidad, repitiendo práctica frecuente en nuestra historia republicana.

He sido enfática en que la construcción de la institucionalidad se pone a prueba en situaciones de crisis, debido a que es justamente en estas coyunturas cuando la generalidad de actores pretenden el debilitamiento de esa Institucionalidad, bajo el argumento de sintonizar con la ciudadanía. En los últimos 30 años últimos hemos logrado un progreso económico de los más exitosos en la región, pero tenemos la certeza de que el crecimiento económico se ha constituido en el espejismo para no atender el fortalecimiento de nuestras instituciones. Bien lo ha señalado Alberto Vergara: “Las cifras del PBI nos han escondido los graves problemas de la institucionalidad”. Y coincidimos en que necesitamos que la agenda republicana, que no es otra cosa que la de la institucionalidad, se convierta en una necesidad y prioridad en sí misma, tanto para los políticos como para la ciudadanía.

Negarnos a lo anterior, puede derivar en otras alternativas nefastas, como la posible presencia de corrientes populistas —en sintonía con el descontento de la ciudadanía—, que se constituyen en el elemento fundamental para el germen de un populismo radical. Bien lo han señalado quienes se han ocupado de este fenómeno “el populismo necesita descontento para crecer, lo necesita para ganar y lo necesita para perpetuarse” (Aurora Nacarino-Brabo). Esto requiere de un caudillo capaz de gestar un imaginario para un gran segmento de la ciudadanía, apelando a sus emociones; pero especialmente generando un discurso que comulgue con sus frustraciones y anhelos, que no son satisfechos por el statu quo. Pero no pasará de ser un discurso, como lo evidencia la experiencia de los populismos en la región. Sin duda, estamos en un escenario propicio para ello.

No debemos perder de vista que el populismo surge al interior de la democracia, como lo evidencian los casos de Nicaragua, Venezuela, Argentina y Bolivia. Es más, el populismo necesita de la democracia (de su descontento) para construir la “organicidad” de su discurso; pero luego de acceder al poder implementará diversas medidas para debilitarla y desaparecer las instituciones, con el único propósito de pretender perpetuarse en el poder.

El elemento más importante para consolidar la institucionalidad es la tolerancia de quienes tenemos espacios de deliberación sobre los problemas que nos aquejan, que no hay duda que involucrarán a los medios de comunicación y líderes de opinión. Tenemos un gran reto y esperamos estar a la altura para acometer las reformas que nos garanticen la superación de la grave crisis que atravesamos. Solo así fortaleceremos nuestra institucionalidad y, con ello, nuestra democracia.

 

Úrsula Letona
06 de agosto del 2018

COMENTARIOS