Arturo Valverde
Huancavelica 278
Donde se fundó una de las primeras células del Partido Aprista

El otro día estaba buscando un estuche para mis lentes por el jirón Huancavelica, en el Centro de Lima, cuando me encontré con un periodista a quien no había visto en muchos años. Nos conocimos por intermedio de una periodista y docente, quien me había dicho que tenía un colega que podría estar muy interesado en comprarme las revistas Mundial y Variedades, que vendía cuando era un estudiante de periodismo.
El hombre me cayó bien a la primera impresión. Me dijo lo mucho que le gustaba coleccionar revistas y diarios antiguos. Yo estaba feliz, podría vender las revistas que me daba un viejo librero con quien tenía el acuerdo de repartir las ganancias de las ventas. No era gran cosa. Pero alcanzaba para pagar los cafés y los libros.
Lo visitaba cuando lograba conseguirle los números que le hacían falta para completar su colección. La revista Mundial databa del año 1920 y Variedades era algo más antigua. No he olvidado su cara de alegría, como un niño cuando completa todas las figuritas de su álbum. A él le llegué a conseguir el número uno de Mundial. Le costó un par de dólares más de lo habitual, pero valía la pena comprarlo. En algunas ocasiones me compraba diarios muy antiguos, ejemplares del diario El Comercio y otros tantos, con portadas sobre la Gran Guerra, en alusión a la Primera Guerra Mundial.
Desde ese entonces, no nos habíamos visto de nuevo, hasta que la vida nos reencontró en el cruce de jirón Huancavelica con jirón Cailloma. Nos saludamos, y al minuto estábamos hablando de historia del Perú. Él hablaba sobre Francisco Bolognesi. Estaba algo sorprendido porque días atrás se había enterado de que el héroe nacional había pasado prisión. Yo le comenté sobre un libro, Bolognesi y sus hijos, escrito por Ismael Portal. Una obra en la cual habla sobre el padre, el concertista, Andrés Bolognesi.
De pronto, miró a ambos lados de la calle y cambió de tema. “¿Sabes que por aquí se fundó una de las primeras células del Partido Aprista?”. “Sí”, le dije. La dirección es jirón Huancavelica 278 (Frente al Teatro Manuel Segura). La fecha, un 20 de setiembre de 1930. Hora, ocho de la noche.
Allí se reunió un grupo de apristas para constituir la sección peruana del Apra, preparar la llegada al Perú de Víctor Raúl Haya de la Torre, luego de un largo exilio a causa de su deportación, y su postulación a la presidencia de la República. De allí sale un hombre a quien se le designa como el primer secretario general del Apra con carácter provisional. Pro–vi–sio- nal. Su nombre era Luis Eduardo Enríquez. Un traidor. Un hombre que pensó que podía quedarse con el Apra. Escribió pestes como Haya de la Torre – La estafa política más grande de América (1951), luego desapareció en la historia.
Así, seguimos conversando por unos minutos sobre el Apra, el Perú y, de pronto, lanza una tremenda pregunta: “¿Vas a postular al Congreso en 2021?” ¡Qué pregunta! Conversamos unos momentos más y nos despedimos con la promesa de seguir la conversación en otra ocasión.
Siguió su paso, cruzó delante de la estatua del poeta César Vallejo. Y recordé que, así como él, hay mucho hombres y mujeres en todo el Perú que reconocen la labor del aprismo. Reconocen que el aprismo presentó buenos resultados en la ejecución de la gestión pública. Ni la izquierda ni la derecha que gobernó hicieron el Gran Teatro Nacional, los Colegios Emblemáticos, 47 hospitales y tantas otras obras de gran dimensión tamaño. Retomé mi camino y les confieso que ese breve encuentro me llenó de más fuerza, porque es maravilloso cuando encuentras gente que sin ser aprista, sabe y reconoce que con el Apra, los peruanos podrían vivir mejor.
Nuestros detractores de siempre, antes en las calles y hoy en las redes sociales, terminarán rindiéndose ante la certeza de que el aprismo sigue y seguirá vigente, como lo atestiguan el surgimiento de nuevos cuadros políticos e intelectuales, como Evelin Orcón, Enrique Valderrama, Renzo Ibáñez, Ricardo Yturbe, Úrsula Silva, Alan Salinas, Álvaro Quispe y Jaicec Espinoza, entre otros destacados jóvenes que, entrenados en los quehaceres del ejercicio de la militancia y el activismo, ya están en acción.
Podrán decir y escribir lo que sea, pero jamás borrarán de la historia las obras que el aprismo ya le entregó al Perú.
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