Grupos de universitarios norteamericanos apoyan a Hamás

En cerca de 60 universidades norteamericanas –de costa a costa– grupos de estudiantes han tomado los campus para protestar contra Israel y en favor de Palestina. Al respecto, el presidente Joe Biden, ha evitado manifestar su posición. Contrariamente, el expresidente Donald Trump hizo público su parecer, opuesto a los actos de esos estudiantes. Y así, una vez más, queda dividida la opinión norteamericana.

Sobre el conflicto Israel-Palestina, los demócratas, libertarios, pacifistas y creyentes tendrían el asunto claro. Hamás es un grupo terrorista islámico vinculado al socialismo internacional. Somete al pueblo palestino, siendo su meta extender sus dominios en Medio Oriente y más allá. Por medio del amedrentamiento y terror logró ser gobierno en Palestina y, desde entonces la escalada contra Israel aumenta.

Cobardemente usa mujeres y niños como escudos humanos. La muerte de esa frágil población es exhibida como propaganda y, a su vez, acogida por medios mundiales. Las primeras planas y portadas sirven para sensibilizar una causa extremista. La violencia de Hamás y de los islamistas fundamentalistas es justificada con una interpretación particular del Corán: el exterminio de Israel y occidente, denominado la ramera, la Babilonia; que son sinónimos de pecado, paganismo, lujuria, de enemigos de la fe. 

Es entonces bastante curioso –por decirlo de alguna manera– que esos universitarios y jóvenes, tan proclives a la sensualidad (satisfacción de los sentidos) y alejados de toda fe y pensamiento metafísico, apoyen banderas religiosas y políticas fanáticas destinadas a desaparecer brutalmente a los distintos. No obstante, tampoco es extraño que tan pronto Norteamérica haya olvidado lo ocurrido el 11 de setiembre del 2001. Al Qaeda destruyó las emblemáticas Torres Gemelas y planearon hacer lo mismo con otras edificaciones, sin importarles la muerte de civiles.

Bueno pues, bastaron 23 años para que su juventud no entienda de lo que es capaz el terrorismo islámico. Lo mismo sucedió aquí. Pronto se olvidó las muertes y destrucción ocasionadas por Sendero Luminoso, a tal extremo que electores de clases acomodadas votaron por el Movadef, personificado en Pedro Castillo, e incluso se coludieron con su fugaz gobierno.

La gente olvida. No es un fenómeno nuevo. La amnesia se vuelve selectiva gracias al desdén de la familia, escuelas, universidades y medios de comunicación. Enfrían y apagan la memoria colectiva. Permiten que los apologistas solapados del terror y la barbarie hagan su trabajo libremente. Chinos y rusos olvidaron lo que Mao y Stalin significaron para sus países. Por la propaganda antisemita y antioccidental, Norteamérica está perdiendo su esencia. “El sueño americano” es un cliché obsoleto. El saber histórico es estratégicamente devaluado y sepultado. El marxismo del Siglo XXI es el autor victorioso. 

AlQaeda, Isis, Hezbollah, Hamás, Boko Haram y otros fundamentalismos islámicos buscan “aniquilar la tierra de los judíos”. Isis surgió enarbolando banderas de exterminio. Implantó califatos en la costa norte de África, no otra cosa que frentes de expansionismo religioso. ¿Esos universitarios norteamericanos ignoran esta realidad? En Perú existe una avanzada, un inkarrislam con propósitos separatistas. La dictadura venezolana está claramente vinculada a Irán, el principal auspiciador mundial de esos fundamentalismos islámicos.  

La defensa de Israel es legítima, exactamente como la Policía y Fuerzas Armadas peruanas defendieron a Perú del senderismo homicida y destructor. El pasado 7 de octubre Israel fue atacado por Hamás. Asesinaron niños, mujeres y jóvenes, decapitaron soldados israelíes y secuestraron personas. La barbarie fue grabada y transmitida al mundo. Y esos universitarios norteamericanos no se rasgan las vestiduras como lo hacen contra Israel cuando asume la defensa de su población. Y no lo hacen porque fueron ganados por los abundantes relatos socialistas. Así de simple.