Darío Enríquez

Guerra avisada sí mata gente y también a la verdad

Manipulación mediática sigue haciendo de las suyas

Guerra avisada sí mata gente y también a la verdad
Darío Enríquez
01 de marzo del 2022


El conflicto focalizado entre Ucrania y Rusia ha escalado a una guerra regional que amenaza con propagarse peligrosamente. Una observación primaria de los hechos que difunden las cadenas de noticias hegemónicas en Occidente, nos pintan un escenario “dantesco” (véase las comillas) y el fácil maniqueísmo de “buenos y malos”. Preferimos ir por el camino de estudiar hechos y acciones que pueden comprobarse fácilmente, alejándonos de juicios precipitados que se basan en supuestas fuentes confiables que dejan mucho que desear.

Quisiéramos aproximarnos al conflicto que viven Ucrania y Rusia desde la implosión del paraíso comunista denominado “Unión Soviética”. Con la desaparición del socialismo soviético, se produjo la reversión (parcial) de la anexión forzada que sufrieron diversos territorios eslavos por parte del Oso Comunista ruso. Ucrania no es el único caso, pero en este momento es el más notorio y el que ha desatado un brote bélico que esperamos no tenga una funesta escalada.

Sin duda alguna, nos solidarizamos con el padecimiento de la población civil ucraniana. Pero también lo hacemos con la población civil de origen ruso que vive en territorio ucraniano hoy, padeciendo el acoso estatal y paraestatal del nacionalismo extremo ucraniano. Antes, cuando era territorio soviético, nadie podía cuestionar su derecho a vivir allí como en cualquier otra parte de la ex URSS. Hoy, en la región de Donbass, esta población civil lleva 8 años sufriendo los rigores de un conflicto focalizado, poco visibilizado por medios occidentales (¿qué raro, no?), pero que según datos oficiales de la ONU a diciembre 2021, tiene un saldo de casi 15 mil muertos y 40 mil heridos (de todos ellos, el 25% han sido civiles indefensos).

Muchos casos en el mundo pueden servir de ejemplo comparativo para percatarnos que el conflicto de Ucrania tiene su origen en procesos geopolíticos de unificación forzada, secesión posterior y coexistencia hostil de una redistribución geográfica imperfecta. Todo ello en un contexto donde Ucrania juega el rol de “tapón territorial” entre las disputas de la OTAN y Rusia, lo que agudiza la situación-problema. Además, concurren muchos otros intereses cruzados de potencias extranjeras y la disputa (sempiterna) por la explotación de recursos naturales.

Imagine usted, amable lector, el escenario que se montaría con una Cataluña independizada del Reino de España, luego de una pertenencia de 500 años y más. Aunque los nacionalistas catalanes (proto-fascistas) pretendan una pretendida “pureza” catalana, ya el territorio de Cataluña en tanto provincia, acoge en su seno a gente que proviene de toda España ¿Cómo deberíamos evaluar el hecho de que las autoridades de la Cataluña “libre” prohíban el uso del idioma español, que intenten expulsar de “su” territorio a los españoles que no sean considerados catalanes “auténticos” e incluso esos españoles catalanes tachados de “no-auténticos” sufran confiscación de sus bienes y embargos de sus cuentas bancarias por esa carencia de “autenticidad” nacional. Que tal si la población española en la Cataluña “Libre” es discriminada, reprimida e incluso resulte víctima mortal de hordas nacionalistas antes las cuales la autoridad formal mire de reojo sin castigar sus tropelías o que ella misma auspicie esas acciones de violencia contra los “no-catalanes”

Puede imaginar también el caso del Canadá francés (Quebec) respecto del mundo anglosajón en el Reino de Canadá. ¿Estaría preparado para ver que Quebec logre ser “libre” y con la secesión, el poder quede en manos de afiebrados nacionalistas “pure laine” en su peor versión? Espantoso.

Vayamos a un ejemplo regional hispanoamericano, que en el Sur suele estar entremezclado con el peligroso etnonacionalismo. Ni siquiera necesitamos secesión. Tal como están las cosas, con la propagación del fascismo andino como fenómeno cultural con arraigo en el sur del Perú, algunas presuntas declaraciones de “autenticidad” colocan a muchos peruanos en el limbo de la “impureza” andina. Recordemos cómo así se proponía diferenciar ciudadanía de nacionalidad, de modo que solo los “auténticos” peruanos tendrían derecho pleno a serlo porque merecerían la nacionalidad, mientras que para los otros “impuros”, solo se tendría la ciudadanía. Estos delirios no solo son pasto de consumo para un mundo subterráneo y exótico, sino que hoy mismo forma parte del discurso oficioso (que no oficial) tanto en el Gobierno central como de algunos gobiernos regionales.

Siempre es bueno tener varias fuentes y de ellas, privilegiar las escritas. Por su propia esencia, la lectura le ofrece a usted espacios y pausas para reflexionar, mientras que un video podría someterle con relativa facilidad a una secuencia consecutiva, agresiva e invasiva de imágenes, sonidos y estridencias, de tal forma que antes de analizar y reflexionar, ya aflora la “indignación” y la consiguiente “militancia” (todo malhadado, por cierto). Los audiovisuales te atrapan, te zarandean, te someten, y seguimos allí. Sartori, Fallacci, Carr y otros nos advirtieron hace mucho sobre este peligro. El zapping como alternativa es mito e ilusión. Otra guerra avisada.

Darío Enríquez
01 de marzo del 2022

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