Manuel Gago
Huaycos e inundaciones son aprovechados para discursear
De nada sirvió la “reconstrucción” del norte
Nuestras sospechas fueron confirmadas en estos días de lluvias torrenciales: gran parte de lo actuado e invertido después del fenómeno de El Niño 2016-2017 no sirvió de mucho. Las precipitaciones han vuelto y provocan huaicos e inundaciones en distintas partes del país. No obstante, se dirá que los fenómenos climáticos y sus estragos son impredecibles. Respondemos que existen muchos poblados en el mundo expuestos a temporales extremos, y que han logrado controlar los desastres.
Aquí, la prevención, en su real contexto, es tarea lejana. Mientras la realidad golpea, las desgracias sirven para discursear y planear –aprovechándose de las circunstancias– nuevos contratos sobrevalorados con el Estado. En este espacio sostenemos que la reconstrucción del norte fue manejada políticamente; la emergencia fue vista como posibilidad de negocio.
En lugar del socorro urgente y la planificación a cincuenta años, primaron las ansias reeleccionistas y la entrega de obras a contratistas vinculados a la autoridad. En 2019 se abandonaron las obras e intervenciones. La atención a los damnificados y la continuidad de los proyectos no estaban en los planes de Martín Vizcarra; su principal preocupación fue la guerra política y el copamiento de las instituciones, para hacer de ellas instrumentos de dominación.
Las más de cuatro “Autoridades de la Reconstrucción del Norte” no dejaron huella de suficiente capacidad técnica y de gestión. La presión ejercida por alcaldes y gobernadores regionales impidió ejecutar lo imprescindible, lo que podía resolver sustancialmente los problemas. La prevención técnica fue secuestrada, sujeta a intereses políticos y mafiosos. Como es costumbre nacional, el avance de la reconstrucción no empataba con lo gastado y planeado. Las promesas quedaron en promesas. Se llegó a decir incluso que las obras estarían listas ¡en 20 años! Mientras tanto, que los temporales afecten aún más, y que la población se acomode como pueda.
La recuperación de canales de regadíos quedó inconclusa. Los muros de contención construidos en los bordes de los ríos no sirvieron para resistir precipitaciones mayores. Se aprobó la construcción de puentes en lugares poco probables de desastres. Los sistemas de drenaje son inexistentes o su diseño no supera al golpe del temporal. En las numerosas quebradas, donde las avalanchas nacen, poco o nada se ha hecho. En las alturas no hay reforestación con árboles y plantas nativas para apaciguar la fuerza de los huaycos. Tampoco se construyen reservorios para reducir las caídas de agua.
Colegios, viviendas, hospitales y miles de hectáreas de cultivo se perdieron por el fenómeno 2016-2017. La gente todavía espera obras de reconstrucción significativas. Los núcleos ejecutores, dependientes de alcaldes y gobernadores regionales, poco o nada ofrecieron como resultados. Al 2019, antes de la pandemia, el avance real de la obras era incierto, con proyectos todavía en estudio. Los sobrevalorados módulos temporales de vivienda se volvieron permanentes, sin los servicios básicos necesarios. De las casas prometidas no hay cimientos a la vista. Los pobladores que habitan las riberas de ríos no fueron reubicados como se anunció.
El volumen de descolmatación –movimiento de tierra– de los cauces de los ríos fue adulterado por los contratistas para cobrar más. Según la Contraloría, el Programa Subsectorial de Irrigación –del Ministerio de Desarrollo Agrario– pagó en exceso S/ 7.68 millones por descolmatación realizada en el cauce del río La Leche (Lambayeque). Es decir, a la improvisación tan natural en el alma nacional, se suma el negociado criminal y el desinterés para resolver sobre la marcha lo que afecta a la población.
Después del ciclón Yaku, ¿otros S/ 25,000 millones para supuestamente recuperar el desastre provocado? ¿Más adelante volveremos a escribir lo inservible de estas obras nuevas? Y la historia se volverá a repetir.
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